El escritor Yann Martel. Foto: E.C.
La película, que llega a las salas este viernes, partía de una dificultad: cómo convertir en imágenes el texto de Martel, cómo rodar la peripecia de un niño y un tigre dentro de un bote en alta mar. Es lo que pensó el escritor cuando Ang Lee le propuso rodarla. Desde Québec, la ciudad donde reside, aunque nació en Salamanca y creció en Costa Rica, Francia, México y Canadá, Martel cuenta qué se le pasó por la cabeza cuando le pusieron el proyecto sobre la mesa:
- Nunca pensé que La vida de Pi iba a llegar tan lejos y menos que iba a tener una adaptación cinematográfica. Es una novela que trata sobre religión y zoológicos escrita sin ironía o desdén por alguien que es miembro de una sociedad que desprecia la religión y los zoológicos. Québec es profundamente anticlerical y la mayoría de los urbanitas creen que los zoológicos son simplemente cárceles para animales. Sin embargo, mientras la escribía, estaba convencido de que se trataba de una historia maravillosa. Como su primer lector siempre estuve encantado con ella, pero a la vez me preguntaba quién iba a querer leerla.
- Casi todas las novelas son mucho más largas que la mayoría de los guiones. Rara vez se produce una adaptación perfecta de un libro a la pantalla. Hay mucho de La vida de Pi que tuvo que ser quedarse fuera para la película. Es normal y lo acepto. Estoy contento con el resultado, las imágenes son impresionantes y se mantiene fiel al espíritu de la novela.
En efecto, Ang Lee, acompañado de parte del equipo de Avatar, ha logrado que el 3D no sea una mera excusa para vender entradas. Al contrario, la película, sobre todo en las partes relacionadas con lo onírico y la fantasía, es un colorista derroche de efectos que promete marcar un antes y un después en esta nueva y con frecuencia sobrevalorada tecnología. No obstante, insiste Martel, la clave está en el mensaje del libro, un fondo que, estima, puede calar bien en mitad de la desorientación que se vive hoy en día, especialmente entre los más jóvenes:
- Cuando los lectores me piden que les firme su ejemplar de La Vida de Pi, a menudo escribo: "Quizás llegues a alcanzar la costa de México". Con ello no pretendo desearles unas vacaciones en ese país, más bien les doy la esperanza de llegar a algún tipo de salvación, a algún tipo de comprensión de su vida. Y eso es importante también para los más jóvenes, que hoy se enfrentan a grandes desafíos: una economía en crisis, la inestabilidad social, una educación cada vez más cara, la degradación del medio ambiente, y así sucesivamente. Cada uno de éstos es un Parker Richard que debe hacer las paces con la dificultad. Les deseo suerte para ello.
El viaje, en su sentido más elevado, el del viaje interior, es la clave de esta historia escrita por un autor que, precisamente, creció mudándose de un lugar a otro, circunstancia que influyó en la novela: "No escribo literatura de viajes, pero el viaje ha influido claramente en mi pensamiento y en mi sensibilidad. Sé que hay muchas maneras de ser y tuve la suerte de darme cuenta de ello desde pequeño, durante mis viajes. Viajar, como leer, abre la mente. No puedo imaginar ser la persona que soy sin esas influencias duales, viajar y leer". Su novela, tildada en muchas ocasiones de naif y hasta cursi, se defiende bien en estos momentos de sombras porque, soluciona, la imaginación funciona como un arma poderosa: "Si no tienes imaginación, no se puede imaginar una realidad diferente. La imaginación es el antídoto contra todo tipo de fascismo".