Elena Poniatowska.
Un "buenooo" arrastrado, con un deje lento, muy marcado. Algo cansada, la voz de Elena Poniatowska (París, 1932) suena con dulzura al otro lado del teléfono. Son las 12 de la mañana en México y la escritora lleva ya un rato concediendo entrevistas. Los locales, los periodistas de allí, llaman directamente a su casa. Elena, "La Poniatowska", entrevistadora, reportera, novelista, cronista de un México en proceso de descomposición, siempre los atiende. Ahora publica nuevo libro: El universo o nada (Seix Barral), una biografía "completamente veraz" de su marido, el "estrellero" Guillermo Haro. Se acerca, además, la entrega del Premio Cervantes, ceremonia en la que comparecerá con toda su prole, incluidos los nietos. Pide para ellos, para los más pequeños de su familia, "un cubierto junto a las infantas", y lo pide soltando al final una carcajada muy tímida, como si no se atreviera a reír del todo. Da la sensación de ser una mujer bienhumorada, contenta con su vida y, por tanto, con su literatura.No es la primera vez que escribe sobre su marido: ya lo hizo en La piel del cielo, novela en la que, confiesa, le colgó a Guillermo "algún que otro milagrito". Lo de ahora, en cambio, es una biografía de verdad, sacada casi al completo de unos archivos conservados en su casa. "Me sentí muy mal -nos dice- cuando la gente, tras La piel del cielo, empezó a atribuirle todas aquellas fantasías a Guillermo, así que decidí contar toda la verdad". Esa verdad ha dado como resultado un libro directo y sincero en el que se aprecia, ante todo, una admiración indisimulada: la que siente a veces el humanista, tan pequeño, frente a la mente totalizadora del científico: "De Guillermo me fascinó siempre su pasión, su compromiso con la ciencia. Él fue un hacedor de ciencia. Él quiso crear ciencia en un país del Tercer Mundo en el que se pensaba que había que importarlo todo de EEUU". Poniatowska recuerda, conmovida, cómo era la convivencia con su esposo: "Yo me sentaba a menudo junto a él, me sentaba allí a admirarlo, y así aprendí a amar a México, a través de él, y supe, gracias a sus enseñanzas, cosas que de otro modo hubieran quedado muy lejos de mi alcance."
En El universo o nada la escritora recorre, con profusión de detalles históricos, la formación de un hombre completísimo, astrónomo asombrado con Calderón y La vida es sueño y fuertemente influido por Darwin. Fue la de Guillermo Haro una vida dedicada a la ciencia y a la astronomía, disciplinas en las que buscaba él la resolución de todos los misterios. Vivió en medio de mil turbulencias. "Guillermo nace en medio de todas las desgracias, con un México muy dividido, muy sacudido y eso yo creo que condicionó su vida", comenta Poniatowska, quien comienza el libro relatando los sucesos de la Decena Trágica de Ciudad de México, unas revueltas que dejaron cientos de cadáveres por las calles y un país conmocionado. Años después, el niño perdería a la madre, desgracia que marcaría para siempre su existencia, haciendo que subrayara en público, siempre que fue necesario, su segundo apellido: Barraza.
Poniatowska cree que de aquel México viene este, su heredero. Y no es demasiado optimista con el legado: "Creo que hay grandes mexicanos, gente con una capacidad creativa inmensa, pero sin embargo México no ha logrado cuajar ni alimentar a todos sus hijos".
Juan Villoro ha escrito, en relación a la autora de La noche de Tlatelolco, que "ninguna bibliografía contiene en forma tan extensa la sinceridad ajena". En eso, en la sinceridad de todos sus retratos, ha querido situar Elena Poniatowska el busilis de su literatura, una literatura que, a menudo, buscó documentar la realidad, aprehenderla en todas sus contradicciones. Así que cuando habla de literatura, lo hace también, acaso sin querer, de periodismo: "Mi literatura está completamente ligada a la vida de mi país. La realidad de México es avasalladora. Es muy difícil permanecer ajeno, fuera de ella, porque entra por todas partes, por la puerta, por las ventanas, y suceden cosas que no suceden en otros países, como terremotos, estallidos, levantamientos... no se puede permanecer ajeno a todas estas manifestaciones, ya que son más importantes que uno mismo".
-¿Es México hoy, entonces, un lugar propicio para hacer periodismo?
-Pues no lo sé. De momento, puedo decirte que es el país donde más periodistas son asesinados, el país más peligroso para los reporteros. Aquí se abrió la Caja de Pandora del narcotráfico, de la guerra contra el narco, y se han puesto en peligro muchísimas vidas.
Apenas ejerce ya de periodista, pero Poniatowska tenía, en tiempos, fama de cronista preguntona, incisiva y sonriente. La sonrisa, blandida por ella para quitar caretas, resplandecerá, seguro, dentro de poco más de un mes en la entrega del Premio Cervantes.
-¿Cómo se siente ahora, que ha pasado algo de tiempo desde que le dieron la noticia?
-Aún estoy en proceso... sé que va a cambiar toda mi vida y la de mi familia; bueno, lo que me queda de vida, que ya no es mucho...
Se le ensombrece la voz, pero sabe que aún le queda fuelle. Prepara una novela y tiene en mente al menos siete más. "Cada nuevo libro irá dedicado a un nieto distinto", dice, entre risas. Ya lleva dos; el último, el de Guillermo Haro, fue para Inés Haro Buxadé, la mayor de todas. A la entrega del Cervantes irán sus diez nietos. Con ellos desea vivir, de cerca, toda la alegría de esa fiesta: "Sobre todo es importante para ellos. Yo ya estoy de salida, pero ellos están de entrada y ese recuerdo puede ser maravilloso".