Xavier Güell, autor de La Música de la Memoria.
El director de orquesta, promotor musical -fundador de "musicadhoy" y "operadhoy"- y ahora escritor ha narrado en primera persona las claves de la vida, de la obra y del pensamiento de cada uno de estos siete genios en un libro ambicioso a medio camino entre la novela, la biografía y el ensayo musical. "He querido reflejar a través de estas confesiones personales el tiempo del romanticismo, en el que el amor, la soledad, la alegría y la desesperación de sus protagonistas se revuelven en un todo convulso y crean situaciones que podrían haber sido ciertas", explica Güell a El Cultural. Para ello se ha metido en la piel de cada uno de los compositores, algo a lo que ya se acostumbró como director de orquesta. "Cuando estudié con Leonard Bernstein en Boston, me enseñó que para dirigir una obra debía transformarme en el compositor y olvidarme de mí mismo", recuerda. No obstante, reconoce que ha sido muy difícil reconstruir la voz de los siete maestros, ya que "tenían que sonar como siete composiciones en siete tonalidades distintas y con instrumentos diferentes".
Lo que sí comparten casi todos es un temperamento melancólico y una existencia plagada de desdichas. Beethoven sufrió por su "amada inmortal", que según la novela de Güell fue Antonia Brentano, a la que tuvo que renunciar. Sufrió también por las exigencias de la carne, por el peso de "ser el encargado de transmitir a la humanidad la voz musical de Dios" y por la sordera que le arrebató el sentido más importante para un músico. Schubert, por su parte, padeció una timidez patológica y murió de sífilis. Schumann era bipolar, pasó varios años en un centro psiquiátrico y acabó arrojándose al Rin. Brahms vivió un desquiciado triángulo amoroso, pues estaba locamente enamorado de la mujer de su maestro Schumann. Y Mahler perdió a una hija, fue traicionado por su mujer, Alma Schindler, que se convirtió en amante del joven arquitecto Walter Gropius, y padeció una enfermedad cardiaca que acabó con su vida a los 50 años.
Es difícil saber si las desgracias espolearon el genio de estos compositores o si precisamente fue su enorme talento el que los convirtió en personas conflictivas que atraían los problemas. Sea como fuere, "el sufrimiento es indispensable para llegar a la felicidad", apunta Güell. "Los grandes artistas viven intensamente todas sus emociones, viven dejándose la piel, y he querido poner en evidencia ese contraste que les llevaba de la exaltación y la alegría al dolor más absoluto".
Liszt y Wagner, no obstante, tenían temperamentos distintos a los otros cinco compositores protagonistas, asegura el autor de la novela: "Wagner era una fuerza brutal de la naturaleza que devoraba sin contemplaciones todo lo que le rodeaba sin importarle dejar por el camino víctimas de su fogosidad, mientras que Liszt -a pesar de que perdió a dos de sus tres hijos muy jóvenes, lo que le llevó a recluirse en un convento durante algún tiempo- tenía una personalidad expansiva y alegre que se apoyaba en una religiosidad muy poderosa".
"Lo que más me importaba es que la novela tuviera pálpito rítmico, quería hacer literatura musical pero no sólo en el sentido de que hablase de música, sino que casi pudiera ser cantada", explica Güell, que advierte de las licencias históricas que se ha tomado en la redacción de la novela. Por ejemplo, no es seguro que Beethoven recibiera la emotiva visita de Schubert que narra en el primer capítulo y que el primero nombrara al segundo como sucesor musical y le encargadse "llevar el barco de la música del puerto del clasicismo al del romanticismo". Los musicólogos actuales más bien descartan que se produjera el encuentro, pero lo que sí es cierto es que Beethoven, una semana antes de morir, se emocionó profundamente al leer unas composiciones de Schubert que le habían llegado a través de su criado y que lamentó no haberlo conocido mejor.
Tampoco está demostrado, como relata Güell, que Schubert fuera homosexual y reconociese en su lecho de muerte que el gran amor de su vida había sido su amigo Franz von Schober, pero en este caso muchos musicólogos sí aceptan esta hipótesis, asegura el autor.
