Marguerite Duras

La autora de El amante habría cumplido cien años este 4 de abril. Tratemos de empezar por el principio para mitigar el flujo narrativo informe, sin principio ni fin, que atacaba a esos novelistas del tiempo de Marguerite Duras: Natalie Sarraute, Alain Robbe-Grillet, Beckett o Michel Butor. Busquemos pues, un punto de partida cronológico para la escritora de la rue Saint-Benoît. Marguerite Germaine Donnadieu, hija de dos profesores franceses de la comunidad blanca en Indochina, nace un 4 de abril de 1914, en Gia Dihn, en los arrabales de Saigón, un territorio enmarcado por el río Saigón y el delta del río Mekong.



La madre de Marguerite, Marie Legrand, caerá gravemente enferma cuando la niña tiene pocas semanas y será repatriada a Francia. Durante los siguientes ocho meses, la recién nacida es cuidada por sirvientes vietnamitas. Tiene algo más de un año cuando regresa la madre, pero entonces es el padre quien parte a Francia por disentería grave. Pasará dos años lejos de la familia para regresar como director de una escuela de Hanoi. Marguerite tiene tres años cuando se trasladan a una casa junto al lago de Hanoi. Allí descubrirá el poder de la naturaleza con sus dos hermanos, el perverso y el amado. El padre morirá pronto y la figura materna representará en adelante la violencia de los esfuerzos infructuosos, la humanidad sufriente, la furia sin apaciguamiento. En Un dique contra el pacífico (1950) Duras escenifica las luchas de su madre, amada y odiada, para salvar unas tierras anegadas, y ya presenta en claroscuro la sombra del amante chino.



A partir de aquí, el paisaje dominante en la memoria de Marguerite Duras, será la Indochina colonial. Ese territorio de origen, la esencia de lo durasiano, ya convertido casi en un tópico, como indica Laure Adler, constituirá el centro de la mitología de Duras. "Los ponzoñosos esplendores de Saigón, la ciudad cautiva, el misterio de la ciudad china, caldero de vicios prohibidos, las avenidas bordeadas de tamarindos, las mujeres blancas agotadas por el calor, las mujeres anamitas encantadoras, cortejadas por los blancos, despreciadas por las blancas", así describe Adler la Indochina de Duras que ya no existe, pero de la que la escritora hizo una arqueología esencial.



Desde la publicación de su primera novela, Les impudents, hasta la aparición de El amante, en 1984, en les Éditions de Minuit, que obtuvo el Premio Goncourt, habían pasado cuarenta años. Marguerite Duras -el nombre de pluma es un homenaje a la comarca del padre- tiene ya 70 años cuando alcanza la gloria definitiva.



Clarividente, forjadora de una voz que tiende a ser respiración y al mismo tiempo extrañamiento, resistente comprometida y a veces cuestionada, amiga de Mitterrand, casada y separada de Robert Antelme, el deportado que regresó casi cadáver de los campos de concentración, alcoholizada a conciencia ("vivir con el alcohol es vivir con la muerte al alcance de la mano", dijo), fue también dramaturga y cineasta. Cuando aparece El amante, Duras ya ha construido, libro tras libro, un discurso sobre el cuerpo y el deseo al tiempo que sus personajes pierden fácilmente los contornos físicos.



Antes de que aparezca nítidamente en la narrativa durasiana lo que ella llama "la imagen absoluta", el encuentro entre la joven de quince años con el rico hombre chino de la limusina negra, en el transbordador que cruza un brazo del Mekong, ya ha sido una constante en sus obras el retorno a los espacios del origen, a veces metamorfoseados en vagos lugares de la India o Japón. La aproximación a lo extranjero es para ella una pregunta sobre la identidad nunca resuelta. Lo vemos en el guión de Hiroshima mon amour, en El arrebato de Lol V. Stein (1964), en El vicecónsul (1966),en La femme du Gange (1973), o en el texto dramático y más tarde película, dirigida por Duras, India Song (1973). El destino errante de algunos personajes, extenuados y perdidos, es clave en su obra. Con El amante de la China del norte (1991), cerrará un círculo.



