Sherman Alexie

Traducción de Daniel R. Gascón. Xordica. Zaragoza, 2012.



Conocí a Sherman Alexie (1966) hace quince años. Promocionaba su primera novela traducida al castellano, Indian Killer, y tuve oportunidad de charlar con él un buen rato en la cafetería de su hotel. Me sorprendió su implicación en asuntos nativo-americanos (pertenece a la tribu Spokane Coeur d'Alene) incluso por encima de su interés artístico; defendía además la "totalidad" de la creación literaria, mostrando su incomodidad ante encasillamientos como los de novelista, poeta, cuentista, guionista, actor... Y tal vez sea precisamente en esta última obra traducida a nuestro idioma donde de forma más taxativa se muestra su singular concepto literario. En Danzas de guerra encontramos relatos, poemas, una suerte de escritos supuestamente autobiográficos en forma de kafkiana (auto)entrevista, y otras composiciones literarias de complicada catalogación. En total, veintitrés piezas en las que vuelve a abundar en temas ya tratados por él, como La pelea celestial del Llanero Solitario y Toro, o Diez pequeños indios.



Hasta esta entrega no había leído ningún poema de Alexie y lamento escribir que los incluidos en el volumen no han logrado entusiasmarme. Si acaso el primero de ellos, "Límites" e, indudablemente "Hogar de los bravos". Algunos poemas, como "Después de construir la estrella de la muerte definitiva de La Guerra de las Galaxias de Lego", parecen más bien privados juegos narrativos; en otros casos la narración adquiere la forma de poema, como en "Oda a las novias de las ciudades pequeñas"; en "Jefe Joseph", encontramos un "experimento" formal, pues la interrelación entre narración y verso -de una sola palabra- se imbrican conformando un todo indisoluble. Tampoco he logrado captar, más allá de la experimentación narrativa, el verdadero sentido de algunas composiciones de vocación autobiográfica. Sí me parecen mucho más meritorios los relatos incluidos. El que presta su título al volumen, publicado anteriormente en New Yorker, participa de la referida vocación experimentalista y es uno de los mejores que he leído de Alexie. Narrado en primera persona, la historia se centra en los últimos momentos en la vida de un indio. Su hijo se encuentra junto a él en el hospital y ante la demanda de una manta porque el paciente tiene frío se inicia un recorrido sobre la realidad nativa en los Estados Unidos, aunque el relato acabe girando en torno al sentido de la vida.



Un cuento que me ha interesado especialmente es "Terrible simetría", que bien merecería ampliarlo hasta convertirlo en novela por mor de su protagonista Sherwin Polatkin. Sherwin pretende ser escritor -"Había escrito dos libros decentes y dos malos"-, guionista para más señas, e incluso logra engañar a un productor de Hollywood interesado en contar la historia de unos bomberos que perecieron en un incendio. Al final reconoce que había perdido el talento, "y, ahora que lo había hecho, se dio cuenta de que nunca volvería a escribir"(p.187).



También tienen un innegable valor literario "El hijo del Senador", "La balada de Paul Sinembargo" y "Sal". En todos encontramos gente corriente que está a punto de cambiar su vida. No ocurre nada especial -un joven se entera de que su mejor amigo es gay; un joven periodista encargado de los obituarios debe escribir el de su propio jefe...-; sin embargo, los pequeños acontecimientos resultan determinantes en nuestras decisiones. En todos ellos Alexie se muestra como un verdadero maestro al combinar en sus justas dosis tragedia y humor.