Jorge Volpi. Foto: Archivo.

"¿Fuimos nosotros? ¿De verdad? (...) Por supuesto no lo hicimos solos, se necesitó el concurso prolongado de miles, tal vez millones de voluntades cómplices -o ambiciosas y sedientas, o ciegas y estúpidas- a lo largo de tres lustros, políticos irresponsables, aviesos banqueros, burócratas internacionales sin escrúpulos, académicos e inversores tan embrutecidos por Hayek y Friedman como yo, y por supuesto un número incontable de ciudadanos anónimos, tan ingenuos como avariciosos (es muy probable, querido lector, que tú seas uno de ellos), pero en cualquier caso nos pertenece la idea original, la semilla o el disparador de la hecatombe".



¿Quién es el que habla? ¿Bernard Madoff? ¿Jordan Belfort? ¿Hal Francis? Ninguno de ellos, querido lector: su nombre es J. Volpi y, según Jorge Volpi, su creador, "podría parecerse a cualquiera de los villanos que conocemos, pero no es ninguno de ellos en particular".



Digamos, pues, que J. Volpi es un misterio.



Un día aparece el manuscrito de una autobiografía. En él se da cuenta de la historia del siglo XX. O mejor dicho, de la historia económica del siglo XX: "Al final la economía lo condiciona todo; propicia o evita la desigualdad y, por tanto, condiciona el desarrollo de la historia", nos dice Volpi, el escritor, que ha estado dos años enteros peleándose con gruesos manuales de economía para escribir Memorial del engaño (Alfaguara), la novela que tenemos entre manos: "Yo no tengo ninguna formación económica, así que escribí este libro un poco para entender la crisis". Y la entendió. Y construyó este edificio literario que se erige, en sus casi 500 páginas, sobre una estructura metaficcional entre dos historias, la del padre y la del hijo. Por aquí asoma el cadencioso relato de saga judía a lo Saul Bellow. Por allá la novela de espías a lo John Le Carré. Las piezas encajan en un molde creado por el fraude. Sin fraude y, sobre todo, sin huida no habría sido posible la autobiografía. J. Volpi huye y, en paradero desconocido (un lugar de la costa, desliza), decide contar su versión. La envía y se la publican. El engaño se consuma. Sobre sus vástagos, a quienes deja atrás, declara: "Un buen padre, en mi opinión, es aquel que huye de sus hijos cuanto antes."



-Un individuo deleznable.

-Claro que lo es. J. Volpi es un cínico y, por tanto, es muy crítico con todo. No tiene ningún empacho moral. Se educó para ser un inversor de ideología neoliberal guiado por esa triada de héroes que forman Ayn Randt, Hayek y Friedman.



J. Volpi es, sobre todo, el omnisciente filtro (a)moral de esta historia. Es la piedra angular de este catálogo de estafas, de este muestrario de trampas, de todas y cada una de las ratoneras literarias con que el lector va topando, a saltos, entre la Gran Depresión y la caída de Lehman Brothers.



Dos tramas, decíamos, y una familia. La del hijo es la historia del boom del capitalismo financiero a partir de los años ochenta. La del padre, un relato negro de espías durante la Guerra Fría. La caza de brujas, la delación, el miedo, la vigilancia al fondo, como en una oscura esquina de la habitación, del inquietante senador McCarthy. Comunistas por todas partes y un país por reconstruir tras el Crack del 29. "En realidad es tan solo una historia del capitalismo -explica el autor de En busca de Klingsor-, de los lados más oscuros del capitalismo en dos momentos muy significativos de su historia".



-¿Es una novela de izquierdas?

-Pues no lo sé; yo sí soy de izquierdas. En todo caso es una novela sobre el engaño. Se nos ha hecho creer que las decisiones económicas son muy técnicas y por lo tanto son incomprensibles para los ciudadanos, pero en realidad son decisiones casi siempre políticas e ideológicas.



Reconoce el escritor que se hallaba aquí ante dos retos: por un lado, encontrar el narrador correcto y, por otro, dar con el aparato metafórico que tradujera mejor el idioma económico al literario. La solución se la dio la mentira:



-Engaños, engaños privados y engaños públicos. Esa es la metáfora. Es una historia de familia, de padres e hijos, de los engaños que se dan en el seno de la familia, y todo ello en el marco de los engaños que propiciaron la burbuja financiera y luego la crisis; eso además de los engaños que se dieron a partir de la Segunda Guerra Mundial y que nos llevaron directos al capitalismo moderno.



Se nos ilustra, así pues, sobre un amplio anecdotario económico, si bien las revelaciones técnicas están medidas, dosificadas. El narrador interpela a su lector; le dice: si usted, lector, sabe lo que son los derivados financieros es que es de los míos; si, en cambio, no lo sabe, perdóneme porque eso significa que lo engañé.



Y hay más. ¿Sabían ustedes, por ejemplo, que JP Morgan ostenta el honor de haber creado (inventado) el primer swap de riesgo de la historia? Volpi lo imagina así: tras una juerga monumental, los jóvenes y ambiciosos matemáticos de la compañía se reúnen para diseñar un préstamo a la petrolera Exxon. La multinacional necesita un crédito de 5.000 millones de dólares para reparar los daños de un gigantesco vertido al mar. Entonces a alguien se le ocurre la genial idea de vender la línea de crédito a un tercer socio. "¡Brillante! ¡Brillantísimo!", gritan todos. El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) es ese tercer socio que se hace cargo del crédito a cambio de una comisión. Todos ganan. Exxon obtiene su dinero; el BERD, su comisión; y JP Morgan no tiene que desembolsar ni un dólar. No hay riesgo. Ese invento, a la postre, al aplicarlo a las hipotecas subprime, haría estallar el mercado por los aires. Fue, reconoce el narrador, "nuestro virus asesino".



El último y más inocente engaño de la novela es de corte sexual. J. Volpi, el villano, coincide (curiosamente) con los viejos comunistas libertarios a la hora de valorar la moral burguesa de los capitalistas: "El capitalismo sobrevalora el sexo. ¿Qué razón hay para tasarlo y limitarlo como si, por el mero hecho de acostarse con alguien, uno se sumase a su patrimonio?" Sexualmente, J. Volpi no es de nadie, y sus mujeres han de compartirlo, la mayoría de las veces con hombres que gustan de saborear un sole meunière mientras escuchan la Turandot. Su homosexualidad, qué duda cabe, es otro engaño.



Y cuando todo estalla, cuando se destapan todos los fraudes, surgen las justificaciones. Es la hora de los cobardes. Lo advierte Jorge Volpi, el escritor: Acorralado, "J. Volpi lanza su crítica contra las trampas y los engaños, pero no contra los cometidos por él, sino contra los cometidos por todos los demás". Y termina: "Es entonces, y solo entonces, cuando lanza su visión de aquellas estafas que llevaron al hundimiento al sistema capitalista-neoliberal. A esa utopía feliz de los mercados desregulados".