Una imagen de la última edición de la feria de autoeditados Libros Mutantes. Foto: E.M.



Un informático de una pequeña capital de provincias dedica su tiempo de ocio a escribir un libro. Cuando lo culmina, dos años y medio después, se gusta como novelista, cree que merece ser leído. Y entonces concluye: "No quiero que se quede en el cajón de una editorial". Así comenzó la odisea (no es gratuito el término) de Eloy Moreno, el autor del bestseller El bolígrafo de gel verde, que 13 ediciones después ha vendido más de 100.000 ejemplares y ha sido traducido a varias lenguas. Antes de convertirse en un fenómeno de ventas, Moreno decidió acudir a una imprenta para editar 300 ejemplares y se plantó con ellos en distintas librerías de su ciudad. No sin asombro, los libreros dejaron al debutante repartir cientos de marcapáginas en las puertas de las tiendas. El boca a boca del tipo que vendía su propio libro empezó a funcionar y se agotó la edición, así que imprimió otros 300 y, convertido ya en la comidilla de Castellón, se fue con la obra a Valencia como Jaime I, dispuesto a conquistar la FNAC. Aunque la superficie francesa se le resistió en un primer momento, finalmente los responsables de la delegación accedieron a vender su libro, y ahí empezó su gloria.



Moreno, que hoy está a punto de publicar su segunda novela, Lo que encontré bajo el sofá, para cuya escritura ha pedido una excedencia de un año en su trabajo, es el paradigma del éxito de la autoedición, una tendencia en alza también en el libro de papel desde que hace aproximadamente una década, con la consolidación de internet en los hogares, se democratizaron las herramientas del negocio editorial (diseño, maquetación...). A este factor hay que sumar las plataformas de marketing y publicidad que hoy son las redes sociales. En el caso de Moreno, que antes de fichar por Espasa vendió uno a uno 3.000 ejemplares de su primera novela, fueron fundamentales: "La gente acudía a verme a las librerías y me decía que venían del Facebook. La novela del Facebook la llamaban", se ríe el escritor. ¿Más? La crisis económica, que ha limitado la tirada de las editoriales (y la calidad de sus productos en muchos casos) y mermado los cachés, sumada a la aparición de plataformas para la edición a demanda como Bubok, ha terminado de impulsar el florecimiento de los ediautores.





En Estados Unidos el número de libros autoeditados ha crecido exponencialmente, un 287% desde el año 2006 tanto en papel como en digital, con celebérrimos éxitos como Cincuenta sombras de Grey. Datos como este se producen en plena lucha de los editores por adaptarse a un nuevo modelo, a una coyuntura de cambios constantes, y en la que los fabricantes de dispositivos, además, han colgado la placa de 'editores' en la puerta de sus despachos. "Tenemos que ser la flor que atraiga a las abejas, conseguir ser lo suficientemente atractivos para el público", arengó Anna Rafferty, directora editorial de Penguin, en el pasado Encuentro de Editores Europeos de la Casa del Lector, que tuvo como máxima la creencia de que hoy, más que nunca, su papel era clave. Al hilo, Santos Palazzi, de Planeta, admitió que, en un oficio que consiste en poner en contacto a alguien que tiene algo que contar con alguien que tiene ganas de escuchar, el buen editor sería aquel que añadiera valor al proceso". ¿Está reñida esta reivindicación con la autoedición? ¿Aportan los sellos las suficientes ventajas para el autor como para que a éste le merezca la pena que gran parte sus ganancias vayan a parar a terceros?



Para Moreno, la labor editorial sí es fundamental, y la prueba es que decidió quedarse con Espasa para su segundo libro. Sin embargo, considera la autoedición como el camino perfecto para darse a conocer. "Para facturar todo lo que vendí tuve que darme de alta como autónomo y como editor, era muy complicado. Además, por muchos libros en papel que vendas, siempre vas a tener una distribución limitada, mientras que una editorial te permite llegar a cualquier parte", compara.



Ahora bien, ¿Qué pasa cuando el ediautor no es un escritor amateur que quiere compartir sus historias con amigos y familiares -'vanity publishing', se denomina la práctica en el ámbito anglosajón- o un convencido, como Moreno, de que su obra debía llegar a la gente? ¿Qué ocurre cuando el ediautor es, en cambio, un escritor conocido que ahora quiere bailar solo? En plataformas de edición a demanda como la española Bubok, que acaba de cumplir cinco años y que tiene ya presencia en países como México, Colombia, Argentina, Suecia, Francia y Reino Unido, figuran también nombres conocidos de nuestras letras. Por ejemplo, Rosa Regàs, Eric Frattini, Carlos Cañeque, Alberto Vázquez Figueroa, Rafael Argullol... Otros, como los autores de Gomaespuma, decidieron reeditar por esta vía sus obras que, publicadas originalmente en sellos tradicionales, habían quedado libres de derechos.



