Juan Pablo Fusi. Foto: E.C.

Todos los siglos son iguales ante Dios, dejó dicho Ranke. Sin embargo, los siglos XIX y XX, por lo cerca que nos tocan, por el hecho de que podamos reconocernos en ellos, nos parecen de una complejidad brutal. Arroja la reflexión y la cita el historiador Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945), que con claridad y precisión ha acometido la tarea de resumirlos en 300 páginas en el libro Breve historia del mundo contemporáneo, que acaba de publicar Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores. "Por supuesto que es una etapa compleja, hay episodios como el napoleónico que, durante los 20 años que dura, se lleva millones de muertos y produce siete guerras una detrás de otra. Se dan unos cambios radicales en el Antiguo Régimen, que se viene abajo. La figura de Napoleón, a la que siempre romantizamos, produce una serie de consecuencias en Francia, España, Polonia, Bélgica, Holanda... Y está el siglo XX, con las dos guerras mundiales, los fascismos, la Revolución Soviética, la descolonización... hay un aluvión de acontecimientos que nos confunden", expone Fusi.



No es que tras la publicación de Historia mínima de España Fusi haya sido poseído por un ímpetu sintetizador. Al contrario, continúa creyendo en la monografía, pero también es consciente de la necesidad de una nueva divulgación adaptada a los tiempos, de que el mercado del libro está cambiando como lo están haciendo los lectores: "Hoy tienen menos tiempo, además de una oferta audiovisual en Historia riquísima y a la vez entretenida. El libro electrónico, por otra parte, exige un formato más reducido, fuera de España se encargan libros electrónicos de menos de 60 páginas a historiadores muy buenos. Por otra parte, el libro se ha encarecido, las ventas han bajado... tanto desde el punto de vista editorial como desde el profesional es difícil una bibliografía copiosa y abundante, y esto también se nota en la Universidad", enumera el autor, para el que este volumen es, además, el avance de un proyecto futuro que publicará junto a otros historiadores.



No es la primera vez que Fusi reconoce que la síntesis es mucho más costosa que el estudio en profundidad de un acontecimiento o de un periodo. Dejar el siglo XIX inglés en diez páginas se averigua como una labor casi imposible. Para acometerla, ha acudido a la seguridad que le confieren la experiencia y, "por desgracia", bromea, los años: "Sólo es posible afrontarla si se tiene un conocimiento pleno de los temas que se tocan, porque la inseguridad lleva a dar más explicaciones. Para no mencionar en la Revolución Francesa a Hébert tienes que estar muy seguro de su importancia relativa. Puedo decir que hubo una gran conflictividad social en esa etapa pero no contar todas las huelgas", ejemplifica. Sin embargo, está satisfecho con el resultado y el lector sabrá apreciar que nada sustancial se le ha quedado fuera. Por sustancial entendemos las revoluciones americana y francesa, la etapa napoleónica, la revolución industrial, la plenitud europea desde 1880, la aparición de las masas, las guerras mundiales, la crisis de la modernidad, el mundo de la posguerra, la reaparición de Asia y África y América Latina...



No obstante, es en la secuencia de los hechos, en los puntos de énfasis, donde se aprecia la inevitable mirada del historiador. No es casual que el libro arranque con una cita de Tocqueville ("El estado social de los americanos es eminentemente democrático") y finalice con una de Keynes: "El problema político de la humanidad consiste en combinar tres cosas: eficiencia económica, justicia social y libertad individual". Deliberadamente, Fusi estudia en primer lugar la revolución americana, pues es la que lleva a un orden constitucional y estable, y no con la francesa, que desemboca en la violencia jacobina y en el golpe militar de Napoleón: "He puesto el énfasis en la construcción de un orden liberal constitucional democrático. Hay una corriente que desde las dos revoluciones, con muchísimas dificultades, concluye en que el orden ideal de la política en el XIX es el parlamentarismo liberal y en el XX, al menos desde 1945, la democracia. Aparece un XIX con mucha presencia de Gran Bretaña, mientras que el siglo XX es un siglo americano".



Integrado y moderado pero también escéptico, Fusi se identifica con una cita de Herbert Fisher y que reza: "Alguien más inteligente que yo ha visto en la historia un modelo, una trama, un desarrollo. Yo no veo más que una playa en la que una ola viene detrás de la otra". No es exactamente su caso, pero algo de verdad aprecia en esa reflexión: "¿Existe alguna lógica? En historia hay muchas causas pero no leyes fundamentales y eso le hace a uno vivir en el escepticismo. Hitler es la encarnación del mal, con ese final dantesco y todo el horror que son los 60 millones de muertos. Pero a la vez hay una revolución tranquila por debajo de los acontecimientos dramáticos".



Con ello se refiere el catedrático al crecimiento de la población y de la economía en la etapa abordada: "Desde Jesucristo hasta el XVIII, el producto interior bruto de la humanidad debió crecer un 0,1 por ciento; en los siglos XIX y XX, es incalculable lo que han aumentado la riqueza, el desarrollo, la tecnología, la alfabetización, la ciencia, industrialización... en ese sentido, se exige cierta prudencia a la hora de manifestarse sobre hacia dónde va el mundo".



- El libro llega hasta el presente. ¿Qué papel jugarán los cambios que ha impuesto la crisis económica en el futuro?