El otro eje temático es el relacionado con la segunda parte de su vida: la militancia en Francia, el dolor por la detención de su marido por la Gestapo, la maternidad y las vivencias del París ocupado. Marguerite Donnadieu había desembarcado en Marsella con 18 años, para estudiar Derecho en París. La madre invierte en el futuro de la hija exótica e inteligente todos sus ahorros. Marguerite vive en una pensión familiar y su vecino de cuarto es Jean Lagrolet. Con él descubrirá el teatro de Antonin Artaud, las conferencias de le vieux colombier, la conciencia política. Lagrolet le presenta un día al escritor Robert Antelme. Deslumbramiento y matrimonio en 1939. Juntos se instalan en la calle Saint-Benoît, más adelante refugio de resistentes vinculados a Mitterrand, entre ellos, Dionys Mascolo, amante de Marguerite, con quien tendrá a su hijo Outa.



En el verano de 1944 Robert Antelme y su hermana Marie-Louise son detenidos por la Gestapo, en casa de ésta, en la rue Dupin. Antelme será enviado finalmente a Buchenwald, y con el armisticio regresará con vida de las entrañas del horror. Parte de ese período descarnado y complejo, fermentó en libros como El Dolor (1985), justificación o reinvención del oscuro asunto Delval, cuando Marguerite se convierte en espía y se deja seducir por un agente de la Gestapo para recabar noticias de su marido; Los cuadernos de la guerra, publicados póstumamente en 2006, con bocetos de ese tiempo crucial, y Le Bureau de poste de la rue Dupin, unas esclarecedoras entrevistas entre Marguerite Duras y François Mitterrand, inicialmente publicadas en "L'autre journal", entre julio de 1985 y abril de 1986, y recopiladas por Gallimard en 2006.



Ocurre en la obra de Duras que la presencia del alcohol adquiere la fuerza de una irremediable fatalidad. Beberá con Gérard Jarlot, el escritor con quien vive un amor tormentoso, germen de Moderato Cantabile (1958), fusión de muerte, alcohol y erotismo. "El alcohol está unido al recuerdo de la violencia sexual", declara en La vie matérielle (1987). Se hundirá en el alcoholismo en su casa de Trouville, con Yann Andréa, su último amor. De esos delirios junto al mar y de esa unión desesperada nacerá Los ojos azules pelo negro (1986). Yann Andréa, cuarenta años más joven, la acompañó durante los últimos 16 años y hasta su muerte en 1996. Extraños compañeros, sumergidos en alcohol y en el vértigo de escribir.



Lo kafkiano, lo durasiano: pocos autores logran un vínculo indisoluble entre su escritura y su ser profundo. Ella llegó a preguntarse en los últimos años al releerse : "¿Esto es Duras, o no es Duras?"

"No fuimos héroes". Duras y Antelme

En 1943, Robert Antelme, de 26 años, redactor en el Ministerio de Información francés, entra en la Resistencia. La amistad le decide. "No fuimos héroes", recordará Marguerite Duras, casada en aquellos años con Antelme, "la Resistencia vino a nosotros porque éramos gente honrada". En 1944 es detenido por la Gestapo y deportado a Alemania, al igual que su hermana Marie-Louise. Las etapas sucesivas de su viaje tienen nombres ominosos: Buchenwald, Gandersheim y Dachau. En El dolor, Marguerite Duras relata los días de abril de 1945 consumidos en la espera de Robert, en la pesadilla sobre su retorno. Hallado en Dachau, despojado de su identidad ("un Ecce homo sin sujeto, muestra de nadie, muestra no de un hombre, sino el Hombre reducido a su esencia irreductible", escribirá años más tarde Dionys Mascolo), es sacado del campo por sus amigos. Durante el viaje de regreso, "infernal y maravilloso", febril, no parará de hablar de su experiencia, de intentar enunciar la verdad que sobre lo humano entraña. Un año después trabaja en la escritura de La especie humana, libro publicado por vez primera en 1947. La última edición en español, de Arena Libros, es de 2001.