El pasado febrero editores de medio mundo se presentaron en la sede de la agencia Andrew Nurnberg Asociados, en Londres. Les requisaron móviles y bolígrafos y les dejaron unas horas a solas con Go, Set a Watchman, la segunda novela de Harper Lee, 55 años después de Matar a un ruiseñor. El bombazo editorial anunciado antes ya había alterado la vida de la pequeña ciudad de Monroeville (Alabama) donde cada primavera se representa con gran éxito de visitantes el drama racial protagonizado por Atticus Finch, su hija Scout y el negro Tom Robinson. Pero este año la espectacular noticia se ve amenazada por negros nubarrones. Los derechos de la obra no se han renovado aún, la negociación con Lee anda torcida desde 2013 y los 6.300 habitantes de Monroeville cruzan los dedos a la espera de un final feliz.

Cada año, entre abril y mayo, durante la "temporada de teatro", como la llaman los lugareños, los hoteles de Monroeville (Alabama) - esta localidad de 6.300 habitantes, famosa en el mundo literario desde la publicacion de Matar a un ruiseñor- se llenan un fin de semana sí y otro también. Se forman colas en los restaurantes, y los autobuses fletados, cargados con cientos de espectadores, pasan sin cesar por la interestatal, adelantando a tractores que avanzan resoplando por el carril lento de la Ruta 84.



Prácticamente todos los años, de los 26 que lleva produciéndose, la representación de Matar a un ruiseñor ha sido un éxito en la localidad natal de su autora, Harper Lee. Los actores aficionados escenifican la novela enfrente y en el interior del juzgado donde otrora ejerciese el padre de Lee, el abogado al que la autora convirtió en Atticus Finch.



Pero este año, las 4.000 entradas para las 18 representaciones se han vendido en tan solo cinco días, más rápidamente que nunca, un auge que los organizadores atribuyen al entusiasmo provocado por la noticia, conocida el pasado febrero, de que a sus 88 años Lee publicará una segunda novela este verano: Go Set a Watchman [Ve y pon un centinela].



"Es nuestra mejor temporada", explica Sandy Smith, directora ejecutiva de la Cámara de Comercio del Condado de Monroeville/Monroe. "Es como el Masters para Augusta; este es nuestro Masters particular".



La adaptación de Christopher Sergel para los escenarios es fiel al retrato que Lee hace sobre el despiadado racismo en la Alabama de la década de 1930, y a lo largo de estos años los actores locales han llegado a representarla hasta en Israel o China. Pero el viernes de la semana pasada, en la noche inaugural de la temporada, actuaron donde tantas otras veces, en el Antiguo Juzgado del Condado de Monroe, con el público sentado en los bancos u observando desde atrás -solo quedaban huecos de pie-, tal y como Lee describe la sala en el capítulo dieciseis de su novela.



Atticus Finch está sentado, rodeando con el brazo al acusado, Tom Robinson. En el gallinero, una mujer negra que viste guantes blancos lanza una triste súplica para que liberen a su gente. Jem, el hermano de Scout, se muestra valiente y responsable.



"Me gusta la influencia que tenemos sobre la gente", comenta Gaines Downing, estudiante de 15 años que interpreta a Jem, uno de los 52 actores del reparto. "Me gusta cómo expandimos el mensaje de la igualdad".



Entre los asistentes hay un autobús llegado desde Florence (Alabama), cinco horas al norte, gente de Texas, Indiana, Florida, y Luisiana y, como suele ocurrir, también varios visitantes internacionales. Goran y Katarina Olsson Trampe, de Mariestad (Suecia), estaban visitando el sur del país y decidieron ir a ver la obra cuando las entradas ya estaban agotadas; les dejaron entrar, explican, cuando mencionaron la distancia que habían recorrido.



Joan Kirkland, de Montgomery, confiesa que es fan del primer libro de Lee desde los 12 años. "Hice un trabajo de clase que aún conservo", cuenta.



Lee, que vive en una residencia a poco más de tres kilómetros del juzgado, nunca ha asistido a la representación, según los organizadores del Museo del Patrimonio Cultural del Condado de Monroe, que produce la obra todos los años.



"Nadie sabe por qué no ha venido", explica Stephanie Salter, codirectora. "Le tengo un enorme respeto y admiración. El mayor regalo que podría hacernos sería venir a la obra".



Capital literaria de Alabama

Monroeville, en un condado rural, alberga otros acontecimientos que atraen a visitantes durante la temporada de teatro. Los trabajadores la invaden durante las semanas en que la cercana fábrica de celulosa, la Alabama River Cellulose, cierra sus puertas. En la última semana de abril, el Simposio de Escritores de Alabama atrae a mucha gente hasta esta localidad, que se promociona como capital literaria de Alabama, tanto por Lee como porque Truman Capote, amigo de la escritora, también vivió aquí durante su infancia.



