Image: John Elliott

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Letras

John Elliott

"Es muy grave que muchos jóvenes catalanes piensen que la historia de su país termina a orillas del Ebro"

23 octubre, 2012 02:00

John Elliott. Foto: Begoña Rivas.

El hispanista británico publica 'Haciendo historia', un volumen en el que repasa su trayectoria profesional y analiza la evolución del oficio de historiador

Estamos en el año 1950. John Elliott (Reading, 1930) estudia en Cambridge. Apenas tiene 20 años. En un corcho de su facultad ve un anuncio. Se acerca sin saber que esa hojita colgada marcará el resto de su vida. Empieza a salivar cuando lee: "Viaje en grupo a España". Varios estudiantes inquietos habían organizado un tour por un país que por entonces despertaba mucha curiosidad en el orbe anglosajón. "Lo recorrí en un camión del ejército, durante seis semanas, durmiendo al raso entre olivares y en pensiones de tercera. Me impresionó mucho el país". Fueron muchos los detalles que le tocaron la fibra sensible. Pero hubo uno en particular que le conmovió. Delante del retrato que Velázquez pintó del Conde Duque de Olivares, expuesto en el Museo del Prado, sintió una especie de bofetón: el que le dio "esa encarnación inapelable de la arrogancia del poder".

Al volver a Inglaterra estuvo intentando recabar información sobre el personaje. No encontró apenas nada. Así que cuando tuvo que tomar la decisión de convertirse en historiador profesional intentó desquitarse esa frustración. Enmarcó sus investigaciones en la época de Felipe IV, centrándose en particular en la figura de su influyente valido. Sus desvelos entre nuestros archivos dieron como fruto libros esenciales para conocer aquel periodo: La España imperial (1963), La revuelta de los catalanes (1965), El conde duque de Olivares (1986)... Todo esto lo cuenta ahora Elliott en un peculiar volumen, Haciendo historia (Taurus), en el que mezcla el relato de su experiencia como historiador al tiempo que reflexiona sobre la evolución de su oficio y los nuevos retos que afronta. Entrevera pues una biografía profesional con el ensayo metahistoriográfico.

La tesis central que sostiene el veterano hispanista, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1996, es que la historia no conviene ser abordada de forma parcelaria. "Cuando empecé los historiadores se limitaban al estudio de la historia institucional, diplomática, política tradicional...". Fernand Braudel ("quizá el historiador más importante del siglo XX") le alteró por completo esos patrones reduccionistas. "Él supuso una revolución, al insistir en el estudio de la historia social, económica y política moderna", afirma Elliott, sentado en un sofá del Hotel Ritz. Elliott defiende la historiografía como una disciplina en la que se amalgaman diversos aspectos de la realidad. Prescindir de alguno de ellos deja el retrato de un periodo histórico falto de matices y contrapesos.

Es lo que denuncia que está ocurriendo con la educación de las nuevas generaciones en España. Un fenómeno que le parece especialmente "preocupante" en Cataluña. "Es muy grave que los jóvenes catalanes piensen que la historia de su país termine a orillas del Ebro, sin tener en cuenta los cinco siglos de convivencia dentro de la Península Ibérica y la monarquía española". Lo dice alguien que en los 60 se sentía muy cercano a los anhelos identitarios del pueblo catalán, que aprendió su lengua por solidaridad y simpatía hacia su causa, pero que ahora recela de la exaltación independentista de algunos sectores sociales y políticos que hasta la fecha se habían mostrado más templados en sus reivindicaciones. Y advierte a los nacionalistas que invocan Escocia como posible ejemplo de separación pacífica que el caso catalán y el escocés "tienen poco que ver". "El paralelismo es muy forzado".

Piensa Elliott que si Vicens Vives levantara la cabeza y pudiera ver las tensiones territoriales actuales se echaría las manos a la cabeza, desolado. "Él siempre luchó contra los estereotipos y los mitos románticos de la historia de Cataluña, en la que el victimismo jugaba un papel clave. Quiso preparar a los jóvenes catalanes para un mundo global y complejo". Esa labor, a jucio del hispanista británico, no ha cuajado. "Los prejuicios han resurgido y se agita una postura constante de agravio que no es nada sana, porque hace olvidar los fallos domésticos. No todo nuestros problemas son culpa de los otros", remacha.

Estas convulsiones hispánicas pueden azuzar la inquietud por cursar estudios sobre nuestro pasado en el Reino Unido, que en los últimos año estaba de capa caída, al quedar nuestra historia homologada con el entorno europeo. La normalidad, en general, no despierta interés. "También va por modas. Hay muchas fluctuaciones. En los 70 y 80 había un deseo muy potente por conocer la historia de España, sobre todo la Guerra Civil. Pero es verdad que ahora ha decaído".

En Haciendo historia, Elliott analiza los efectos de los avances tecnológicos en el oficio de historiador. Por un lado, encuentra ventajas: "Mi generación se ha pasado años encerrada en archivos, tomando apuntes con pluma, palpando documentos empolvados... Ahora es infinitamente más fácil llegar a lo que buscas". Pero, por otro, también ve riesgos: "El contacto con aquellos papeles facilitaba meterte en el contexto de la época. Y la abundancia de información está provocando que muchos historiadores se pierdan en los detalles". ¿Entonces la producción historiográfica contemporánea es más endeble que la anterior? "No sé, veremos". Elliott no se pilla los dedos pero proyecta una sombra dudas sobre los métodos actuales de contar la historia. Él, fiel a su modus operandi tradicional, sigue aspirando los venerables ácaros residentes en los archivos medievales. El año que viene, Marcial Pons publicará su compilación de la correspondencia cruzada por el Conde Duque de Olivares y el Cardenal-Infante Fernando de Austria (hermano de Felipe IV). A sus 82 años, este hispanista enjuto y de amables ademanes no descansa. Mala noticia para los manipuladores de la historia.