El trabajo de Bubok, cuenta su director general, Sergio Mejías, consiste no sólo en brindar a estos escritores facilidades para la edición (el cliente decide la tirada y el precio, promociona y vende su libro desde la web de Bubok y recibe un 80 por ciento de beneficio) sino en lograr, además, que los libros lleguen al mayor número de gente posible. Con 77.500 usuarios registrados y 68.000 títulos publicados de todos los géneros y temáticas (26.000 de ellos son ebooks), la plataforma tiene ya acuerdos con instituciones como la Biblioteca Nacional o la Cervantes virtual, además de 300 librerías asociadas y un catálogo integrado en Amazon, Casa del Libro, Libranda... "Las ventas de libros impresos autoeditados han ido en aumento. Por ejemplo, en los primeros seis meses de 2012 se vendieron 34.208 libros en papel y en los primeros seis meses de 2013, 38.000", expone Mejías.



Son libros que no tienen ISBN, como distinguen desde la Federación del Gremio de Editores de España. Los ediautores -y seguimos barajando datos de obras en papel- que sí registran sus obras son menos, aunque la tendencia también es creciente: 6.146 libros registrados en 2008 frente a los 9.251 que se publicaron en 2011. En 2012, en cambio, la cifra bajó a 6.590, porque en ese año se empezó a cobrar por el registro de un libro y aquellos que no tenían intención de comercializarlo a gran escala optaron por no sacar un número.





Rafael Doctor dedica con pintura su libro autoeditado, Tormenta de amor



Existe otra forma de autoedición exquisita, la que liga el libro al objeto, al coleccionismo, que tiene su cita anual en la Feria Libros Mutantes, que nació en 2008 para dar a estos ediautores de obras relacionadas con el diseño gráfico, la imagen, la ilustración... la oportunidad de vender en un espacio físico. Aunque el nuevo boom del fanzine es hoy una realidad, desde Libros Mutantes se han percatado que es complicado que todas estas publicaciones militantes del papel pero surgidas en plena era digital tienen unas posibilidades de continuidad muy limitadas. Por este motivo, muchos de los autores o minisellos que antes se dedicaban a la obra impresa ahora comercian también con ropa o música. Todo autoeditado, la vuelta al 'Do it yourself' es común ya en la producción y distribución de cualquier disciplina artística.



El comisario de arte Rafael Doctor ha producido en su totalidad su libro La tormenta de amor. Tras haber publicado una novela con una editorial, trance del que salió escaldado, pues se sintió "mínimo" tanto por el ninguneo de la empresa como por la repercusión económica y la vida que tuvo la obra, quiso probar la experiencia de ser dueño de todo el proceso editorial, desde el contenido a la impresión de los 500 ejemplares, que luego personalizó pintando una a una las portadas con acrílico. "He jugado a lo que hablo dentro, estamos en una etapa en la que es necesario cambiar de rumbo, hacer cosas distintas. Me interesaba convertir el libro en un objeto único, desvincularme de la falta de personalidad de internet y trabajar sobre ese objeto", señala.



Como Moreno, también Doctor se apoyó en las redes sociales para difundir su publicación y ha conseguido colocar la tirada completa vendiendo cada ejemplar a 20 euros. Sin embargo, apunta un mal al que el autor que desee editar su material tendrá que enfrentarse: el olvido de la crítica y de los medios. "El crítico no te tiene en cuenta porque asume que al haberte autoeditado no has pasado por una criba que sí cumplirías de haber publicado en una editorial tradicional", sostiene Doctor, que tras esta experiencia ha fundado para seguir publicando sus obras el sello Ediciones Únicas. De vuelta al cambio de modelo y atendiendo precedentes de la autoedición que venden por miles, como Juan Gómez Jurado en el caso español, la crítica, cada día más atomizada, también tendrá que cambiar esta tendencia. Tal vez también las editoriales tengan que empezar a replantear el reparto de beneficios (el sello de cómics Caramba!, por ejemplo, ya va al 50% con sus dibujantes e historietistas), y eliminar el tradicional 10% que en papel se destina al autor. Quizá sea una alternativa para evitar la fuga de clientes.