Inauguración de la sede actual de la RAE. Grabado de 1894.
Cuando acaben los actos de conmemoración del tricentenario de la Real Academia Española, quedará para la posteridad un compendio de sus 300 años de historia condensados en un volumen destinado a presidir estanterías. La lengua y la palabra surgió como catálogo de la exposición homónima que sintetiza los grandes hitos de la insigne institución en la Bibilioteca Nacional, abierta al público hasta el 26 de enero del próximo año, pero ha acabado trascendiendo la muestra con una treintena de ensayos sobre la historia de la RAE y la evolución de la lengua española en los últimos siglos.Al igual que la exposición, el voluminoso libro ha sido comisariado por los académicos Carmen Iglesias y José Manuel Sánchez Ron. Ambos lo presentarán esta tarde en la sede de la Fundación BBVA, que se ha encargado de su edición, junto a otros dos académicos y coautores del libro: Ignacio Bosque y Darío Villanueva.
Por la mañana han adelantado ante los medios el contenido de la presentación, articulada en cuatro temas de la treintena que se incluyen en el libro: la lengua como nexo entre España y América, a cargo de Carmen Iglesias; Sánchez Ron analizará la relación entre la Academia y el poder en sus tres siglos de vida; el secretario de la RAE, Darío Villanueva, hablará de los efectos que los avances tecnológicos tienen en el trabajo de la institución, e Ignacio Bosque hará un repaso a las gramáticas de la Academia.
Lengua común gracias a las repúblicas
A raíz de su estudio de las relaciones lingüísticas de España con Latinoamérica, Iglesias se ha mostrado muy sorprendida por un hallazgo: que los reyes españoles antepusieron la evangelización de los indígenas a la "hispanización" por medio del idioma, y que fueron las repúblicas independientes americanas las que "evitaron que la lengua común se quebrara".Durante tres siglos, la política lingüística de la monarquía española "fue indecisa", lo que supone "un caso único" en la Historia, porque "en el Imperio Romano, por ejemplo, lo prioritario era la latinización de los pueblos conquistados". Esto se debe, en gran medida, a que el papado otorgó la legitimación moral de la conquista de América a cambio de la evangelización de los indígenas. Muchos de los misioneros encargados de la enseñanza de la fe católica, de hecho, consideraban innecesario que los indígenas aprendieran español y, por contra, aprendieron e incluso confeccionaron tratados de gramática de las lenguas indígenas. Además, la población se dividía en pueblos de indígenas y pueblos para españoles y criollos, explica Iglesias. "Aún hoy hay muchos indígenas que no hablan español y en México existen más de 600 familias lingüísticas".
La verdadera extensión del castellano en América Latina llegó, pues, a mediados del siglo XIX, cuando las repúblicas hispanoamericanas impusieron el estudio obligatorio del español en las escuelas. En aquel momento, había 14 millones de habitantes en Hispanoamérica, de los que poco más de 2 millones hablaban el idioma común. A este respecto, Iglesias ha resaltado que "las lenguas comunes nunca se imponen por la fuerza, sino por el uso voluntario" y ha recordado que, en Estados Unidos, por ejemplo, el inglés no figura como lengua oficial, porque no es necesario darle un estatus legal que ya posee de facto.
La RAE, en el punto de mira del poder
Por su parte, José Manuel Sánchez Ron ha destacado que la RAE, por ser una institución tan influyente, siempre ha sido foco de atención, e incluso intromisión, por parte del poder. Carlos III fue el primer jefe de estado que metió mano a la Academia, de forma indirecta, como consecuencia de la Pragmática Sanción de 1767 con la que expulsó a los jesuitas de España -como ya había ocurrido en Portugal y Francia-, con el objeto de modernizar la nación, ya que "la orden jesuita tenía tanto poder que se había convertido en un Estado dentro del Estado", explica el académico. En aquel momento, dos académicos -y en sus inicios, algunos fundadores- pertenecían a la orden y tuvieron que abandonar tanto la RAE como el país.Tras la Guerra de la Independencia y la vuelta al absolutismo, Fernando VII intervino expulsando a algunos académicos y al director, por su relación con el liberalismo o su directa participación en las Cortes de Cádiz.
