Xordica. Zaragoza, 2013. 137 páginas, 13'95 €.

Aunque Estampas del valle se publicó en 1973, no ha perdido un ápice de interés, el que emana de la buena literatura. Su autor, Rolando Hinojosa-Smith (Texas, 1929), lo es también de una importante producción tanto en español como en inglés y de una fructífera y original serie conocida como Klail City Death Trip (El viaje de la muerte de Klail City). Estampas del valle es la primera obra del ciclo. El texto responde a su título y en él se muestran escenas y pequeñas historias que suceden en un lugar imaginario situado en el Valle de Río Grande, en la frontera entre México y Estados Unidos. El libro consta de cuatro partes que cambian de forma narrativa y muestran a un autor hábil que conoce la técnica y que busca el modo de interesar al lector: el manuscrito encontrado, la transcripción de grabaciones orales, la narración multiforme, el uso -variado y sutilísimo- del diálogo, la simultaneidad de los discursos o los juegos ficcionales son algunos de los recursos utilizados.



Las Estampas... recogen retazos de historias familiares, de amistad, noviazgos, matrimonios y amoríos, a veces cargados de violencia; momentos de la vida de personajes híbridos que se mueven en una zona fronteriza de la Historia, pero también del mundo y probablemente de sí mismos. Allí se perfilan los avatares de una raza autóctona que ansía mezclarse e incluso pasarse al lado gringo donde parece que la vida es más fácil. Es destacable, por su riqueza y variedad de registros, el uso del lenguaje: la mixtura del español de México y el inglés, de expresiones cultas y vulgares que reflejan el mimo de la escritura y la extracción social de los protagonistas. En pasajes memorables, el autor consigue que las palabras suenen y que se escuchen los diálogos. Son numerosos los tipos que se aprietan en estas instantáneas, tantos que a veces se desdibujan y se pierden en el conjunto. Entran, salen, reaparecen inopinadamente; algunos se asoman, miran con asombro la realidad o viven la vida con riesgo, en un terreno incierto, a caballo entre lo ficcional y lo real, expresándose en un idioma propio.



Lo que queda tras la lectura es el olor de una raza, el sonido de un lenguaje mestizo, un punto de filosofía a pie de calle y retazos de moral estoica dentro de un estilo muy personal en el que la ironía y el humor hacen el resto. Magnífica la idea de reeditar las Estampas del valle para acercárselas al lector español, aunque se podría haber evitado alguna errata.