- Puede haber rectificaciones que no implican un cambio de modelo, pues este se produciría si desapareciera la economía de mercado. Lo que llamamos Estado de bienestar, esa especie de cobertura de medicina, pensiones, etcétera, existe donde existe desde el 47 para aquí. En el 29 no había ni vacaciones pagadas. El ciclo económico es mucho más amplio que la coyuntura que puede afectar al bolsillo. Va a haber rectificaciones, evidentemente, y está habiendo recortes, a corto plazo, por supuesto. A medio plazo, como decía Keynes, todos muertos. Un cambio de modelo es más profundo que las pensiones bajen el 0.9, el cambio implicaría que dejaran de existir. Hay que ver las cosas con cautela. A lo que no hemos vuelto es a pensar que hay volver a nacionalizaciones o a un control del Estado de todos y cada uno de los sectores económicos, a la planificación económica, a marcar objetivos desde el Gobierno a las empresas... eso sería un cambio de sistema.



- ¿Cómo sería una breve Historia de España en 2013?

- Veo el momento actual con preocupación tanto por la política, por los escándalos de corrupción, por el desafío del nacionalismo catalán, por la debilidad que padece el Estado español, por el cuestionamiento de determinadas instituciones... hay una exigencia de liderazgo fuerte, de ideas claras y no del confusionismo general ni del desgaste institucional, además de una demanda de condena a la corrupción. Hay una frase de De Gaulle que citamos mucho los historiadores y que dice: "La derecha carece de sentido de la Historia y la izquierda carece de sentido del Estado". Estamos un poco en esa situación.



- En el último periodo del libro se evidencia la pluralidad de potencias frente a la hegemonía de Estados Unidos.

- Si existe un hilo conductor en el libro es que detrás de la evolución de la sociedad del siglo XIX y XX está la idea última de democracia liberal política y que el XIX es británico y que el XX es norteamericano. Con una salvedad, la del último capítulo, que será muy provisional, esa pluralidad a la que se refiere. Frente a la crisis que vivimos, hay continentes que están creciendo muchísimo ¿Es posible que lo nuestro se esté viniendo abajo estrepitosamente? No lo creo, pero ahí están Japón, China, Corea del Sur, Indonesia, América Latina... Que acabemos los europeos como Suiza, siendo una cosa tranquila y ordenadita, no está tan mal. Hay países en los que el cambio es más vigoroso y eso es irreversible y vamos a un mundo más plural, con 10 países fuertes que tendrán que asumir sus responsabilidades. Por ejemplo, ¿Quién leía antes de la globalización literatura australiana o africana? Todo ese mundo que ha cambiado tanto desde el 60 para aquí también está cambiando en el equilibrio internacional. Se trata de desplazamientos de poder entre continentes y Estados, estamos ya instalados en la pluralidad.



- Uno de los desafíos actuales es el que representa el mundo árabe. ¿Cómo lo evalúa?

- Se dan unas situaciones caóticas de estados fallidos, de procesos revolucionarios de enorme incertidumbre. Existe una pugna por el equilibrio en Oriente Medio. Y está la reaparición de Turquía, el intento de Arabia y de algunos Emiratos de promover la hegemonía suní, de Irán de apoyar a los movimientos chiítas en todos los sitios... y se está dando la extensión del islamismo moderado y radical y, lo que parece más grave, varias de las experiencias desde 1900 en los distintos países árabes heredadas bien de modelos democráticos, bien de Estados basados en la fuerza militar-social, han acabado fracasando y tenemos una de las peores situaciones de vacío de poder y nadie es capaz de anticipar cómo se va a equilibrar.



- ¿Qué piensa del conflicto en Siria?

- La crisis de Siria me ha recordado a los orígenes de la I Guerra Mundial. En 1914, como todo el mundo sabe, se produce un atentado de unos jóvenes serbios contra el Imperio Austrohúngaro. Cuando Alemania exige al Imperio que intervenga contra Serbia, Rusia dice que intervendrá contra quien amenace a este país y lo mismo ha hecho con Siria. Nadie creyó entonces que aquello iba en serio y que se produciría la Primera Guerra Mundial. Nadie quiere una guerra, pero ese entramado maldito de alianzas y garantías puede complicar las cosas. ¿Qué pasa si además de una protección de Rusia a Siria se da, por otra parte, una intención de castigo contra este país? No digo que vaya a haber una conflagración mundial de este tipo pero siempre le suenan al historiador ciertos escenarios. Nadie pensaba que Inglaterra se iba a meter en Europa por un papelito. Si la descomposición de los Estados árabes ya era grave, esto ha complicado el escenario y exige una cooperación de las grandes potencias que van a anteponer una especie de orden a sus áreas de intereses particulares.



- ¿La lacra del terrorismo es ya una característica de nuestro tiempo?

- Siempre habrá historiadores que saquen estadísticas de que había más violencia antes. Sin embargo, la capacidad de acción terrorista es muy superior a la que podía tener el anarquista aislado. Muchos de estos países fallidos, sea Somalia, sea algunas de las ex repúblicas de la URSS, etcétera son muy peligrosos y favorecen los señores de la guerra y la violencia terrorista. No tienen unas líneas de contención. No hay Estados a los que combatir si hay una bomba en Nigeria puesta por grupos terroristas refugiados en el Sur del Sáhara. Salvo si hay un estado fuerte en Nigeria. Es una situación muy grave.