Marcos Eymar
Esta es la primera novela publicada porMarcos Eymar (Madrid, 1979), profesor universitario en Francia y autor de un libro de relatos, Objetos encontrados (2007), con el que ganó el Premio Tiflos de Cuento. Hendaya, distinguida con el XVI Premio Vargas Llosa, está construida como novela in fieri cuya historia se desarrolla simultaneando los planteamientos de su narrador y protagonista, que se prodiga en reflexiones propias de metanovela de la escritura, con sucesivas variaciones motivadas por supuestos interlocutores críticos, lo cual termina coincidiendo con la lectura de la novela, en un ejercicio de creación y autocrítica que el autor ha sabido llevar a buen puerto, sin caer en especulaciones manieristas ni gratuitas.El narrador y protagonista es Jacques Munoz (sin el signo de la eñe), hijo de una emigrante española en Francia que le impidió llegar a conocer la lengua materna. Casi 50 años después de que sus padres emigraron (en diciembre de 1959), desde un presente narrativo en pleno siglo XXI, Jacques se encuentra en un sórdido bar de carretera próximo a la frontera entre España y Francia (de ahí el título de Hendaya), esperando a unos asesinos que vendrán a buscarlo para ajustar cuentas con él, acusado de violación y asesinato, que el lector sabe pronto que no cometió, aunque pueda parecer culpable. En dicha situación Jacques pasa con naturalidad de la narración en segunda persona autorreflexiva, centrada en el presente, al relato de un narrador en tercera persona en el cual Jacques aparece como protagonista de la historia pasada que quiere construir para contar a quienes lo persiguen. Y en su afán por convencerlos se hace valer el empeño de Sherezade: contar para no morir.
La novela entrelaza con fluidez dos historias en dos tiempos y en dos lugares diferentes. A la vez que Jacques ha ido apropiándose, de forma autodidacta, de la lengua que su madre le había negado, la grave situación en que se encuentra lo lleva a rememorar con mezcla de recuerdos e invenciones una historia pasada en donde la traición de la que fue víctima su padre, en la posguerra, se repite ahora en su apurada situación presente. A la vez que Jacques va rememorando esta turbia historia dúplice, con el padre en la clandestinidad del Partido Comunista a finales de los 50 y el hijo atrapado muchos años después en reiterados viajes en el tren entre París y Madrid, con una maleta de misterioso contenido, la novela va dando cabida a diversas especulaciones metafictivas sugeridas por imaginadas dudas y réplicas de los perseguidores.
Hasta llegar a descubrir lo que realmente pudo haber ocurrido gracias a la revelación extraída de la visión de las pinturas de San Antonio de la Florida, cuyo autor da nombre al tren en que viajaba el protagonista entre París y Madrid.
Esta compleja historia con ramificaciones que conectan nuestro ayer de activistas clandestinos y exiliados víctimas de traidores con el hoy de otros desterrados naturales de países que ya no existen constituye una exploración en el pasado en busca de uno mismo. Por eso el empeño del protagonista por aprender su lengua materna encuentra sentido por partida doble: porque con ella podrá explicarse mejor ciertos episodios que han condicionado su vida y porque el rasgo estilístico más importante está en el uso muy trabajado de una lengua híbrida en prosa castellana deturpada con voces y expresiones francesas.