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Hubo un tiempo en el que "Follas Novas" parecía una de tantas pequeñas librerías gallegas, abrumada por el peso de otros establecimientos mayores de la ciudad universitaria que han ido desapareciendo con el tiempo. Era 1971 y su fundador y dueño, Rafael Silva, no podía imaginar que con el tiempo el local llegaría a ocupar 1000 metros cuadrados en tres plantas (el sótano está dedicado exclusivamente a los idiomas), y que atesoraría en diversos almacenes y en la librería un millón de libros. De ella gentes como Domingo García-Sabell han dicho que es la otra catedral de Santiago, la cultural y también Roberto Bolaño la mencionó en su novela 2666: "eran cosas de Roberto, buen amigo de la casa", recuerda con añoranza Silva.



Lo importante, sin embargo, es cómo "Follas Novas" revolucionó el concepto de librería: hace más de 40 años en Santiago los libros se exponían tras cristales, pero Silva, que había estudiado en Salamanca y en Roma, descubrió allí el placer de hojear y ojear novedades e incunables. "Eso fue lo que nos hizo crecer y crecer" hasta convertirla en la mejor librería de Santiago y quizá de toda Galicia. Hoy atienden a clientes de Hispanoamérica, a gallegos y a lectores del resto de España que buscan novedades o títulos perdidos. Y no hay redes sociales que valgan porque, como dice socarrón Silva, "lo que sí nos hizo muchísimo daño fue lo de las fotocopiadoras de hace 30 años. Esto de internet no lo notamos nada todavía".