"La gente viene, haya teatro o no", explica Smith. "Lo bueno de la obra es que es un foco de concentración. Llegan más de mil personas a la semana. Sin la obra, la gente seguiría viniendo, pero no a ese ritmo".



El sello dorado

Smith calcula que los hoteles de Monroeville obtendrán 200.000 dólares de ingresos durante la temporada de teatro.



En la librería Ol'Curiosities and Book Shoppe, justo al lado de la plaza del juzgado, el dueño Spencer Madrie ha pedido 5.000 ejemplares de Ve y pon un centinela. Como la demanda para recibir un libro llegado de Monroeville es alta -pues cada ejemplar incluye un sello dorado indicando que proviene de la localidad natal de Lee-, afirma que espera pedir un total de 15.000 libros, como poco, antes de julio. Madrie explica que la temporada de teatro es la época del año que él "y otros muchos negocios locales esperan con ansia".



El museo también se encomienda a la representación, y esta supone su mayor fuente de ingresos según Stephanie Rogers, directora ejecutiva. Este año espera que la obra recaude 200.000 dólares con la venta de entradas, a 50 dólares cada una. "El museo no podría funcionar sin la producción de Matar a un ruiseñor", reconoce Rogers.



Sin embargo, el futuro de la obra está en el aire, pues los derechos de licencia, por los que el museo paga unos 16.000 dólares anuales, no se han renovado para el año que viene.



Rogers explica que lleva dos años intentando prolongar el permiso del museo para representar la obra. Afirma que, en el pasado, la aprobación no llevaba más de dos semanas. "Nunca ha sido un problema, lo hacen y punto", explica Rogers.



Sin embargo, la relación entre el museo y Lee se torció cuando, en 2013, un conflicto con la autora sobre la marca de algunos productos vendidos en el museo acabó en los tribunales. El caso se zanjó el año pasado. El juez de sucesiones del Condado de Monroe, Greg Norris, dice que mantiene negociaciones con la abogada de Lee, Tonja Carter, y el ente encargado de otorgar la licencia de la obra, Dramatic Publishing Company, para que se renueve el contrato del museo. En un correo electrónico, Carter afirma que está trabajando con Dramatic Publishing para garantizar que la obra se quede en Monroeville. "En última instancia, la decisión de conceder o no la licencia está en manos de Dramatic Publishing", añade.



A la busca de un acuerdo

Tras contactar con ellos por vía telefónica, desde Dramatic Publishing no tienen ningún comentario que hacer al respecto.



En marzo, Patrick Carter, marido de la abogada, se unió al consejo de dirección del museo por recomendación de su presidente, Tom Lomenick. "Necesitábamos un intermediario entre Harper Lee y el museo, y él era una buena opción", explica Lomenick.



El juez Norris dice mostrarse optimista ante la llegada de un acuerdo que permita mantener la obra en el museo.



"Nos perjudicaría", reconoce Norris, refiriéndose al efecto de la cancelación de la obra para el conjunto de la localidad. "Nos pasamos tres meses preparándonos para ella, seis semanas representándola y otros seis meses alegrándonos de que todo haya acabado".

55 años en un cajón

La primera novela de Nell Harper Lee relataba la historia de una joven e idealista veinteañera defensora de los derechos civiles. Pero a su editor Tay Hohoff no le convencía. "¿Por qué no la cuentas desde el punto de vista de cuando esa joven era una niña?". La joven Lee siguió el consejo, reescribió el libro y el resultado, Matar a un ruiseñor, arrasó en librerías cuando se publicó en 1960. Dos años después, el filme dirigido por Robert Mulligan con Gregory Peck en el papel del abogado Atticus Finch ganaba tres Óscar, recaudaba 20 millones de dólares de la época y, aún mejor, enamoraba a la escritora de la novela: "Es una obra de arte". ¿Y la historia original aparcada por el capricho de un editor y titulada Go, Set a Whatchman? En teoría se perdió. Hasta que a finales de 2014, Tonja Carter, abogada de Lee, encontró la resma de folios amarillentos en el fondo de un cajón. Y se desató la locura por la aparición de una supuesta secuela de Matar a un ruiseñor que en realidad fue escrita antes. Hoy Harper Lee tiene 88 años y vive en un asilo de Monroeville. ¿Que ha sido de su vida? Fue amiga de Capote -al que más tarde trataría de "psicópata"-, escribió un puñado de artículos en prensa... y poco más. En The Mockingbird Next Door, la biografía no autorizada de Marja Mills, descubrimos a una mujer huraña e intratable que nunca se casó, vivió entre Manhattan y Monroeville, amó la literatura tanto como la respetó y estuvo muy unida a su hermana Alice. ¿Y ahora? ¿Hablará?