El doctor Gustavo Pittaluga practicando una autopsia en presencia, entre otros de Teófilo Hernando y Gregorio Marañón, hacia 1910
Generación del 14: ciencia y modernidad. El título de la exposición que, desde mañana viernes y hasta el próximo 1 de junio, podrá visitarse en la Biblioteca Nacional, no podría ser más exacto. Ciencia, porque se trata del primer grupo, de la primera generación que incluyó entre sus miembros a científicos e ingenieros de todas las disciplinas. Modernidad, porque supuso -todo aquel quicio generacional: de Gómez de la Serna a Blas Cabrera, de Ortega y Gasset a Torres Quevedo- la irrupción definitiva de España, de la cultura española en la boyante escena intelectual europea.Hablamos de dos términos (ciencia y modernidad) que para Ortega equivalían a Europa. Y había que europeizar España ("Europa es igual a ciencia; y todo lo demás es común al resto del planeta", escribió). El remedio, así pues, prescribía un esfuerzo de modernización. Como destaca Antonio López Vega, coordinador de la muestra, aquella generación aspiró a lograr una "mayor justicia social" y, para alcanzarla, decidieron partir, anclando la mejoría en el progreso, de los elementos más frágiles de la sociedad española. A todos, añade el historiador, los unía, además, una "idea integradora de España que reconocía la identidad de las regiones, pero anteponía siempre un proyecto de vida en común".
José Manuel Sánchez Ron, comisario encargado del área científica, insiste, para El Cultural, en el mencionado trasvase entre humanismo y ciencia: "Fue sin duda la primera vez que se dio un diálogo así". ¿Pero por qué justo entonces? ¿Por qué el 27 lo forman estetas, el 98 literatos enraizados en la filosofía y el 14, a medio camino, un abanico tan amplio de científicos, escritores y filósofos? "Era el momento justo, el único posible -explica Sánchez Ron-. En España veníamos del desastre de las colonias y, con el tiempo, se achacó aquello a un retraso tecnológico y, por tanto, científico. A eso, además, hay que añadir el empuje del líder, de Ortega y Gasset, y su afán por europeizar España, que hizo que ese diálogo se diera también a nivel europeo, con colaboraciones en revistas españolas de figuras como Einstein, Heisenberg o Alfred Wegener". Ortega, en 1908, pondría por escrito, para el futuro, lo que ocurría entonces: "Muchos años hace que se viene hablando en España de europeización (…) pues no hay palabra que considere más respetable y fecunda que ésta, ni la hay, en mi opinión, más acertada para formular el problema español".
Ignacio Zuloaga. José Ortega y Gasset. Universidad Complutense de Madrid
Pocas exposiciones podrán saltar, en apenas unos metros cuadrados, de Juan Ramón Jiménez (en plena brecha generacional con la publicación de Platero y yo en 1914) al químico Enrique Moles o al entomólogo Ignacio Bolívar, y eso tras hacer una parada, muy breve, en las greguerías ramonianas. Ramón, por cierto, no podía faltar en el fresco de una época en que todo, ya se ha dicho, estaba ramonizado. En la cripta del Café Pombo paraban poetas, pintores o periodistas, todos bajo la inclasificable sombra de su líder -digamos- espiritual, quien posaba, casi siempre en el centro, junto a gentes tan variadas como Tomás Borrás, Bergamín o Gutiérrez Solana. La presencia insoslayable, sin embargo, por encima de todos ellos, es la del autor de España invertebrada. Y los comisarios, conscientes de ello, le otorgan un espacio singular en la muestra, a través de la cual se diseminan interesantes documentos cedidos, en su mayoría, por la Fundación Ortega-Marañón. El propio filósofo fundó el movimiento o le dio, al menos, la señal de salida: su conferencia Vieja y nueva política, del 23 de marzo de 1914, sería el manifiesto o ideario generacional que aglutinaría conceptos clave como ciencia, razón, universidad, cultura o investigación.
La exposición es anchísima: más de doscientas piezas (algunas inéditas) en las que cabe todo. Hay seis secciones: 1914, año axial, que reúne una veintena de libros y lienzos, con obras de Joan Miró o Pablo Picasso, entre otros; Una generación para la historia, que incluye un retrato de Ortega y Gasset, obra de Zuloaga, otro de Gómez de la Serna, de Vázquez Díaz, y otro de Juan Ramón Jiménez, de Juan Bonafé; Ciencia como preocupación nacional, en la que, además de algunos inventos, podemos encontrar dibujos originales de Ramón y Cajal y algún lienzo de Sorolla como retratista de su generación; Plenitud de una generación, en la que destaca el famoso retrato que le hizo Enrique Segura a Azaña, así como algunos manuscritos, como el de La rebelión de las masas; Realidad cultural plural de España, que contiene los originales de algunas revistas regionales de la época, como la vasca Hermés, o la gallega Nós y algunos retratos de, entre otros, Pompeu Fabra o Eugeni D´Ors; y Generación del 14 y América, en la que se pueden ver algunas cartas originales que reflejan la admiración que aquel continente despertó en quienes, como Pérez de Ayala, lo visitaron y vinieron diciendo que allí, también, hallaríamos el futuro.