Annabel Pitcher, contra el síndrome de la segunda novela
Tras el éxito de su primer título, que arrasó en varios países, ahora lanza su nuevo trabajo, Nubes de kétchup, escrito en mitad de las dudas sobre su vocación
8 mayo, 2013 02:00Annabel Pitcher.
Ahora ha vuelto a Madrid para promocionar su segundo título, Nubes de kétchup (Alevosía). Y reconoce a El Cultural que el año que ha estado escribiéndola ha sido el peor de su vida, en gran medida por los estragos del citado síndrome: "Tuve la sensación de haber abandonado un mundo, el de la enseñanza, sin haberme instalado en otro nuevo, el de la escritura. Me vi encerrada en mi casa, sólo hablaba con mi marido y con mis perros. Y empecé a sentir el agobio de tener que entregar un texto, dentro de un plazo determinado. Es cierto que me gustaba sentirme una escritora profesional, pero, por otra parte, me sentía desubicada y perdida".
A pesar de las turbulencias, consiguió cuajar su segunda novela, Nubes de kétchup, título que es metáfora "del bello caos que es el mundo" (la imagen brota por casualidad cuando la hermana pequeña de la protagonista mezcla el puré de patatas con kétchup y de repente se da cuenta de que ese informe aglomerado parece una sucesión de nubes). Como en su anterior novela, el punto de partida es un trauma. En Mi hermana... era el asesinato de una niña en un atentado en Londres, un varapalo que hace saltar en pedazos la armonía de una familia. Aquí es el amor que Zoe siente hacia dos hermanos, una atracción que desemboca en tragedia (hasta aquí podemos leer). Ella siente un lacerante sentimiento de culpa, que sólo alivia carteándose con un preso en el corredor de la muerte en Texas. Al fin y al cabo, piensa la adolescente de 15 años, sólo alguien así, con la conciencia marcada, puede entender su situación.
De este modo, la novela se estructura a partir de una secuencia de misivas dirigidas por Zoe a Stuart, que nunca tienen respuesta pero que a ella le sirven para aliviar su dolor y aprender a convivir con él. En definitiva, para ir madurando. Este excéntrico planteamiento tiene sin embargo una concreta correlación con la biografía de Pitcher, que durante una temporada, por mediación de Amnistía Internacional, sostuvo una intensa correspondencia con un convicto (sentenciado por haber cometido un asesinato), algo que escandalizó a su madre. "Mi intención era escribir una novela sobre la culpa. Siempre me ha acompañado, desde que era una niña. Y no sé muy bien por qué. En cierto modo, era una joven ejemplar, que tocaba el violín, hacía ballet, sacaba buenas notas, pero, no sé, me sentía culpable. Supongo que el hecho de que mis padres fueran muy religiosos tuvo su influencia. El cristianismo va aparejado a la culpa inevitablemente".
Annabel Pitcher parece ir aclimatándose ya a su nueva condición de escritora a tiempo completo, que en realidad siempre fue su sueño. Su madre era profesora de literatura. Creció rodeada de libros y, lejos de experimentar rechazo o sentirse abrumada por su presencia constantes en su infancia, los abrazó con extrema curiosidad. Luego estudió Literatura en Oxford. Empezó a dar clases de lengua inglesa en un instituto y, aunque le gustaba el contacto con los adolescentes, constató que así no llegaría a cristalizar su verdadera vocación. "No me sentía culpable por no escribir. Pero sí frustrada. Empezaba muchas historias pero nunca terminaba ninguna". Decidió marcharse a recorrer el mundo durante un año. "Fue maravilloso porque por fin era dueña de mi tiempo. Aunque para mi marido fue un poco aburrido porque me pasaba todo el tiempo escribiendo". Así nació Mi hermana..., una Young Adult Novel por la que se interesaron decenas de editoriales inglesas, a pesar de que fuera una completa desconocida.
Embarazada de cuatro meses, luce una pulcra y discreta sonrisa. Confiesa que ya tiene casi terminada su tercera novela, también con una adolescente como protagonista, que decide un buen día dejar de hablar y encerrarse en sí misma. "Es una reacción que a muchos nos ha tentado en este mundo ruidoso y tan competitivo". En teoría otra historia para adolescentes que están todavía forjando su personalidad, aunque ella insiste: "Yo escribo historia, lo mejor que puedo. No soy yo la que pone etiquetas a mis libros".