Va amagando José Manuel Caballero Bonald un tiempecito con que ya no escribirá más libros. Eso afirmó, rotundo, cuando publicó el poemario Entreguerras (2012), y eso vuelve a decir ahora cuando, por suerte, nos llega Desaprendizajes, casi un centón de poemas en prosa llenos de ritmo, de interpelaciones al lector, de indagación y crítica, del sentir del poeta en “los deslindes de la noche”, sobre las grandezas de la naturaleza y las flaquezas del hombre.
Pregunta. ¿Qué le impulsó a escribirlo? ¿Cuándo supo que estos poemas en prosa harían un libro?
Respuesta. Lo que tuve claro desde un principio fue el tono. Si encuentras el tono, todo lo demás es ya cuestión de capacidad poética, o sea, de sensibilidad lingüística. De modo que el libro estaba ya más o menos articulado antes de escribirlo.
Si encuentras el tono, todo lo demás es ya cuestión de capacidad poética, de sensibilidad lingüística
P. Cuéntenos el proceso de su escritura. ¿Qué tienen en común estos noventa y tantos poemas de Desaprendizajes?
R. Hay una conexión, claro, o eso creo. Los poemas están hilvanados por una misma actitud reflexiva en torno al propio significado del título: desaprender ciertas cosas para volver a aprenderlas de otra manera. Por ahí aparecen figuras y paisajes de nuestra reciente historia civil, enfocados a través de la parodia, la ironía, la crítica de la cultura...
Un ejemplo de esta mirada crítica del poeta. Empieza así “Retórica y poética”: “Nada más redundante que cotejar la indigencia de los diccionarios cuando afectan al dispositivo poético que reordena la realidad. Porque ¿cómo usar palabras ya reconocibles para para nombrar lo que solo concuerda con lo no conocido?”.
P. Otra de sus prosas comienza también con otra pregunta: “¿Siempre lee el lector las mismas incidencias que el escritor escribe?”. ¿Qué contesta Caballero Bonald a esa pregunta? ¿Acaso le preocupa que el lector no lea lo que el poeta escribe.
R. Bueno, más que prosas son poemas dispuestos tipográficamente como si fueran prosa... Y a mí me parece que el lector de poesía no tiene por qué leer exactamente lo mismo que el escritor escribe. Puede ir más lejos o quedarse corto, según. Lo que importa es que el propio lenguaje le proporcione una versión desconocida de la realidad, algo así.
El lector de poesía no tiene por qué leer exactamente lo mismo que el escritor escribe
P. En realidad, qué cosas son las que más le preocupan, le apenan, le indignan, del universo cultural?
R. Las que más me indignan son esas cosas de las que más hablo: el dogmatismo, el gregarismo, la sumisión, la indecencia...
P. ¿Cuáles son sus maestros, Pepe? En qué nombres y en qué libros se sigue mirando y aprendiendo?
R. Un escritor siempre bebe en un innumerable número de fuentes. Lo que pasa es que luego tiene que ir aprendiendo a asimilarlas.