Acrópolis

Trad. Edgardo Dobry. Anagrama. Barcelona, 2014. 540 pp. 29'90 e.

Renombrado helenista italiano, Luciano Canfora ha querido sintetizar en este gran libro (cuyos muchos detalles no podemos enumerar) lo que fue casi un siglo áureo de la Atenas de Pericles y Demóstenes, viendo como esa gran parcela de la historia de los helenos -la gloria de Atenas y su corto imperio, como cuna de la democracia, de la filosofía, de la gran oratoria o del teatro- ya desde muy antiguo y hasta tiempos recientes, especialmente en la filología alemana del XIX (recordemos al gran Wilamowitz-Moellendorff)- en parte dio gran luz a la vieja Hélade, pero también fue algo reinventada, en principio como espejo al que se mirara la gran Alemania imperial y en adelante... Extraigo algunas frases claves en el libro sabio y abierto de Canfora: "El mito de Atenas es, en verdad, inagotable". Y otras: (Atenas era) "una república aristocrática". O: "el valor inestimable del conflicto como detonante de energía intelectual y de creatividad duradera, que es quizá el verdadero legado de Atenas y el alimento legítimo de su mito".



El mito de Atenas no es fábula pero (repitámoslo) es un mito forjado desde la época de Alejandro que aspira a verse como su continuador y engrandecedor y desde la época romana, cuando Atenas carece de todo poder pero es una de las ciudades cultas del Imperio ("universidades" las llama Canfora) donde acuden a estudiar todos cuantos aspiran al poder o a las letras. Cicerón estudió en Atenas y Adriano también. El llamado "siglo de Pericles" -que duro algo menos - resulta fulgente. Pero ¿era democracia -según la entendemos hoy- una ciudad de unos 350.000 habitantes, donde sólo 20.000 tenían derecho a voto, pues hay que excluir a las mujeres, a los esclavos y a los metecos (o extranjeros) aunque llevaran tiempo viviendo en la ciudad? De más está decir que la mayoría de los con derecho a voto pertenecían a las familias patricias, por eso pudo señalar Max Weber que la democracia ateniense era "una camarilla que se reparte el botín". Parece duro. Pero Canfora insinúa después mayores distancias: ¿No sucede algo parecido ahora con nuestras democracias modernas? Sí, Atenas sentó un método democrático -lejos de Esparta, por ejemplo- pero ¿lo cumplió? También Roma se convirtió en un Imperio con un autócrata, aunque guardara muchos elementos de la antigua República, como el Senado. Volney -mucho antes- había sido más duro: "Sin los esclavos, veinte mil atenienses no hubieran podido deliberar todos los días en la plaza pública". El viejo Platón de La República terminó lejos de aquella democracia. Atenas es la base del helenismo que se expande con la cultura helenístico-romana, fue casi toda la Antigüedad un centro de saber (como una Salamanca helénica), derrotó a los persas -antes que Alejandro- y sentó las bases coloniales con su poder marítimo, pero acaso ese poder de unos pocos escogidos se usó tan torticeramente como se hace hoy mismo…



Se dice (como hoy que hay "antiyanquis") que existía un partido antiateniense en todo el mundo griego, del que fue portavoz Estesímbroto de Tasos, que habla como algún personaje de las comedias de Aristófanes, al que tampoco le gustaba el sistema. En El mundo de Atenas está el esplendor de cierto de Atenas, sus fallos y la inmensa utilización posterior de todo, en un libro tan largo y rico, que sólo admitiría (fuera de la generalización) una minuciosa crítica académica. Atenas no es todo, pero todo -mejor y peor- sale finalmente de Atenas que cierra teóricamente su ciclo áureo, tan continuado, con la muerte de Demóstenes en el 322 a. C., exactamente un año después de la muerte de Alejandro en Babilonia. Lo vemos: final y principio. El libro es sabio y está bien traducido, apenas se le escapa al traductor un "samos" por "samios", es decir los habitantes de la isla.