La rendición de Granada, cuadro de Francisco Pradilla, en el que aparece Boabdil frente a los Reyes Católicos y Gonzalo de Córdoba.



Antonio Soler rechaza en una novela el cliché de fragilidad que pesa sobre el último rey de Granada | En 'Boabdil. Un hombre contra el destino' recrea la amistad que forjó con el Gran Capitán, símbolo de la posible convivencia en la península arrasada por los fanáticos




Antonio Banderas estaba dándole vueltas a una película sobre Boabdil, el último rey de Granada. No se creía el cliché de monarca infantil y frágil que la leyenda le otorga. Y recurrió a su amigo Antonio Soler (Málaga, 1956). Le propuso escribir un guión a cuatro manos (ya habían colaborado en la película El camino de los ingleses, adaptación firmada por Banderas de la novela de Soler, ganadora del Nadal). La intención era no perfilar al personaje a partir de una visión occidentalizada. Así que ambos pusieron rumbo a los Emiratos Árabes, Arabia Saudí, Qatar... Buscaban financiación pero sobre todo decantar sus prejuicios frente a la población musulmana de allí. La película todavía no ha cristalizado. En el cine ya se sabe: hay que movilizar y coordinar demasiados medios (más en un largo con batallas, asedios de ciudades, edificios palaciegos...) y sin el combustible del dinero la mecánica no fluye.



La idea de escribir una novela se la advirtió a Antonio Soler la editora de Espasa Ana Rosa Semprún. "Hombre, ¿pero cómo no se te ha ocurrido?". "La verdad es que hasta ese momento no lo había pensado", explica el escritor malagueño a El Cultural. Siguió entonces profundizando en Boabdil. Un amigo suyo medievalista le dio varias pistas bibliográficas a partir de las cuales ir armando los contornos de su protagonista, tan tergiversado por propios y extraños. Ahora emerge de nuevo en la Boabdil. Un hombre contra el destino (Espasa). Una nueva para repasar su periplo biográfico, que desde luego da urdir una trama absorbente ambientada en los últimos compases de la reconquista.



"El gran reto que me impuse cuando empecé a escribir fue combinar el lado épico y colectivo de esta historia con los pormenores psicológicos de los personajes". Algo así como lo que hace tan magistralmente David Lean en otra película ambientada en el mundo árabe: Lawrence de Arabia. Boabdil vive también atravesado por mil dilemas. Su padre, Muley Hacén, es un belicoso rey que se reafirma únicamente guerreando. Mira a su hijo con desdén cuando lo ve cargados de libros: de poesía, de ciencia, de astronomía... La madre, Aixa, tampoco le ofrece ningún refugio: "Es una experta en intrigas. Intenta utilizarle para no perder sus privilegios en la corte". Ella, presuntamente, le espetó a la cara la famosa frase: "Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre".



"Es falso. Jamás le dijo eso", niega Soler. Boabdil se enfrentó a su padre, que con la toma de Azahara provocó el comienzo de la guerra de Granada (no fue el bando cristiano quien la desencadenó, como se suele creer). Las divergencias paternofiliales abrieron una lucha intestina en el seno de la monarquía nazarí. El príncipe era partidario de sobrevivir en la Península Ibérica como una especie de reino vasallo. No había muchas más opciones. El equilibrio de fuerzas estaba inclinado ya en favor de los cristianos desde su victoria en las Navas de Tolosa. Había que pagar una serie de impuestos a los reyes católicos para mantener su territorio a salvo. Pero ese sentido pragmático era contemplado por los intransigentes de su bando, con su progenitor a la cabeza, como una traición. Alá era demasiado grande para componendas con herejes.



Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán

La desconfianza de los suyos se acentuó cuando Boabdil fue apresado por tropas castellanas. Le tuvieron retenido ocho meses. "El rey Fernando mandó a Gonzalo de Córdoba para negociar con él porque sabía árabe". Fue en esos encuentros, en el castillo de Cabra (donde curiosamente el Gran Capitán también había estado encerrado) cuando se gestó la amistad entre los dos supuestos enemigos. Una amistad que es el pilar sobre el que se asienta la tensión dramática de la novela de Soler. "Ambos eran hombres de frontera, con suficiente conocimiento del otro como para no despreciarlo. Su relación simboliza la posible convivencia entre musulmanes y cristianos en la Península Ibérica, que no pudo ser porque al final los radicales arrasaron cualquier entendimiento entre ambas culturas, igual que pasó durante la guerra civil". Igual que pasa ahora.



Ambos militares ilustrados constataron que estaban unidos por lazos de identidad espiritual. La prueba más evidente de la confianza que les unió fue el pacto que alcanzaron. Boabdil se comprometió a continuar batallando contra su padre a fin de derrocarle. Los reyes católicos decidieron así liberarlo pero le exigieron antes que dejara en prenda a su hijo como garantía para el cumplimiento de su palabra. Boabdil, resignado, aceptó, pero exigió que su vástago quedara bajo la protección de Gonzalo de Córdoba.



El estallido de la guerra entre árabes y cristianos fue un duro golpe para los dos. Más para Boabdil, claro, que perdió la guerra. "Fue desterrado a las Alpujarras. Pero las estrellas negras que le perseguían desde su nacimiento (así lo acreditó un visionario al que consultaron cuando era un bebé) siguieron amargándole la vida. Su mujer murió a los pocos meses por una enfermedad. Él recibía noticias de que los pactos que pusieron fin a la guerra no se estaban cumpliendo en Granada. Los árabes que allí quedaban seguían sufriendo represalias. Al final vio que su situación era insostenible allí y se acabó asentando en el norte de África, en la corte de un pariente suyo".



Gonzalo de Córdoba, que acabaría siendo virrey de Nápoles, ganó la guerra pero no se sintió vencedor en ningún momento. Menos cuando los nuevos gobernantes cristianos de Granada se desentendieron de las cláusulas que les obligaban a respetar a la población musulmana. "Cuenta la leyenda que fue él quien escoltó a Boabdil hasta Motril, donde tomó el barco que le llevó a su nuevo destino". Aunque sólo fuera eso, leyenda, no estaría mal seguir el ejemplo.