Luis Goytisolo. Foto: Domenech Umbert
Jorge Herralde le llamó con la intención de reeditar su primera novela y Luis Goytisolo, aunque enseguida se mostró partidario, le pidió tiempo. Quería releerla. "Las afueras tuvo en su momento una gran resonancia y aún sigo topándome con lectores entusiastas -cuenta el escritor-, pero yo siempre tuve la íntima convicción de que no me había quedado redonda". El menor de los Goytisolo, al paso de los años, temía la excesiva influencia de lo que se llamó realismo objetivo, teorizado por Gertrude Stein y aplicado por, entre otros, Hemingway o Pavese. Sospechaba que, "si tantas novelas de aquel entonces no habían aguantado el paso tiempo, algo parecido sucediese con este libro".Pero al releerla, dice, sus temores quedaron disipados: la novela aguantaba. Y además descubrió algo que está en la génesis de El sueño de San Luis (Anagrama), el ensayo que ahora publica: "Descubrí que una serie de elementos de su composición afectaban a mi propia vida sin que yo lo hubiese advertido en el momento de escribirla, fruto como eran no sólo de mi imaginación sino también de mi subconsciente". Aspectos que "ni el lector más agudo podía captar". Sueños. Determinados hechos que el mismo autor ignoraba. La reiteración de ciertos temas, la presencia de la madre, o determinadas formas de ver y representar la muerte.
-Que el subconsciente tenga correspondencia en sus novelas, ¿no da la razón a Flaubert cuando dijo que un escritor padece sus temas? ¿Es un escritor incapaz de elegir sobre qué escribe?
-En parte es incapaz, sí. Lo que pasa es que esto no hay que remitirlo exactamente al subconsciente. Interviene el gusto, las preferencias. Y en este sentido el subconsciente puede provocar reiteraciones o variaciones.
-Para escribir este ensayo ha releído toda su obra, ¿cómo ha sido la experiencia?
-Uno se lleva sorpresas. Yo no sabía qué me iba a parecer Las afueras, y me ha parecido bien. En cambio la segunda, Las mismas palabras, que cuando la escribí pensé que perfeccionaba los planteamientos de la anterior, ahora creo que no aguanta. No tengo interés en que se reedite; aunque no es una mala novela. A partir de ahí, Antagonía me parece bien. Y lo que vino después también. Me interesó menos Estatua con palomas, aunque ganara el Premio Nacional. Tiene aspectos que sí me gustan, pero hay una conjunción de líneas, una biográfica y otra de relato, que no me parece lograda. Creo que lo que intenté en esa novela lo logré en novelas posteriores.
-¿Se había interesado hasta ahora por hallar las fuentes de su obra?
-No especialmente. Sí he reflexionado sobre por qué me hice escritor, que es un misterio. Mi familia me propuso una carrera y yo elegí la que menos me gustaba, pero la más fácil, que era derecho. Lo hice simplemente para tener más tiempo para escribir. Y cuando gané el Biblioteca Breve por Las afueras dejé la carrera. Tomaba todas esas decisiones y creo que es algo que, en parte, tiene que ver con el subconsciente.
-En un momento del libro habla de las apariciones de lo mágico en su obra; dice que se deben a "la imposibilidad de conocer de verdad el mundo circundante". ¿No es ese el primer resorte de la literatura?
-Algo de eso hay. La literatura busca entender el mundo para entenderse mejor uno mismo. Y entendiéndose mejor uno mismo se entiende mejor el mundo. A mí, como escritor, me anima a escribir la falta de confianza en los planteamientos, sobre todo científicos, que han ido explicando el mundo con rectificaciones constantes. Los propios físicos admiten que sabemos muy poco del mundo en que vivimos. La literatura, no cabe duda, es una cosa que en cierto modo lo compensa. Mientras la ciencia o incluso el pensamiento no dejan de rectificar a lo largo de la historia, la creación literaria aguanta de manera extraordinaria, si es verdadera, haya sido escrita hace dos mil años o seiscientos. El Quijote es una novela, por ejemplo, absolutamente moderna en ese sentido.
-Compara en el libro el impulso creativo con el impulso sexual. ¿En qué se parecen?
-En el elemento inconsciente. Esto se nota ya desde la preadolescencia. A mí por ejemplo las niñas de mi edad no me gustaban, me gustaban las mujeres adultas. Mujeres hechas y derechas. Era algo que no podía controlar.
-Cita a Joyce como uno de los pocos autores en los que el subconsciente se ha sometido a una exploración tal que acaba integrándose en la propia consciencia.
-Sí, sí. Fue el gran explorador de subconsciente. Era casi un bioquímico hundiendo el microscopio. Esto se ve sobre todo en el Ulises, con esos diálogos a veces inconexos.
-¿Está en un punto de su vida en el que le interesa más la teoría que la escritura de ficción?
-Una vez que has escrito bastantes novelas, como es mi caso, la teoría casi se te impone. La novela es el género al que he dedicado toda mi vida. Creo que escribir novelas incita a teorizar. Fíjese qué pocos críticos acaban escribiendo novelas y cuántos casos hay de lo contrario.
-El crítico que tiene el cajón lleno de novelas fallidas...
-Sí; en cambio, los novelistas o los poetas suelen ser críticos excelentes. Gente como Eliot o Valéry o Aldous Huxley, yo creo que tienen una perspicacia que le puede faltar al crítico puro y duro. Porque conocen el género desde dentro.
-Está quien dice que la crítica del creador está demasiado condicionada por su propia poética. ¿A usted le ocurre cuando analiza la obra de los demás?
-No lo sé, la verdad. Pero sí es algo que se da en bastantes casos. Y están todas estas luchas que todos conocemos entre tendencias poéticas, que me parecen absurdas. Porque es absurdo pretender que todos escribamos igual; cada uno tiene su propio camino, y debe tenerlo; debe buscarlo y encontrarlo.
-¿Cree que es posible que surja hoy un proyecto de la ambición literaria y la complejidad de su Antagonía?
-En cualquier momento puede aparecer una novela compleja. Pero efectivamente en España hubo unos años especialmente fructíferos durante el tardofranquismo y la Transición. Una especie de rebeldía inspiradora. Cuando empecé Antagonía yo era muy consciente de que no iba a poder publicarla en España; como después ocurrió, que se publicó en México. En los años siguientes vino una literatura un poco más de público, de sofá, hasta el momento actual, que según mi opinión es bastante bueno en novela. Si lo compara con países de gran tradición literaria, como Francia, Italia o Alemania, veo que España, y la literatura en español en general, quizá con la inglesa, atraviesa un buen momento.
-¿Algún escritor joven que le guste?
-Hay varios, pero nunca doy nombres. Es que seguro que alguno se me olvida.
-¿En qué aspectos cree que están innovando, o qué aspectos cree que distinguen la novela contemporánea en español?
-Tal vez no tenga tanto que ver con innovar. Está esa novela bastante autobiográfica, que no sabes si es ficción o autobiografía. Y esa otra novela más realista, que explora la realidad circundante desde distintos puntos de vista. O lo que yo llamo literatura transversal, la que hacía Sebald, y la que hacen Claudio Magris o Julian Barnes.