Aixa de la Cruz
El bosque de la narrativa española actual permite ver, además algunas grandes tendencias, un par de actitudes generales: una mirada externa del mundo atenta a su dimensión material y otra que se decanta por un intimismo muy fuerte. A esta última manera, cada día más pujante, pertenece la inquietud fundamental de los relatos que Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) junta en Modelos animales. Cuando una recopilación de cuentos toma como título el de de uno de ellos suele anunciar dispersión temática, pero no ocurre en este libro, absolutamente unitario, efecto que potencia la insistente mención de la tierra natal de la autora. La unidad la confiere la violencia, asunto latente en la mayor parte de las piezas.Los siete relatos tienen autonomía anecdótica y se aprecia en ellos la afición por contar historias en sí mismas interesantes, ese gusto por la narratividad que está en la médula de un buen cuento, para mí preferible a la pura alusión o la sugerencia vaga. Aixa de la Cruz cuenta historias sorprendentes, aunque no excepcionales. Tal vez sea insólita la peripecia un tanto gótica de una chica cuyo hijo recién nacido solo acepta la leche si se mezcla con sangre. O la de la carta en la que una cantante explica cómo la policía utilizó la composición de un grupo rockero en las brutales sesiones de tortura. El horror, por cierto, lo presagia el título del cuento, "Abu Ghraib", pero la acción se sitúa en el País Vasco.
Las otras historias son menos extrañas, aunque en todos los casos revelan una potente imaginación. Una joven ha sido becada para escribir una obra teatral. En ella incorpora extremadas situaciones con las que da rienda suelta a su maligna obsesión por la actriz que interpreta ese work in progress. La actitud dispar de una pareja ante una serpiente desemboca en una tensión límite. Un hombre reniega de las tropelías adolescentes cometidas por medio de internet.
Las curiosas situaciones narradas participan de algún grado de enfermedad moral cuyo sostén se halla en trastornos mentales. Aixa de la Cruz recrea un mundo psicológico turbio y lo describe como quien encadena instantáneas de múltiples perturbaciones, como quien no observa en la realidad otra cosa que desasosiego, materialismo fisiologista, pesadilla, inestabilidad psíquica, culpabilidad, miedo o desamparo. De resultas de ello, recrea unos personajes de personalidad inestable o escindida que caminan hacia la disociación en el doble. A esta última percepción se dedica un relato entero donde asistimos a las mudanzas de personalidad de una yonqui durante un viaje. Su mismo título, "Doble", indica cuál es el tema y en función de éste hasta la propia narración se escinde: se utiliza el viejo recurso de la página a dos columnas para dar encarnadura gráfica al desdoblamiento del personaje.
Aixa de la Cruz idea duras historias y las trabaja con cuidado y variedad de registros. En ellas explaya una mirada fría del alma. Pinta un retrato tenebrista de nuestras más recónditas pulsiones que bordea el expresionismo descarnado (no por casualidad se cita a Munch). Sus cuentos valientes abren una ventana al negro y desazonante paisaje de lo peor de nuestra naturaleza.