José Mármol.

El poeta dominicano José Mármol recibe este viernes 14 el XII Premio Casa de América de Poesía en reconocimiento por su obra 'Lenguaje de mar', un galardón, destinado a estimular la escritura poética en el ámbito de las Américas. El jurado distinguió a Mármol por mayoría, pues sus "paisajes marinos permiten una meditación interior siguiendo los retos planteados por poetas como Pedro Salinas, Rafael Alberti y Juan Ramón Jiménez". En el acto que se celebra este viernes, además del premio, el autor recibirá su obra ya publicada por la editorial Visor Libros.




Costa del sol

El mar se disipa, es un encanto verlo,

en suerte de cadencia de bestia ya domada.

Las palmas se ladean y revuelven a la orilla,

con ambigua simetría de blues semitonal.

Única es la luz en esta playa vítrea.

Las olas acarician la mañana temprana,

movidos por el viento se deleitan tus cabellos.

En Juan Dolio, muy jóvenes los cuerpos

echados a tostar,

brillan sobre la arena

con volutas muy firmes de inusual sensualidad.

Y mientras, alejado del gusano de la concupiscencia,

el delirio por la espuma, arrebato del sol,

reparo y no suspiro,

y mientras, el mar se disipa, interminablemente azul,

en su hermosa paciencia

de abatido animal de la prehistoria.



Lenguaje del mar

El mismísimo, eso sí, el inmenso irrepetible,

el mar alzado en vuelo, lentitud del lastimado,

alas que no pueden los azules levantar.

Un pájaro, ese,

cautivo, tal vez, me lo pregunto,

en su líquida y revuelta enredadera de sal.

Amarrado, puede ser, a la estela del aire y los pasos de sol,

en la suave traslación reposada del disfrute.

El mismísimo, el adorado en yodo

con la luna colgada en la quilla de tu rostro,

el que riega las arenas para el toque de tus pies.

El mar tuyo, el mar nuestro,

el de los acantilados feroces y las playas de luz,

el de las bolitas de queso crujiente, calamares en su tinta,

vodka tónica con chapas de limón.

El mar, eso sí, el de tu mirada de ámbar en la tarde de ayer,

el de la voz que dijo, mi niña,

no te vayas a mover del horizonte, quieta, ahí no más.



Enojo

He descubierto a solas un erizo en la playa.

Joven, decidido, espigado, fuerte.

No habrá mejor regalo

para un amor en celo, caprichoso y osado,

que ha desatado a gritos el bestiario de su enojo.

Más allá de la frágil hermosura que lo encubre,

un erizo lastima, no importan los motivos.

Una mujer embiste, no importa cuánto amor

leprodigues en la pelvis,

no importa siquiera si importaran los motivos.

Un erizo pequeño, empinado; un erizo lábil, elegante y frío.