Andrés Trapiello. Foto: El Mundo
Pero esto es ficción, sólo ficción, aunque no pueda su literatura caminar sin llevar el análisis de la verdad de la mano. En ella narra la peripecia de Pepe Pestaña, un historiador que vuelve a su León natal, sabe dios por qué, y que allí, en el escaso anonimato de las provincias, asiste al encuentro de su padre con un hombre que le acusa de haber matado al suyo en la guerra. El encuentro le sirve al autor como pretexto para hacer hablar a personajes con distintas visiones sobre la contienda, la memoria, las víctimas y los verdugos. Y el pobre Pestaña en la tesitura de volver a matar al padre o de quedarse con el hombre que le regaló su primer tren de juguete. Por esto, porque al final es la historia de un padre y de un hijo, no es ensayo. No lo es:
- No es una prolongación de Las armas y las letras. Ni siquiera es un reflejo ni una consecuencia. Esto es una novela que trata de una historia y de las peripecias morales y afectivas de una persona que es un historiador y que por estar tan implicado tiene que recurrir a la novela para explicar lo que está sucediendo. Ese no es mi caso, es el del protagonista, es la primera de mis novelas en las que mi papel es el de un memorialista de portal sentado en una silla, con una mesa. Me limito a esperar que los protagonistas me vayan contando una historia. El lector se va a sentir probablemente como uno de los personajes de la propia novela porque él es el único que tiene las riendas de la narración, porque sabe más que cada personaje, que sólo saben aquello que les incumbe a ellos. Así como los personajes están viviendo una historia dentro de la ficción y para ellos la vida es una serie incongruente de hechos, el lector los ve de forma ordenada y significativa.
El hecho de darle voz a varios personajes, cada uno contando la feria según le va, es una forma escogida deliberadamente por Trapiello para profundizar en que la historia de la guerra son muchas historias, y no una concreta, mal que padecen muchas novelas de este género literario (que lo es):
- El problema que tienen las novelas de la guerra civil es que narran sólo una parte de la realidad porque están a un lado de una raya que divide una España en dos. Agrupar a las dos partes ha sido mi intención. En el libro hay personas de distinto talante y que cuentan sus propias historias. La novela postula la necesidad que tienen los españoles de acordar un relato común y, en ese sentido, es también un relato común.
No ha habido, sin embargo, intención crítica por parte de Trapiello hacia las otras, las muchas, las infinitas novelas sobre la guerra, más bien ha sido "una reacción natural" contra la parcialidad, con las historias incompletas.
- La novela trata de ordenar universos completos. Una novela es lo que es y por eso es natural que mucha gente para la que la guerra es un enigma recurra a ellas. La guerra civil es el tercer conflicto armado más documentado de la historia después de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra de la Independencia en Estados Unidos. Esto sucede en un país ínfimo como España, pero hay tal grado de bibliografía porque lo que se dirime en ella va más allá de la propia guerra, porque valores como los de la ilustración y de la tolerancia entran en el campo de batalla.
Con todo, Ayer no más es una novela sobre un lazo familiar que, espera el escritor, debiera poder entenderse en cualquier otro país. Subyace en ella la relación clásica que, como un péndulo, da a padres autoritarios -falangistas en este caso- hijos de izquierdas. ¿En qué medida se relaciona esta historia con la de la vida del propio Trapiello?
- Yo no soy Pepe Pestaña, él es mucho mayor que yo. Es un hombre sensato y reposado, me encantaría parecerme a él porque es alguien que sabe condensar el juicio, que no busca ser el último en hablar pero que tampoco cree lo primero que le dicen. No es un cándido ni es un autoritario. Lo importante no es si se parece o no a mí, la novela como ficción lo que tiende es a presentarse como una unidad de lo símil y cautivar a los lectores para que sean ellos quienes sucumban a su personaje. Todas las novelas tratan de seducir al lector, así que no es tanto una historia real o relacionada conmigo. Yo con mi padre tuve muchas diferencias, ya hablé de él en los Diarios, pero me llevaba muy bien con él, teníamos puntos de acuerdo. La novela refleja las relaciones de un hijo con un padre, algo tan habitual que no se ciñe únicamente a la sociedad española. Es el salto generacional que se repite a partir de 1850, cuando la sociedad deja de ser reglamentada y las relaciones entre padre e hijo dejan de estar sujetas a tabúes y obediencias. En este libro la historia principal es la de un padre y un hijo a propósito de la verdad. El hijo sospecha cosas que el padre no le ha contado bien y eso mina la valoración intelectual o moral que tiene de su padre pero no el afecto.
