Caballo de Troya. Barcelona, 2013. 154 pp. 13'90 euros. Ebook: 8'90 e.

En el primer párrafo de esta novela hay un viajero, un dolor, una niebla y un bosque. Cuatro elementos que el autor ha puesto ahí a modo de advertencia: de ellos trata esta historia. El viajero, porque lo que se nos va a contar es un tránsito. El viaje de la vida que conocemos a la desolación absoluta. ¿Qué ocurrirá cuando la existencia ya no sea posible en nuestro entorno? ¿A dónde huiremos? El dolor es la consecuencia: abstracto o muy concreto, pero apocalíptico. Es una trama poblada de ecos: de La carretera de Cormac McCarthy, de cierta literatura española que sigue la línea familiar de Delibes y Cela y nos conduce hasta Jesús Carrasco y su reciente Intemperie, de la que es también hermana. Sin olvidar la crueldad de los cuentos clásicos, muy presente, y el cine, un medio que el autor conoce bien y que en ocasiones utiliza para reforzar el carácter visual, atmosférico, de ciertas escenas.



Lo notable en El bosque es grande y profundo es cómo a partir de tantos referentes reconocibles traza Darriba un mundo propio, desolado, duro, que nos sirve como metáfora de nosotros mismos. Pero nos quedan aún la niebla y el bosque. En mi opinión, la niebla es una alegoría de las intenciones del narrador al construir la trama. Ocultar para ir mostrando. Mostrar para hacer de ello la razón de ser de toda la narración. Las cosas en esta novela suceden despacio y en el terreno de lo metafórico. Por último, el bosque es un escenario simbólico, mítico, un espacio de transformación tanto como de peligro, como los bosques de los cuentos a los que hacen referencia los títulos de las distintas partes. Es un espacio anterior a la humanidad, o paralelo a ella. Esta primera novela del gallego Manuel Darriba (Sarria, Lugo, 1973) nos sorprende y nos zarandea. Bienvenida sea.