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Letras

Jaume Vallcorba en la memoria

18 diciembre, 2014 01:00

"Un editor único". "Un gran humanista". "Un pilar de la cultura española". "Un hombre entregado a la literatura y los libros". Así recuerdan amigos y colaboradores a Jaume Vallcorba (1949-2014), el fundador de Acantilado y Quaderns Crema, apenas cuatro meses después de su muerte. "Vallcorba fue uno de los grandes creadores de cultura en España", dice César Antonio Molina, director de la Casa del Lector, en donde el gran editor catalán será homenajeado esta tarde. El autor de La caza de los intelectuales no duda en situarlo "a la altura de los principales editores europeos", de los Manuzio o los Gallimard. Alguien que consiguió -primero en Cataluña, más tarde tirándose a ese acantilado que era para él la edición en castellano- "convertir en suscriptores a los lectores, a quienes iba alimentando periódicamente con literatura que estaba perdida o descuidada".

Fue Vallcorba quien introdujo -de verdad- en España la literatura centroeuropea. Quien hizo que aquí se leyera a Arthur Schnitzler, a Adam Zagajewski, a Joseph Roth o a Stefan Zweig; pero también quien recuperó a clásicos que acaso necesitaran un lavado de cara, como Pessoa o Montaigne. "Además de una gran personalidad, tenía buen olfato. Llevaba siempre una pequeña libreta roja con el logotipo del saltador en negro. En ella apuntaba cosas que escuchaba, veía o leía", recuerda Berta Vias Mahou, traductora y escritora del sello. "Además de esa capacidad para aunar voluntades, su inteligencia y su pasión hicieron que todo esto fuera posible. Y su honda preparación cultural, que le hacía único entre los editores".

La relación entre Vias Mahou y Vallcorba comenzó precisamente con un zweig: Castellio contra Calvino. La escritora le habló del libro, Vallcorba lo leyó y le pidió que lo tradujera. Más tarde Vias Mahou publicó su primer volumen de relatos -Ladera norte- en Acantilado. La autora de Venían a buscarlo a él destaca la "revolución estética" impulsada por Vallcorba. "Desde hace ya mucho tiempo y ahora que Acantilado tiene ya quince años aún más, cualquier lector, incluso uno tan cegato como yo, en cuanto entra en una librería detecta rápidamente los lomos de los libros de esta editorial. Y, por supuesto, el contenido no defrauda". Supo Vallcorba, pues, conectar ese diseño con un público culto y exigente, convirtiendo a Acantilado -El Acantilado, en sus comienzos- en una editorial fiable para el lector exigente.

Su viuda, Sandra Ollo, ahora al mando de la editorial, destaca el papel de "prescriptor" que desde el comienzo desempeñó Vallcorba, cuya trayectoria y evolución como lector son perfectamente rastreables en el catálogo de Acantilado. "Todo responde a su visión de la edición", dice. "La reputación se la trabajó con su criterio como selector de títulos y la extraordinaria factura de los libros: un papel maravilloso, cosido, con una tipografía cuidada, y además, una edición esmerada de cada título. Su trabajo era de alta calidad en todos los sentidos y eso los lectores lo perciben, porque se sienten respetados y acompañados. Su idea del editor como prescriptor siempre está presente".

Vallcorba tenía como norma publicar traducciones de la lengua original; "traducciones puras cien por cien", dice César Antonio Molina. Libros en los que "él lo supervisaba todo, las ilustraciones, las tapas, los textos de la contra, los envíos, las relaciones con la prensa". Es lo que hace de Acantilado un sello personal, hecho a la medida de los intereses -en el buen sentido- de un hombre. Para Juan Antonio Masoliver Ródenas, escritor de su catálogo (recaló en Acantilado en 2001, después de que Herralde, hasta entonces su editor, se negara a publicar La puerta del inglés, un ácido retrato de la sociedad literaria), "Vallcorba recupera lo mejor de la tradición editorial". Y añade: "Su presencia está en cada uno de sus libros: sus lecturas, sus gustos, su formación de humanista". Así que "el lector sabe que no corre ningún riesgo: el riesgo lo ha corrido el editor".

Mercedes Monmany formó junto a su marido, César Antonio Molina, parte del círculo de amigos de Vallcorba. Y cree en su legado, como el resto, y en la importancia de mantenerlo vivo, pues, dice, está anclado en el amplio, profundo bagaje intelectual de un profesional que nunca buscó enriquecerse con los libros. Un editor "políglota, de una enorme e insólita erudición que dominaba todos los campos de la cultura: literatura, filosofía, música, historia de las religiones, mundo clásico, mitología, vanguardias", una formación académica, continúa Monmany, "nada convencional" y a la que ha de añadirse "un gusto y una intuición infalibles, y un sentido del riesgo personal, a espaldas de todo, que adquiría con cada apuesta o recuperación de autor".

Monmany se queda, entre toda la literatura que nos señaló Vallcorba, con Joseph Roth, "uno de sus autores más "característicos" y de los más queridos por Jaume", y con la "apuesta valiente" que supuso recuperar a Stefan Zweig, inexplicablemente arrumbado tras la fama planetaria de que gozó en su tiempo. Vias Mahou, por su parte, elige a Imre Kertész: "Le dije a Vallcorba en una ocasión que en lo implacable me recordaba a Thomas Bernhard. Me contestó que el austriaco, comparado con Kertész, parecía Mickey Mouse". César Antonio Molina destaca a Danilo Kis, a Martín de Riquer -"le dio la grandeza que merecía"-, a Natalia Ginzburg, a Isaac Bashevis Singer, o al mismo Zweig, "a quien habíamos leído de niños", además de todas las revisitas a los clásicos grecolatinos, al Renacimiento o la Edad Media, en cuyas literaturas Vallcorba estaba especializado. "Aun publicando a americanos, a japoneses y autores, en general, de todas las procedencias -sostiene Monmany-, se puede decir que pone orden y establece un canon muy serio, necesario e irreprochable en nuestra Casa Común Europea, publicando lo mejor tanto de la Europa occidental y como de la oriental". "Un catálogo coherente", concluye Masoliver Ródenas.