Detalle de un tomo de la Biblioteca Románica. Foto: Sergio González Valero

Setenta años han pasado ya desde que Hipólito Escolar, Valentín García Yebra y Julio Calonge, a quienes se sumaría poco después Manuel Oliveira, se juntaran para crear un proyecto loco: la editorial Gredos, que venía a paliar, con suma modestia, la exigua presencia de textos latinos y griegos en España. La Segunda Guerra Mundial y, aquí, la guerra civil, habían convertido nuestro país en poco menos que un páramo y la adquisición de Clásicos Anotados y Bilingües era una tarea imposible. En este contexto, explica Carlos García Gual, creador y director en 1977 de la histórica Biblioteca Clásica de Gredos, la editorial "nació con una voluntad didáctica: editaba algunos textos griegos y latinos para la enseñanza media, y, por otro lado, era fundamentalmente una editorial de importantes libros de Lingüística y de Crítica literaria". Pronto su ejemplo cundió y otras editoriales se lanzaron, a su rebufo, a la conquista de un terreno, el educativo, en el que entonces eran prescriptivos al menos siete años de estudio de latín.



Aquellos textos escolares financiaron, durante un tiempo, la actividad de la editorial, que no tardó en abordar proyectos más sólidos, de amplio recorrido, como la Biblioteca Hispánica de Filosofía, de Psicología y Psicoterapia, o la de Ciencias Económicas, y, por supuesto, la primera entre las importantes: la Biblioteca Románica Hispánica, fundada y dirigida por Dámaso Alonso y en la que, según recuerdan con orgullo desde la editorial, "no hay escuela o tendencia lingüística que no se halle debidamente representada". "La Biblioteca Románica fue -explica Manuel Martos, director, desde 2007, del sello de la cabra hispánica- una apuesta por la lingüística y los estudios literarios como disciplinas científicas, con la publicación de los diccionarios de María Moliner y Joan Coromines y el descubrimiento del Diccionario de autoridades". Sin esas grandes obras de la lexicografía sería muy difícil entender hoy el legado de aquel proyecto que, definitivamente, puso a Gredos en el mapa. "Hablamos de una época en la que la Lingüística - tanto la Lingüística histórica como la estructural- tenía un enorme predicamento académico y una enorme influencia en otras áreas del saber", recuerda García Gual.



La BRH iba dirigida, por su nivel, a profesores, especialistas y bibliotecas universitarias, y se benefició enormemente de la relación de Dámaso Alonso con numerosos expertos del campo filológico, como Amado Alonso, Carlos Bousoño o Lázaro Carreter. Otro factor que fomentó el éxito de la biblioteca fue el auge del hispanismo en América, motivado, en aquel tiempo, por el trabajo de tantos profesores españoles que se instalaron allí por motivos políticos o por la ausencia de perspectivas ilusionantes en la universidad española.



Con altibajos y algún que otro fracaso comercial, como las colecciones de Filosofía y Economía, pero, en general, con un sólido avance propiciado por volúmenes como los antecitados, se llegó al siguiente gran hito de la editorial Gredos: la Biblioteca Clásica, de la que ya van 411 tomos que todos asociamos hoy con el azul oscuro de sus tapas. La Biblioteca sigue en marcha bajo los mismos criterios editoriales y, entre sus publicaciones más recientes, están las tanto tiempo esperadas Metamorfosis de Ovidio o el octavo tomo de los Discursos de Cicerón.



Fue García Gual quien convenció García Yebra y a Calonge para que abordaran aquel gran proyecto que pretendía "reproducir, en lengua castellana, todo el legado escrito del mundo clásico grecolatino". El catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense recuerda ahora que la BCG "significó una nueva apertura, una ambiciosa apuesta hacia la difusión en traducciones de todo el legado grecolatino, algo que ya Ortega y Gasset, muchos años antes, había considerado la gran tarea pendiente de nuestra cultura". Para el prestigioso helenista, que asesora desde entonces la colección por la parte griega, "en España, el interés por los textos clásicos fue siempre reducido, y, desde el siglo XVII al XX, nuestro humanismo fue exiguo, en contraste con otros países de Europa". Junto a García Gual, formaron parte de aquel proyecto José Javier Iso, José Luis Moralejo y Sebastián Mariner, este último hasta el momento de su fallecimiento. A la vez que corrían malos tiempos para el humanismo, empezaron a aflorar especialistas y cultivadores de las lenguas griegas y latinas, lo cual hizo que el prestigio de la colección fuese en aumento. "Fue y es el proyecto más ambicioso, emblemático y perdurable de la editorial -sostiene Martos- y no tiene parangón en ninguna otra lengua, ni siquiera en inglés". La BCG siempre ha tenido un claro interés totalizador, una admirable pretensión de publicar tanto a autores mayores como menores. ¿Por qué? "Por la loable ambición de publicarlo todo".





Carlos García Gual, catedrático de Filología Griega e impulsor de la Biblioteca Clásica. Foto: Bernabé Cordón



Arrinconamiento de las humanidades

La editorial Gredos se ha tambaleado pero sin caerse, pues ha tenido que lidiar durante las últimas décadas con el progresivo decrecimiento del interés por las humanidades. Esto generó en la editorial una importante crisis económica que vino a solventar RBA con la compra del sello en 2006. Sin perder su identidad, Gredos ha lanzado últimamente importantes proyectos, como la Biblioteca de Grandes Pensadores, que reúne en 38 volúmenes las obras esenciales de los más importantes filósofos de Occidente desde el siglo IV a. C.; o, en el ámbito lexicográfico, la tercera edición del Diccionario de uso español o el Diccionario de sinónimos y antónimos. Y sigue adelante, aunque la crisis tenga, según parece, difícil solución. Martos es claro al respecto: "Hay una frase famosa que dice que toda la historia de la filosofía es una nota a pie de página de Platón. Así es también con la historia de la literatura, que no es más que una nota a pie de página de los clásicos grecolatinos. Lo que prima cada vez más es el pensamiento mercantilista, es decir, la falta de pensamiento, a partir del error craso de que la cultura no crea riqueza". Eso se traslada a la educación, que ha visto, con el paso de los años, cómo las humanidades pasaban a ser optativas, y en algunos caso prácticamente inexistentes según en qué programa de estudios.



En el mismo sentido, opina García Gual que "leer a los antiguos no sirve para ganar más dinero, y la cultura no es rentable de modo pragmático". Así pues, a los educadores de empresarios de éxito les cuesta entender que estos autores "ofrecen una perspectiva amplia de la existencia humana, desarrollan el pensamiento crítico y el gusto por los valores como la comprensión, la mirada crítica, la imaginación, la memoria, etc., amplían el horizonte de la existencia, pero no ayudan a medrar ni -en el contexto actual- a conseguir poder". Y concluye el profesor: "La estrechez mental, la vulgaridad, el populismo, ayudan a triunfar. El humanismo ayuda sólo a vivir de manera consciente y a salirse de un presente opresivo y ruidoso. Leer bien requiere tiempo y silencio, lujos raros para muchos".