A partir de El corazón helado (2007), Almudena Grandes concibe un magno proyecto galdosiano de Episodios de una Guerra Interminable, inspirados en los Episodios nacionales, adjetivo que no utiliza por connotaciones políticas. Con Las tres bodas de Manolita la media docena de novelas previstas completa su primera mitad, iniciada con Inés y la alegría (2010) y seguida por El lector de Julio Verne (2012), que es la mejor. Esta serie nace con el fin de contar episodios de la resistencia antifranquista en la posguerra, en obras de ficción basadas en historias reales.
En su construcción se armonizan varios procedimientos complementarios con el fin de redondear una novela que es ficción pero nunca pierde pie en la historia. A ello contribuyen estos tres: tomar hechos y personajes reales de la historia y tratarlos como tales (así ocurre al principio de esta novela, como un relato de no ficción); crear personajes de ficción y tratarlos como si fueran reales (es el caso de Manolita), y recrear personajes reales en la historia caracterizándolos y tratándolos como personajes de ficción (el escritor y anarquista Antonio de Hoyos y Vinent). Con frecuencia, un personaje aparece tratado con más de un procedimiento, como sucede con el comisario Conesa.
La novela consta de cinco partes, más un breve 'principio'. Las tres primeras son extensas y presentan distribución simétrica con cuatro capítulos cada una y narración alternante de Manolita en los impares y de un narrador omnisciente en los pares. Desde perspectivas complementarias y visiones diferentes, ambos narradores van completando una historia compleja que desarrolla la resistencia clandestina contra el régimen franquista en los años 40. Comienza con la necesidad de poner en funcionamiento dos multicopistas. Como nadie sabe manejarlas, un hermano de Manolita, escondido con su novia en un tablao flamenco, pide a la narradora y protagonista que se “case” con un preso apodado el Manitas por su habilidad para arreglar cualquier máquina. Aquellas bodas carcelarias eran encuentros donde los amantes estaban condenados a gozar en un cuartucho inmundo compartido con otra pareja y algunas cucarachas.
La vida de Manolita evoluciona desde la indiferencia de señorita Conmigo No Contéis hasta su solidaridad con los presos y sus familias y la lucha para sacar adelante a sus hermanos pequeños, incluida Isabel, esclavizada en un colegio de monjas bilbaíno. Hasta que, con Silverio condenado a redimir pena en la construcción del mausoleo de Franco en Cuelgamuros, Manolita ve premiada su tenacidad en la precaria pero amorosa existencia compartida con el hombre al que acabó queriendo. Si bien, pasados los años, los supervivientes de aquella tragedia sienten la amargura de sus vidas estafadas al ver la condecoración del comisario Conesa en la España de la Transición política.
La narración alternante permite combinar varias perspectivas en el relato de los mismos hechos y situaciones, pudiendo el narrador externo contar aquello que Manolita no ha conocido: por ejemplo, las dos primeras “bodas” de Manolita, contadas por ella en las partes II y III, y por el narrador externo, que adopta la visión de Silverio, en la IV. A través del narrador omnisciente pueden establecerse conexiones entre esta novela y las dos anteriores, por ejemplo en la infiltración del Orejas entre los republicanos exiliados en Toulouse (Inés y la alegría) o en las referencias al pueblo de Martos y la figura de Nino (El lector de Julio Verne, e incluso la autora, en el apartado de “Personajes”, adelanta el protagonismo de Los pacientes del doctor García, que será la cuarta de la serie. Las tres bodas de Manolita ofrece lo mejor del enorme talento narrativo de Grandes, si bien ganaría bastante con una buena depuración de materiales.