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Lo de menos, en el caso de Lagún, es el número de títulos disponibles (15.000 ejemplares), que cuenten con libros descatalogados, que huyan de las modas, o que, desde su fundación en 1968, hayan puesto a disposición del lector títulos inencontrables, por perseguidos entonces, de Sartre a Machado, de Lenin a César Vallejo. Que hoy se manejen bien en internet. Lo importante, lo esencial, es que desde que la fundaron Teresa Castells e Ignacio Latiero, esta librería donostiarra ha sido un refugio de cultura y libertad.



Durante la transición, Lagun sufrió varios ataques de los ultras de derechas, y a partir de los 90 comenzaron a ser incómodos, prescindibles, para los nacionalistas y abertzales. Los valientes gudaris intentaron quemar varias veces la librería, la sabotearon, rompieron cristales, hicieron hogueras con libros robados, extorsionaron a los posibles clientes y los acosaron con pintadas cargadas de amenazas. Lo peor, con todo, no fueron esas quemas fascistas de libros, sino que el 14 de septiembre de 2000 el marido de Teresa Castells, José Ramón Recalde, ex consejero vasco de Educación y Justicia, sobrevivió a un atentado: le dispararon a bocajarro en la cabeza, y sobrevivió para contarlo. Sólo entonces cerraron, pero para tomar impulso: abandonaron su sede original, en la Parte Vieja de San Sebastián y se marcharon al Ensanche. Ahí siguen, libérrimos, con un público joven, pero también con viejos clientes recuperados y sin miedo, al fin.