El Padre Juan Dobado, comisario de la exposición y la restauradora, Charo Fernández, examinan el manuscrito
A finales de 1562 Teresa de Jesús empieza a escribir un librito para las monjas. Es el códice que se guarda en la Biblioteca de El Escorial, el más antiguo de los libros manuscritos de la Santa. En 1569 escribe una segunda redacción más completa que es la conservada hoy en las Carmelitas Descalzas de Valladolid y será el ejemplar que servirá para la primera edición que se imprime de este libro en Évora, en 1583.
Camino de perfección es una obra sumamente didáctica, dividida ya en capítulos, en donde Teresa de Jesús expone primero cómo debe regirse la vida en el monasterio: los peligros de esa vida en común y cómo deben evitarse; y luego se centra en el medio para transitar por ese camino hacia la perfección que es la oración. Describirá el desasimiento necesario y el "entrarse dentro de sí" para lograr la oración mental, que es la forma de hablar con Dios, para no caer en la repetición mecánica de palabras cuyo sentido se desconoce o se olvida.
Su escritura es su otro yo, el que puede perdurar: "Mirad, hermanas, que va mucho en esto, muerta yo, que para eso lo dejo escrito; que, con el favor de Dios, mientras viviere yo, os lo acordaré". El resumen de su Camino de perfección está en estas palabras que dice a las monjas.
La exposición, organizada por la Biblioteca Nacional de España y Acción Cultural Española con motivo del V Centenario del Nacimiento de la Santa Teresa de Jesús, inaugurada el pasado 11 de marzo, muestra al visitante varios libros manuscritos y cartas escritas de puño y letra de Teresa de Jesús. Junto a este Camino de Perfección, estarán obras como el Libro de Fundaciones, o el Modo de visitar conventos.
Uno de los pasajes más sorprendentes de este manuscrito es el alegato que hace Teresa de Jesús en defensa de la mujer en veinte líneas borradas de la versión primera del Camino de perfección, la del códice del Escorial, que logran en parte transcribir los editores. Tras decir: "Ni aborrecistes, Señor de mi alma, cuando andábades por el mundo, las mujeres, antes las favorecistes siempre con mucha piadad y hallastes en ellas tanto amor...", añade: "Y más fe que en los hombres, pues estaba vuestra sacratísima Madre, en cuyos méritos merecemos lo que desmerecíamos por nuestras culpas...que no hagamos cosa que valga nada por vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habíades de oír petición tan justa. No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez y no como los jueces del mundo; que como son hijos de Adán, y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa".