Antonio Garrigues Walker en su casa de Madrid, en la década de 1980
La luz amable de la tarde atraviesa el patio central de la sede del bufete Garrigues, un edificio rectilíneo y cristalino de la calle Hermosilla de Madrid. En su despacho de la última planta nos recibe el hombre que ha convertido la firma en un emblema de la abogacía en nuestro país, que actualmente cuenta con 1.800 profesionales en su plantilla. Siempre cerca de los centros de decisión políticos y económicos de España, Antonio Garrigues Walker (Madrid, 1934) ha sido "testigo clave de medio siglo de nuestra historia". Así reza el subtítulo de su biografía, escrita por los periodistas Carlos García-León y Borja Martínez-Echevarría, que acaba de publicar Ediciones Península.A sus 80 años, no quería aún Garrigues Walker dar voz a la memoria. "Todavía soy joven, ¿por qué no esperamos un poco?", le dijo a los autores del libro, que acudieron a él con una propuesta tan convincente que no pudo negarse a dejar que contaran su vida, confiesa. Pero el abogado, que hace algunos años dejó el despacho en manos de los socios Fernando Vives y Ricardo Gómez, advierte de que esta es su historia personal y no la de la firma Garrigues. "Quería que esta biografía fuera lo más objetiva posible, no un panegírico, pero en algunos temas se han pasado...". Se refiere a su único y estrepitoso fracaso, cuando decidió meterse en el mundo de la política. Fundó en 1982 el Partido Demócrata Liberal (PDL), que en 1984 se disolvió para integrarse en el Partido Reformista Democrático (PRD) dirigido por el nacionalista catalán Miquel Roca, actual abogado defensor de la infanta Cristina en el Caso Nóos. "Quise ser alcalde de Madrid y no llegué ni a concejal", reconoce el abogado. "Pero no me quejo, aprendí mucho de esa experiencia, ningún esfuerzo grande es estéril".
Esa es posiblemente la única mancha en un expediente profesional cuajado de éxitos. Bajo la dirección de Garrigues Walker, el despacho que fundaron su padre y su tío, Antonio y Joaquín Garrigues Díaz-Cañabate, ha llegado a convertirse en el más grande de España y de Portugal y tiene una importante presencia en el extranjero. Además, Garrigues Walker ha asesorado a grandes multinacionales y al Gobierno español como experto legal en inversiones extranjeras.
La vocación internacional de la familia Garrigues se remonta a la época en que su padre fue embajador de España en Washington -allí conoció a su esposa, Helen Walker- y trabó buena amistad con el presidente Kennedy y su familia. Quizá esta complicidad entre ambas familias haya influido para que a menudo se haya trazado un paralelismo entre el papel de la familia Garrigues en España y el jugado por los Kennedy en Estados Unidos, explican los autores de la biografía.
Antonio Garrigues Walker con la ex primera dama de Estados Unidos Jacqueline Kennedy en el Spanish Institute de Nueva York.
No obstante, lo que mejor se le daba al joven Garrigues era jugar al fútbol. El Atlético de Madrid quiso ficharlo pero su padre se negó. Decidió estudiar Derecho por pragmatismo más que por vocación, pero luego se fue enamorando de la profesión a la que ha dedicado y sigue dedicando su vida entera. Ahora, ya retirado de la primera línea de mando, dedica sus mayores esfuerzos a los ámbitos de la investigación y la educación jurídicas, y sigue trabajando como miembro de incontables organizaciones y fundaciones, como la Comisión Trilateral, la Asociación para el Progreso de la Dirección -que dirigió entre 1976 y 1982-, ACNUR y Transparencia Internacional.
- ¿Qué significa ser un liberal profundo?
- Ser un liberal consiste en defender todas las libertades, tanto las grandes como las pequeñas, y defender al individuo de la opresión inevitable de los grandes poderes de la Tierra: religioso, financiero, cultural... Además, si eres liberal debes serlo en todo, lo cual es un imposible absoluto.
- ¿Ha mejorado en los últimos años la percepción que la sociedad tiene de la abogacía?
- La imagen de la abogacía ha tenido épocas muy malas, pero en cuanto nos hemos ocupado de eso las cosas han cambiado, y en este sentido debemos reconocer el mérito de Carlos Carnicer, presidente del Consejo General de la Abogacía Española. En las encuestas de valoración de profesiones, antes estábamos por debajo de la media y ahora, por encima.
Antonio Garrigues Walker en los Cursos de Verano de El Escorial de 1990, junto a Francisco Umbral, Jaime Ostos y el vidente Rappel, entre otros.
- Usted ha sabido compaginar su perfil profesional con sus inquietudes culturales, pero por lo general el mundo empresarial y el cultural aún están muy alejados en España.- Sí, pero ahora poco a poco se van juntando inevitablemente. El mundo de la empresa empieza a darse cuenta de que el mundo de la cultura es rentable en todos los sentidos, no sólo en cuanto a imagen, sino también económicamente. La protección de la cultura se va a poner de moda como objetivo para los grandes grupos empresariales. En los países anglosajones los empresarios ya están totalmente comprometidos con la acción cultural. Las industrias culturales van a dominar el mundo, van a ser un factor decisivo en todos los terrenos.
- ¿Cree que las nuevas medidas para favorecer el mecenazgo, aunque se hayan quedado sin ley propia, fomentarán este cambio?
- Deberíamos haber tenido una ley de mecenazgo hace cinco años. Que España sea el único país occidental que no la tiene es muy duro. Cuando a Churchill le pidieron que redujera las ayudas a las fundaciones culturales durante la II Guerra Mundial, él respondió: "Entonces, ¿por qué luchamos?", y es que defender la cultura es defender la identidad de un país. La sociedad española tiene un deseo fortísimo de cultura en estos momentos, lo veo en la gente joven y en el panorama teatral.
- Usted que fundó su propio partido, ¿cómo ve el nacimiento de nuevas formaciones políticas en los últimos años, desde UPyD a Podemos?
- Con admiración, porque sé que entrar a codazos en un mapa político que favorece el bipartidismo es una tarea realmente complicada. No estoy seguro de que vayamos a la ruptura del bipartidismo, pero está claro que están penetrando en él de una manera significativa. El ciudadano vota con inteligencia aunque el estamento político crea que no.
- Cuando los partidos mayoritarios acusan a otros de populismo, ¿están insultando a la inteligencia de los votantes?
- Claro. No se dan cuenta de que el votante, al votar a un partido del que aún no conoce su vertebración política o su programa, le está diciendo a los partidos clásicos que una nueva fuerza podría enriquecer y airear el mapa político. Es una postura perfectamente válida.
- Usted ha sido testigo excepcional de medio siglo de la historia de España. ¿Vivimos el peor momento político y económico desde 1975?
- No sé si el peor, pero sí el más complejo y delicado. Estamos jugando con fuego en el ámbito territorial, en la educación, la sanidad, la justicia... El consenso debería manifestarse más allá de las diferencias ideológicas. Se podrían llegar a más acuerdos conjuntos sin necesidad de una gran coalición, simplemente dialogando. Renunciar al diálogo es caer en el sectarismo.
- ¿Qué pasará el 9 de noviembre en Cataluña?
- No habrá consulta, no puede haberla. Falta un mes y ya no queda tiempo para organizar una consulta seria con garantías de validez sociológica, se celebraría en un clima de apasionamiento realmente inaceptable. Buscar enfrentamientos en estos momentos es una falta de respeto a la ciudadanía catalana y española.
- ¿Está muy mal la justicia española?
- Tiene varios problemas: hay un número insuficiente de jueces y tiene que aumentar su especialización, así como los medios económicos de apoyo a la labor judicial. Llegar a un acuerdo para mejorar esta situación es perfectamente posible. He vivido momentos en que parecía que se llegaba a un acuerdo, pero al final no ha llegado.
- Usted es el fundador del capítulo español de Transparencia Internacional. ¿Estamos muy lejos de llegar a ella?
- Estamos muy lejos, pero vamos hacia un mundo hipertransparente. La ciudadanía no va a aceptar más opacidades, va a exigir la transparencia no como una gratuidad del sector público, sino como un derecho del ciudadano. No somos el peor país del mundo en esta materia pero aún nos queda por delante un largo camino.
- ¿Y esta transparencia se ha de aplicar también a la empresa privada?
- Por descontado. Obviamente, debe existir el secreto de empresa en algunos asuntos, pero no en cuanto a los sueldos y los bonos, por ejemplo.
- ¿En ese escenario transparente ideal será más difícil que existan cosas como las tarjetas fantasma de Bankia?
- Eso pienso yo. Que nadie crea que con la transparencia se elimina por completo la corrupción, pero la dificulta. El problema es que se ha retrasado la creación de la Ley de Transparencia, también la de mecenazgo, y tenemos un código mercantil y un código procesal que son del siglo pasado. Tenemos que modernizarnos en estas materias.
- ¿Ser corrupto es muy español, como dice el tópico? - No. El líder chino, Xi Jinping, ha reconocido que hay mucha corrupción en China debido al enorme crecimiento de su economía. En España, la corrupción se ha producido también en la época del crecimiento económico, en la que el enriquecimiento estuvo al alcance de cualquiera. Ese espectáculo del dinero fácil sin sacrificio generó una cultura económica despreciable, la cultura de la codicia. Lo que mana ahora son las consecuencias de aquella borrachera económica. No hay muchos casos nuevos de corrupción, los que salen a la luz están relacionados con aquella burbuja inmobiliaria y económica.
- Usted ha tratado a todos los líderes políticos españoles del último medio siglo. ¿Cuál ha sido el mejor?
- Felipe González. Me parece un hombre con grandeza y un político de primera.