Autorretrato de José Hierro



El X aniversario de su muerte, cargado de actos conmemorativos a lo largo de todo el año, toca a su fin | La efeméride ha servido para difundir, con diversas publicaciones, el talante poliédrico del poeta, que también cultivó la novela, el cuento, la pintura, la crítica de arte...




El 21 de diciembre de 2002 murió José Hierro. Ese día (y los que le siguieron) se le lloró mucho al poeta con fachada de mongol (algunos veían en él la rediviva encarnación de Gengis Khan, sin ínfulas de conquistador, eso sí). Los actos de conmemoración del X aniversario de su muerte, diseminados a lo largo de casi todo el año, han dejado bien claro que se le sigue echando mucho de menos. "Ha sido emocionante ver cómo se ha volcado todo el mundo", confiesa Tacha Hierro, su nieta y principal impulsora de los homenajes, publicaciones, conferencias... llevadas a buen puerto estos meses. El colofón se celebra esta tarde a partir de las 19 horas en el Conservatorio Profesional de Música de Getafe, con la presencia de muchos de sus amigos y colegas en el oficio de la escritura poética: Luis Alberto de Cuenca, Blanca Andreu, Paca Aguirre, Fernando Delgado...



No hay secretos en la unanimidad amistosa que concita la figura de Hierro. Como en pocos españoles, su biografía y su actitud representan con tanta nitidez el espíritu de conciliación. "Jamás renunció a explorar y manifestar el dolor que se le infligió en las cárceles franquistas [estuvo cuatro años y medio preso tras la guerra] pero nunca se lo reprochó o se lo lanzó a la cara a nadie", explica Fanny Rubio, escritora, catedrática de Literatura en la Universidad Complutense y miembro de Comisión de Conmemoración Hierro 2012. Sus palabras, en la conversación y en el verso, no se armaron en ningún momento como bofetadas lanzadas por el resentimiento, aun teniendo justificaciones de peso para albergarlo.



El poeta Antonio Hernández, otro de sus amigos participantes en la celebración de esta tarde (hablará de sus peculiares facciones físicas en conexión con su personalidad), recuerda esa capacidad de Hierro para tender puentes con el presunto enemigo: "Cuando le cerraron la tertulia que organizaba en el Ateneo, Angelina Gattel, Aurora Albornoz, Manrique de Lara y él, se la llevaron a la librería de Carmina Abril, en la calle Preciados, que era falangista. Qué paradoja, ¿no?, porque, sotto voce, se la conocía como la tertulia republicana".



Pero es que José Hierro, en sintonía con su rebosante humanidad, era un hombre que conjugaba paradojas con mucha soltura. Fanny Rubio rememora otra, definitiva. En 1947 publicó Alegría, un libro que incluía poemas escritos durante la estancia entre rejas que le procuró el cainismo nacional. En unas conferencias en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, una hispanista norteamericana le preguntó si el título se debía a algún tipo de celebración festiva.



- Yo estaba en la cárcel cuando lo escribí, señorita -le aclaró amablemente el poeta.

- ¿Entonces por qué lo título así?

- Justamente por esa razón -sentenció.



El primer verso de ese libro es "Llegué por el dolor a la alegría". Esa catarsis en el infierno purificó para siempre el alma de Hierro y no dejó nunca ya que se le incrustara el más minúsculo rescoldo de rencor. Pero la virtud de hacer confluir aparentes divergencias se extendía, más allá de lo ideológico, también a su trabajo y a su persona. Sus manos y su poesía son buenos ejemplos. Las primeras presentaban las asperezas del campesino o del albañil: Hierro cultivaba su huerto y había levantado su casa con ellas. Raras cualidades en un hombre de letras.



En la segunda también construyó puentes de comunicación cruciales entre corrientes a priori dispares. "Es cierto que en sus temáticas abundaban los conflictos sociales pero no se quedaba ahí. Avanzaba a través del misterio, la ensoñación y el símbolo hacia el territorio de la poesía culturalista", advierte Fanny Rubio. "Su compromiso era un compromiso engalanado", sintetiza Hernández. Seguramente de esos viajes de ida vuelta, de esa amplitud de miras, proceda la enorme influencia que ha ejercido en la poesía española. "Se proyectó en la generación del 50, en la de los 60 y en los novísimos", explica Hernández, que hace unas semanas presentó una antología bilingüe de la poesía de Hierro en la sede del Instituto Cervantes de Belgrado: "La sala, con una 200 o 300 personas, estaba llena. Pero es que además, a través de videoconferencia, siguieron la presentación otras tantas personas en un aula de la universidad. Me impresionó el interés que concita Hierro en los Balcanes. Esa antología, por cierto, copaba el escaparate de una de las librerías principales de la ciudad".



Este año, por aquello de la efeméride, ha sido próspero precisamente en lanzamientos de nuevos libros de (y sobre) Hierro. Hace unos meses, como arranque del programa conmemorativo, se presentó en el Ateneo Hierro ilustrado (Nórdica), un volumen que recogía una selección de sus pinturas acompañadas de poemas. El aniversario ha sido, de hecho, una buena oportunidad para sacar a relucir su talante poliédrico, que desborda las fronteras de la poesía. Hierro pintaba con mucha personalidad en sus trazos. "Empezó de muy joven, dentro de un estilo neocubista. Luego estuvo muchos años sin hacerlo. Fue un periodo de silencio creativo de casi 30 años [desde la publicación del Libro de las alucinaciones, de 1964, hasta Agenda, de 1991] en que tampoco escribía", cuenta Tacha. En los 90 retomó los pinceles y al final de sus años pintaba mucho más que escribía: "Escribir poemas le costaba mucho, se obsesionaba y los pulía durante años. En cambio pintaba con mucha fluidez, rápido, lo que no significa que no tuviera su técnica y que muchos de sus cuadros tengan una gran calidad". Fanny Rubio le recuerda dibujando con cualquier cosa, una ramita, una hoja embarrada...



Otra faceta que se ha puesto de relieve ha sido la de narrador. Hierro escribió cuatro novelas, una incluso la presentó al Nadal, La vida es el fin, pero la retiró voluntariamente porque se dio cuenta que reflejaba con "excesiva claridad personas y hechos que han estado cerca de mí". El Cultural mostró la semana pasada por primera vez sus páginas iniciales. Tacha reconoce que alguna editorial ya ha mostrado su interés por publicarla pero que aún no hay nada concretado. Sí se han publicado sus cuentos, género que también cultivó con devoción. Sin embargo, sólo habían aparecido nueve de sus relatos y en publicaciones muy minoritarias. Ahora la Universidad Popular José Hierro los ha aunado en un solo libro.



Y no quedan aquí las cosas. La editorial Síntesis ha agrupado en Los sentidos de la mirada. Convergencias sobre arte diversos textos escritos por él sobre artes plásticas, en los que reflexiona sobre Picasso, Tapiès, Miró, Barceló, Rafael Canogar, Manuel Millares, Palazuelo, Goya... Leemos ahí a un crítico de arte original y agudo. En fin, el aniversario no ha transcurrido en balde. Una conmemoración con ruido pero también con nueces. Buen ejemplo.