Sami Nair. Foto: Julián Jaén
La defensa de unos árboles en la Plaza Taksim ha alzado un huracán de revueltas en Turquía contra el Gobierno. Querían talarlos para construir un nuevo centro comercial y los ciudadanos de Estambul lo han impedido de momento. Los que se oponían sufrieron una represión desproporcionada por parte de la policía. Fueron acosados un día tras otro para que cedieran en su firmeza. Pero lo que consiguieron con tanto bote lacrimógeno y tanto manguerazo de agua a presión fue que los resistentes sumaran adeptos y mostraran los dientes. Y que saliera a relucir el rencor que guardan muchos turcos contra Erdogan, al que acusan de ir islamizando progresivamente las leyes y las costumbres del país. Para el politólogo francés de origen argelino Sami Nair lo de Turquía, "con sus especificidades", es un nuevo movimiento en el tablero de la primavera árabe, una oleada de agitaciones que ha provocado radicales cambios en la distribución del poder en el mundo árabe, tras la caída sucesiva de diversos sátrapas. Aunque los defensores de la democracia se han quedado con un regusto amargo. Después de tanta ilusión, partidos conservadores islamistas han salido victoriosos en las urnas. La lucha en la calle, espoleada por un ansia de mayores libertades, no ha tenido su traslación en las urnas. ¿Qué ha provocado tal cortocircuito? Sami Nair, que ha vivido in situ algunos de los levantamientos, intenta explicarlo en ¿Por qué se rebelan? Revoluciones y contrarrevoluciones en el mundo árabe (Clave Intelectual).
Pregunta.- ¿Por qué tras haber sido derribados los regímenes tiránicos por un pueblo ansioso de mayor democracia en las urnas han vencido partidos islamistas de corte conservador?
Respuesta.- Por dos razones. Desde Marruecos hasta Yemen, los partidos islámicos estaban mejor organizados políticamente y consiguieron movilizar a sus bases. Mientras que entre los altos niveles de abstención, de poco más del 50%, la gran mayoría eran partidarios de más democracia y de estados secularizados. Además, la gente más humilde votó a los únicos que les habían ayudado durante los últimos 30 años. Y esos fueron los partidos islámicos, que habían creado sistemas de cobertura social propios, al margen del Estado. Pero lo fundamental ahora es que las fuerzas seculares han quedado cara a cara enfrentadas con los intransigentes religiosos. Ese es el panorama novedoso que han creado las revoluciones. Antes los demócratas estaban escondidos tras los gobiernos autoritarios, que los mantenían sujetos advirtiéndoles que si ellos dejaban el poder llegarían los islamistas.
P.- Dicen que en la plaza Tahir no había mujeres. ¿Puede decirse entonces que los movimientos sociales que salieron a la calle aspiraban a la democracia?
R.- Eso no es así. Yo sí vi mujeres. Y hubo blogeras e intelectuales que jugaron un papel fundamental. En Túnez fueron determinantes. Pero esta es una cuestión clave. La juventud está con los valores democráticos, sin duda. Y eso marca la diferencia, porque estas sociedades son muy jóvenes. Los regímenes anteriores se preocuparon mucho de formar a los jóvenes y esta se ha imbuido de los sistemas de valores occidentales a través de internet. Todo ellos hablan dos idiomas. Los de Oriente Medio inglés. Y los del Magreb, francés. Una herramienta que les ha permitido entrar en lo que yo llamo la mundialidad.
P.- ¿Podemos enmarcar lo sucedido en Turquía, un país que sí posee una tradición laica de décadas, en la Primavera Árabe?
R.- El que conoce las ciudades magrebíes sabe que el peso de la religión en la sociedad no es tan fuerte. Son sociedades bastante secularizadas, no laicas. La separación entre religión y poder político está bastante asumida. Otra cosa es la esfera íntima, donde el islam es como un código ético al que se sujetan buena parte de sus ciudadanos. Lo que sucede en Turquía no es radicalmente diferente a lo que ocurre en el mundo árabe. Este país vive una reacción contra los abusos autoritarios de su gobierno, que pretende destrozar los resortes de su histórico sistema laico. En Túnez ya está sucediendo lo mismo. Todos los sondeos dan como ganador para las próximas elecciones a Nida, el partido secular.
P.- ¿Cree que Erdogan afronta una amenaza que puede poner en peligro su gobierno?
R.- No creo. Es simplemente una advertencia. Ahora sabe que no puede hacer lo que quiera. Es probable que en las próximas elecciones no pueda gobernar en minoría y que los islamistas tengan que maquillar su imagen creando partidos falsamente seculares, como han hecho en Túnez. Algo así como lo que hacían los partidos comunistas en el Este de Europa, que fundaban partidos socialistas y campesinos...
P.- ¿Si cae Asad, el poder en Siria caerá en manos de radicales islámicos?
R.- Al Asad no va a caer inmediatamente. El conflicto sirio es muy complejo y está adquiriendo un carácter mundial. Sólo si Estados Unidos y Rusia se ponen de acuerdo podrá haber una solución. Es posible que lleguen a un acuerdo que propicie una transición. A ninguno le conviene la destrucción del Estado actual, que podría convertir Siria en un nuevo Iraq. Lo que no va a aportar una solución estable es la intervención militar.
P.- ¿Las potencias occidentales han estado y están a la altura de las circunstancias durante esta mutación del escenario político en el entorno musulmán?
R.- Al principio protegían a los dictadores porque pensaban que eran los únicos que podían mantener la estabilidad de la zona. Ahora, una vez caído estos, están apoyando prudentemente a los movimientos sociales, advirtiendo que respetarán lo que digan las urnas. Sería muy importante que invirtieran en estos países, en infraestructuras, en su pequeña y mediana empresa... Eso permitiría compensar las desigualdades sociales, que es el problema esencial que padecen. Aunque también deben tener ya claro que son sociedades adultas y deben dejarles tomar las riendas de sus destinos. Aunque está claro que no podemos hacernos muchas ilusiones, dadas las dificultades que atraviesan las potencias económicas tradicionales. Pero Europa, por ejemplo, se está jugando mucho. A poco más de una hora en avión tiene abierto un mercado de 350 millones de personas, que pasarán a ser 500 en poco tiempo. Es una gran noticia que España sea el primer socio económico de Marruecos.