Carlos García Gual

Turner. Madrid, 2014. 204 páginas, 19'90 euros

Carlos García Gual (1943), catedrático de filología griega, traductor de los grandes clásicos, investigador de amplios saberes, se declaraba hace poco en una conferencia, "experto en sirenas". De esa oceánica y poliédrica especialidad surge este magnífico juego de citas cruzadas, Sirenas. Seducciones y metamorfosis.



Las míticas sirenas de la Grecia antigua, hijas del río Aqueloo y de una musa (que pudo ser Melpómene, o Calíope o Terpsícore); las sirenas de la Odisea que trataron de hechizar a Ulises; las cantoras de la isla de Antemoesa, emboscadas para seducir a los argonautas, salvados por el canto de Orfeo, tal como contó Apolonio de Rodas; Giovanni Bocaccio y las sirenas de su enciclopedia mitológica o la visión del erudito castellano Pérez de Moya; la recreación victoriana de los argonautas de Charles Kingsley y William Morris; y la evolución de las sirenas mitológicas a las mermaids y ondinas románticas, o de Melusina y Loreley a La pequeña sirena de Hans Christian Andersen. Todo resbala y fascina en estas visiones de las criaturas acuáticas que propone García Gual, un viaje "a sus curiosas representaciones en el imaginario occidental", un recorrido por las mutaciones de sus rasgos y su percepción simbólica a través de la historia.



García Gual desenvuelve incansablemente su hilo conductor, también en el análisis de las recreaciones pictóricas: las sirenas voladoras de las vasijas áticas, la bella mujer pez, inmortalizada por Waterhouse, o el cuadro de Ulises, de James. Las sirenas pasaron de ser medio pájaras a medio peces y desde el siglo VI en la iconografía aparece alguna con cola de pez, pero todavía con patas de ave, imagen que va a persistir hasta el siglo XII. Del mundo subterráneo del Hades al subconsciente colectivo, estas criaturas tienen la virtud de dejar intacto el misterio y permanecer en los sueños de niños, artistas y pensadores.



Naturalmente, persistencia a lo largo del tiempo de la interpretación alegórica de la sirena como símbolo de la feminidad indómita. El reclamo erótico de las bellas acuáticas en el romanticismo se condensa en las palabras de Andreas Krass citadas por el autor: "Lo seductor y amenazador de la mujer está representado en la figura romántica de la ninfa, que busca alejar al hombre de su patria y su esposa".



Pero el libro del helenista, autor de Epicuro (1981), Diccionario de mitos (2003), y traductor de la versión más interesante de la Odisea, no es sólo una colección de relatos encadenados en el hilo común de las seductoras del agua, presentes también en La Motte Fouqué, en Wilde y Lampedusa, hasta llegar a la genial historia de una sirena castellana, relatada por Ignacio Sanz o a la sirena feliz de De Cuenca. No es tampoco un compendio de pensadores contemporáneos que han tratado el tema, como Blanchot. Cabe también la desmitificación, tal como se observa en una pieza teatral de Walcott. Un Ulises andrajoso viaja en una balsa cuando le asaltan dos mermaids y él las rechaza: "Sois muy hermosas: pero sois pescados que hablan".



Porque, aunque el desarrollo de esta obra es un torrente en el que convergen vibrantes perspectivas de diferentes épocas, la obra de García Gual es un texto vivo, bien escrito, de una frescura intelectual que convierte la erudición en un río literario que nos arrastra, ilustra y entretiene. Por utilizar la imaginería del tema, el libro ha podido estar redactado en escamas de sirenas, acuático, ágil, resbalando de unas aguas a otras, siempre con el canto de las sirenas de fondo, y una coda final sorprendente.