Siguieron las intervenciones políticas durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, que evitó el ingreso de su enemigo Niceto Alcalá Zamora mediante una norma que obligaba a nombrar a 8 académicos regionales representantes de las lenguas gallega, vasca, catalana, valenciana y mallorquina.
La victoria del Frente Popular en 1936 supuso la eliminación de la palabra "Real" en la denominación de la Academia hasta la llegada del franquismo, un adjetivo accesorio puesto que "la Academia surgió de la sociedad civil", explica Sánchez Ron.
Después de la Guerra Civil, Franco creó el Instituto de España, que aún existe, con el objetivo primigenio de controlar políticamente las ocho reales academias: además de la Española, la de la Historia, la de Bellas Artes de San Fernando, la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la de Ciencias Morales y Políticas, la Nacional de Medicina, la Nacional de Farmacia y la de Jurisprudencia y Legislación. En 1941, la RAE recibió la orden de destituir a seis académicos exiliados: Ignacio Bolívar, Niceto Alcalá-Zamora, Tomás Navarro Tomás, Enrique Díez-Canedo, Blas Cabrera y Salvador de Madariaga. "La Academia se dio por enterada de la orden, pero nunca la acató", explica Sánchez Ron, siendo la única institución que se atrevió a desobedecer una orden de este tipo durante la dictadura franquista.
Palabras para la historia
En referencia a la Academia y su relación con la Historia, Sánchez Ron ha manifestado: "A menudo algunos colectivos exigen, en algunas ocasiones con virulencia, la retirada de algunas definiciones por resultar ofensivas, pero nuestra labor no es la de reconstruir la historia, sino la de ser notarios del uso de la lengua", y ha citado algunos ejemplos, como "judiada", "hacer el indio" o "engañar como a un chino". Y continúa: "A veces se piensa que la RAE crea y promociona palabras injustas, pero no es así. La lengua también sirve para expresarse como un canalla. ¿Se imaginan un diccionario que sólo tuviera palabras bonitas?", y ha recordado que ese tipo de censura sí ocurría en el Diccionario de Autoridades, donde se evitaban palabras "obscenas e indecorosas". No obstante, ha reconocido que en la próxima entrega se enmiendan algunas connotaciones machistas, como una de las acepciones de "femenino", que define el término como "débil".La ponencia de Darío Villanueva versará sobre la incidencia de los avances tecnológicos en los usos de la lengua y en la labor de la RAE. Como adelanto, ha mencionado los cuatro hitos tecnológicos que en mayor medida han transformado los códigos de la comunicación: la invención del alfabeto en torno al año 3.500 a.C, la invención de la imprenta de Gutenberg, el nacimiento de la "comunicación eléctrica" en el siglo XIX, que supuso un renacimiento de la oralidad, y el surgimiento de la "Galaxia Internet", en 1995.
Ya plenamente instalada en la era digital, la RAE acaba de estrenar nueva web y avanza que el Diccionario, en lugar de ser impreso con versión digital, será digital con versión impresa, a partir de su 24ª edición. De momento, la próxima, en octubre de 2014, será la 23ª tras su publicación se celebrará un simposio internacional sobre la edición de diccionarios en la era digital.
"Cultura", el término más consultado
El secretario de la RAE ha anunciado, además, que la página web recibe de media 40 millones de consultas mensuales y que las estadísticas siempre revelan que la palabra más buscada es "cultura": "Es algo que nos enorgullece, porque denota el interés de los usuarios por conocer el significado del término, pero también indica que no tienen muy claro qué significa "cultura" hoy en día, algo que nos pasa a muchos".Como curiosidad, el único término que ha conseguido desbancar a "cultura" del primer puesto del podio es la palabra "majunche", en los meses de julio y agosto de 2012, coincidiendo con las elecciones presidenciales venezolanas. Este coloquialismo oriundo del país sudamericano, equivalente al "boludo" argentino y uruguayo, irrumpió en las búsquedas de los usuarios debido a que el presidente Hugo Chávez siempre se refería a su oponente, Henrique Capriles, usando este insulto.