Güell está muy satisfecho con su debut literario y agradece el apoyo constante de Joan Tarrida, a quien considera "uno de los grandes editores de este país". "Ha estado muy cerca de mí, me ha animado y me ha corregido hasta el punto de ser casi el coautor del libro", reconoce. El recién estrenado escritor anuncia ya su siguiente novela, que narrará la trágica historia de los músicos que fueron prisioneros del campo de concentración de Terezin, cerca de Praga, entre ellos Pavel Haas, Hans Krása y Viktor Ullmann. Con fines propagandísticos enfocados a la opinión internacional, los nazis crearon el espejismo de que era un lugar donde los judíos podían vivir dignamente y por ello permitieron a estos artistas organizar numerosos conciertos y veladas de ópera, antes de deportarlos a Auschwitz, donde fueron asesinados en la cámara de gas.
Audiciones para guiar la lectura
Xavier Güell aconseja degustar La Musica de la Memoria pausadamente, escuchando las obras cuya forma y significado explica a lo largo del libro del mismo modo en que sus propios autores lo harían. Para ello, el autor incluye al final una discografía seleccionada de las composiciones analizadas. Son tres docenas de entradas, muchas de ellas acompañadas de códigos QR que conducen a interpretaciones registradas en YouTube. No obstante, le hemos pedido al autor una selección aún más breve de obras que sirvan de puerta de entrada al excepcional universo creativo de los siete genios retratados en el libro.Beethoven:
- Sinfonía n.° 3 "Heroica": Ya estaba sordo cuando compuso esta obra, que representa la lucha brutal de un ser humano que ha de superar el tremendo dolor que le produce haber perdido el sentido más necesario para ejercer su profesión. Es una obra que transmite dolor pero también fortaleza para seguir adelante, para levantarse una y otra vez a pesar de las caídas.
- Sinfonía n.° 9 "Coral": Es la obra testamentaria de Beethoven. En ella nos dice que le reino de los cielos puede conseguirse en la tierra a través de la fraternidad y del amor, y que la salvación del hombre no puede ser individual, sino colectiva.
Schubert:
- Segundo movimiento del Quinteto para cuerdas D.956: Schubert compuso esta obra en su último año de vida, que yo denomino "el baile con la muerte", y en ella nos dice que hay que vivir la vida con intensidad. Además de esta obra, sus tres últimas sonatas para piano, su última sinfonía y su última pieza para violín y piano, todas ellas compuestas pocos meses antes de morir, son obras que dan testimonio de uno de los compositores capaces de conmovernos más profundamente con su expresividad y su emoción.
Schumann:
- Las primeras obras para piano, que compone de los 20 a los 30 años: del Carnaval op.9 a Humoresca op.20, pasando por Kreisleriana op.16 y los Estudios sinfónicos op.13. Toda esta obra inicial es de lo más original y es capaz de reflejar de manera autobiográfica la personalidad bipolar de Schumann.
- Los primeros lieder, que compone a partir de la década de 1840.
Brahms:
- Primer concierto para piano y orquesta op.15. Es la obra más dramática y autobiográfica de Brahms, que refleja con toda tensión esos momentos apasionados de su relación con el matrimonio Schumann. Pocas veces llegaría después a la intensidad desgarrada de esta obra maestra absoluta.
Liszt:
- Últimas obras para piano, como La lúgubre góndola. Algunas obras las compuso en Bayreuth, muy cerca de su hija Cósima y su yerno Richard Wagner. Este pensaba que no era más que la música de un chalado, porque Lisztllega armónicamente a espacios nunca ante transitados. Fue el más revolucionario de los compositores del siglo XIX, un iconoclasta de la tradición y el precursor de la microtonalidad y el dodecafonismo.
Wagner:
- El anillo del Nibelungo. Recomiendo hacer un esfuerzo y adentrarse en las 16 horas de la tetralogía, compuesta por las óperas El oro del Rin, La Valquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses. Es una de las obras culminantes no ya de la música, sino de la creación humana, una obra total que contiene todos los sentimientos, toda la inteligencia, las luchas, las derrotas, las ambiciones y, en definitiva, todo lo bueno y lo malo del ser humano.
Mahler:
- Recomiendo su última trilogía, que empieza con La Canción de la Tierra -especialmente la sexta canción, La despedida- continúa con la Sinfonía n.° 9 y culmina con la Sinfonía n.° 10. Las tres conforman la "trilogía del dolor", en la que aflora la asunción del dolor propio y la compasión por el dolor ajeno como fuentes de redención, tomando como modelo a Jesucristo aunque, como Tolstoi o Gandhi, dude de su divinidad.