Ayer no más supone también un punto final en la relación de las letras de Trapiello con la guerra. Después de este libro, ataja, será "muy poco probable" que vuelva a escribir sobre la guerra. "Ya he dicho todo lo que tenía que decir", insiste, aunque matiza que, en realidad, la obra narra una historia contemporánea en la que la guerra es sólo el telón de fondo. Al margen de la peripecia de los protagonistas, su esfuerzo, y no se cansa de repetirlo, reside en poder acordar entre todos una especie de mirada nueva, menos constreñida por visiones autoritarias, hacia el pasado:
- Deberíamos intentar unos acuerdos mínimos sobre el pasado. Acordar que el 18 de julio fue un golpe de estado contra un gobierno legítimo, porque esto no tiene vuelta de hoja. Esto parece una perogrullada pero tiene dividida a la sociedad española desde su Parlamento. Otro mínimo es tener claro por qué se produce la sublevación, que surge de una serie de fuerzas reaccionarias -el clero, los militares, la aristocracia, los terratenientes...- que se oponen a las conquistas de las conciencias, las conquistas sociales y las de las libertades. Es una rebelión contra los principios de la ilustración defendidos por la República, que en muchos casos no son defendidos por la propia República y que están más bien conculcados por ella. Todo esto hace compleja la guerra, como lo hace el hecho de que la mayor parte de los fascistas son fascistas pero de que también haya entre ellos muchos ilustrados. El panorama es que hay buenos y malos pero dentro de los buenos hay malos y viceversa. Necesitamos pensar en una posibilidad diferente a estas dos Españas. Así lo hicieron Chaves Nogales, Gaziel, Clara Campoamor... personas que si hubieran podido elegir el bando en la guerra, habrían elegido otro bando, otra posibilidad.
Trapiello ha tenido mucho que ver en la recuperación de algunas de estas voces, como es el caso de Chaves Nogales, que probablemente haya tenido más artículos dedicados a su figura en estos últimos años que en todo su tiempo en el ostracismo, desde antes incluso de que el periodista sevillano muriera confinado en un injusto olvido. ¿Significa esto que la tercera vía se impone? ¿Que el tiempo corre a favor de posturas menos tajantes?
- Sí, cada vez hay más españoles que se van acogiendo a esa especie de zona que no hay que confundir con la equidistancia, porque yo no propongo una visión equidistante con la guerra. El que es demócrata, es demócrata y el que no lo es, no lo es. No se puede mirar con equidistancia pero sí con ecuanimidad. El problema con personajes como Chaves Nogales es que no éramos conscientes del grado de contaminación que nos impedía ver que estaban allí. Y no lo veíamos porque la primera víctima de una guerra es la verdad y Chaves estaba más cerca de ella que los que escribieron mucho más tarde. Él trataba la ecuanimidad, no la equidistancia, porque no es un fascista: muere demócrata y muere en el exilio pero es la primera víctima de la política partidista, junto con Campoamor y otros. Hemos sido víctimas de la propaganda, de aquellos que creían que lo que había que decir sobre la guerra ya lo habían dicho Jiménez Caballero, Ridruejo o Alberti. A medida que el tiempo pasa esas voces se apagan y distinguimos en ese silencio voces nuevas.
En este empeño suyo, no sólo ha tocado Trapiello las voces de otros tiempos, también se ha despachado con las actuales, invitando a sus páginas a ese fresco de personajes que componen lo que los políticos dieron en llamar memoria histórica. Garzón, Ian Gibson, Savater e incluso él mismo pueblan las páginas de Ayer no más:
- Las novelas también son fruto del presente, te dan el pulso del tiempo. Necesariamente son contemporáneas. Hablo de ellos porque son personajes que tienen en sí el pulso de la realidad y como yo estoy en ella y quiero hacer una novela sobre ella, los nombro. Pero son personajes que también tienen un correlato fuera del país, confío en que el lector francés los comprenda.
El caso es que el escritor, como Gibson, como Garzón, es también un trabajador de la memoria. Cualquiera lo es, se diría, pero en su caso, con sus Diarios, sus ensayos y sus libros de ficción, estamos hablando de un autor especialmente memorialista. ¿Cómo trabaja con su propia memoria histórica?
- Lo soy pero, por los plazos, mis diarios son una cosa mucho más fácil de escribir. Al cabo de cinco años vuelvo sobre mis impresiones diarias. Es pura ficción también, mucho más libre, hay gente reconocible, gente que no lo es y gente que se equivoca en sus atribuciones. Es una novela de la intimidad pero que al mismo tiempo habla de la mía y de la del lector. Muchos me preguntan cómo es que llevo 10.000 páginas hablando de mi vida y les digo que es porque no hablo de mí, mi biografía da para página y media pero la vida de la gente es infinita.
Quizás al finalizar esta entrevista Trapiello regresó al escritorio y volvió a los Diarios. Ultima ahora un nuevo tomo que titulará Miseria y compañías y que define como "más de lo mismo". Y matiza: "Al que no le guste dirá: ¡Qué pesado! Mis Diarios son la construcción de una personalidad, son un ensayo, una novela, es algo híbrido y mestizo.
Antes de la despedida, retoma una idea:
- Yo hablo encantado de mis libros pero quiero pasarle la voz a los lectores, el autor no puede decir mucho más de la novela de lo que ya ha escrito, cada vez que habla la estropea. Normalmente la empeora y esta es una novela bastante elocuente.