Image: Nuestra América. Una historia hispana de Estados Unidos

Image: Nuestra América. Una historia hispana de Estados Unidos

Letras

Nuestra América. Una historia hispana de Estados Unidos

Felipe Fernández-Armesto

16 enero, 2015 01:00

Felipe Fernández-Armesto. Por Miguel Ángel Fonta

Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2014. 544 páginas, 22 euros. Ebook: 13'99 euros

Hay títulos de libros que describen claramente su contenido y otros que son un reclamo más o menos ingenioso del autor para intentar vender el mayor número posible de ejemplares. La obra de Felipe Fernández-Armesto (Londres, 1950), Nuestra América, se inscribe claramente en el primer caso, ya que el autor pretende, ni más ni menos, escribir la historia hispana de Estados Unidos. Dicho con otras palabras, poner de manifiesto las raíces españolas de lo que hoy es el gran país de América del Norte y la mayor potencia internacional.

Estas raíces hispanas son evidentes en la toponimia de muchos estados del sur del país y de su costa oeste, como Florida, Nuevo México, Texas, Arizona y California. También son visibles en los mismos nombres de Colorado y Nevada, dos territorios insertos en el interior del continente. Pese a ello, la historia oficial insiste una y otra vez en situar los orígenes de la nación en algún lugar de la costa atlántica a fin de dar cuenta del monopolio anglosajón en la forja de un país al que sus habitantes conocen como América.

Ese mismo relato se basa también en la idea de la excepcionalidad de los Estados Unidos, un producto único de la historia y de la naturaleza que fue capaz de forjar una matriz social singular e irrepetible. Y si bien ese mismo relato incorpora, como no podía ser de otra manera, la dimensión migratoria, el mismo concepto de melting pot refleja de forma acabada que todo lo foráneo se funde en ese notable crisol para terminar elaborando un producto claramente Made in USA.

El minucioso trabajo de Fernández-Armesto cuestiona en profundidad no sólo esta idea de excepcionalidad, ya que como bien se señala cualquier país es excepcional y único en su proceso formativo, sino también el origen monolítico de una nación con multiplicidad de raíces que van mucho más allá de la labor y descendencia de los padres fundadores.

El objetivo del libro es claro, demostrar que junto al relato estándar de raíces anglo americanas hay otras historias de Estados Unidos que merecen la pena ser abordadas, particularmente una historia española. Según nuestro autor esta historia discurre de sur a norte y confluye, o se mezcla, con la tradicional historia de la expansión fronteriza de Estados Unidos desde la coste este hasta el Pacífico. Es decir, "en lugar de observar la formación de Estados Unidos desde el este", Fernández-Armesto se propone examinarla dese el sur.

Al adoptar esta original perspectiva geográfica y analítica cuestiona la idea de que lo hispano supone una amenaza para la identidad tradicional de los Estados Unidos. Ya Samuel Huntington, en El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, de 1996 (Paidós, 1997), y en ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense, de 2005, llamaba la atención, de forma alarmante, sobre los peligros que implicaba la inmigración latinoamericana, especialmente mexicana, para las esencias de la identidad nacional.

Y si bien Nuestra América. Una historia hispana de Estados Unidos no es un trabajo sobre la inmigración de origen hispano si se detiene en ver los orígenes, lejanos y remotos en muchos casos, de algunas de las distintas sociedades que han conformado la nación estadounidense a través del tiempo. Y si bien el profesor Fernández-Armesto no se muestra muy optimista sobre el futuro del español como segunda lengua en Estados Unidos, pese a reconocer lo mucho que ganaría el país si se instaurara el bilingüismo, su último capítulo lleva el sugestivo subtítulo de "¿Por qué Estados Unidos es -y tiene que ser- un país latinoamericano?" Es un claro reconocimiento del componente hispano/español presente en los Estados Unidos de nuestros días.

Para llegar aquí el libro recorre la historia norteamericana de sur a norte y también de oeste a este a partir de un enfoque especial. No se trata ya de poner el acento en la expansión de la frontera, ni en el valor de unos colonos capaces de acarrear los valores democráticos en su conquista del oeste. Tampoco en centrarse en la historia de los pueblos indígenas, como el imperio comanche o el devenir de apaches y sioux entre otros, como viene haciendo una renovada corriente historiográfica. Aquí se busca fundamentalmente profundizar en aquellos aportes españoles a la historia de lo que finalmente fueron los Estados Unidos.

En este viaje Fernández-Armesto partía con la importante ventaja que le dio haber escrito Las Américas. Historia de un hemisferio (Madrid, 2004), donde daba cuenta de la entidad de la historia continental, afectada positivamente por diferentes corrientes poblacionales. La colonización ibérica del continente no se limitó a América del Sur y Central, sino que fue capaz de adentrarse muy al norte, y no únicamente buscando riquezas materiales o ciudades milagrosas bañadas en oro.

Las hazañas de Alvar Núñez Cabeza de Vaca en las tierras centrales de Estados Unidos, entre el Misisipi y las Montañas Rocosas son un ejemplo más de la presencia hispana desde el siglo XVI. Las laxas fronteras entre los territorios controlados por ingleses, franceses y españoles daban lugar a diferentes contactos, dependiendo de enclaves y coyunturas. Las tribus indígenas complicaba las cosas en función de las políticas de cada una de ellas, que bien podían aliarse con alguno, o algunos, de los actores allí presentes, o bien desarrollar una política autónoma, como bien demostró la potente expansión del Imperio comanche.

Ésta última no pudo llevarse a cabo, de la forma eficaz en que se realizó, de no haber mediado la incorporación del caballo a su forma de vida. Este hecho, que podría sonar anecdótico, tuvo una importancia capital en la transformación económica, social y política de muchas tribus indígenas. Y quienes llevaron el caballo a la región fueron los españoles. Sin los caballos, por ejemplo, las economías basadas en la caza del bisonte no hubieran existido.

Con el paso del tiempo las relaciones se fueron complicando. El siglo XVIII marcará unas relaciones cada vez más complejas en un tablero que cambiaba velozmente, como marcó la disputa por las Californias, acentuadas con la entrada de los rusos. Pero fue en el siglo XIX cuando Estados Unidos dio el mayor bocado al extenso territorio que había formado parte de la Nueva España y luego del México independiente. La guerra de Texas y la "maldición de El Zorro" fueron dos episodios de un tortuoso proceso que permitió implantar la hegemonía estadounidense en unos territorios hasta entonces en disputa.

De manera magistral Fernández-Armesto narra la historia hispana, española y mexicana, de Estados Unidos, una parte importante de la historia del país. Como señaló en su día John F. Kennedy refiriéndose a la influencia española, aunque limitada a los siglos XVI y XVII, un capítulo menor de la historia aquí narrada: "Desafortunadamente muchos americanos piensan que América fue descubierta en 1620 cuando los ‘peregrinos' llegaron a mi propio estado, olvidándose de las impresionantes aventuras [de los españoles] en el sur y el suroeste de los Estados Unidos durante los siglos XVI y XVII".