Andrés Trapiello

El escritor presenta en Madrid su versión en castellano actual de la novela de Cervantes. "Algunos se han molestado mucho, quizá porque piensan que, si ellos no han entendido el Quijote, lo mejor era que no lo entendiese nadie"

En una ocasión, en Madrid, azuzaron a Borges para que dijera alguna maldad sobre la literatura española. Habló de unos cuantos escritores, y de casi todos mal. "¿Y el Quijote?", le preguntó el entrevistador. "Ah, es excelente para leerlo en inglés". La anécdota la contó esta mañana Félix de Azúa en la presentación de la versión que del clásico de Cervantes ha hecho Andrés Trapiello, un Quijote, dice la portada, "puesto al castellano íntegra y fielmente" por el escritor leonés. Trapiello ya había explicado antes por qué, según él, es necesario este libro, lo que nos lleva inevitablemente a Borges: el español de Cervantes, por lejano, espanta a muchísimos lectores. Según Trapiello, "es probable que este sea el libro que más fracasos ha cosechado de toda la literatura española".



El autor de Ayer no más ha estado catorce años 'traduciendo' este Quijote, que por el camino se ha cruzado con cinco o seis novelas y otros tantos tomos de su Salón de pasos perdidos. Era un secreto. Solo su mujer estaba al tanto. Su editor se enteró hace seis meses. "No quería malentendidos", dijo Trapiello, y se apoyó en lo ocurrido dos meses atrás, cuando se filtró la noticia: "Algunas personas se molestaron mucho, quizá porque pensaron que, si ellos no habían entendido El Quijote, lo mejor era que no lo entendiese nadie".



El prólogo lo firma Mario Vargas Llosa y en la presentación estuvieron, además del editor, Emili Rosales, los filólogos José-Carlos Mainer y Jordi Gracia. Francisco Rico fue el gran personaje ausente: Trapiello ha partido de su edición (con 5.552 notas) y con él ha discutido no pocos pasajes. Mainer comenzó haciendo un repaso de eminentes cervantistas, que pueden transitar, dijo, "el camino de la erudición o el camino de la vida". "Trapiello lleva cinco lustros leyendo el Quijote, ha escrito dos novelas estupendas que amplían el universo cervantino y una biografía de Cervantes". "¿Quién mejor que él?", se había preguntado minutos antes Rosales. Todos coinciden en que no se trata de sustituir el original, que esto consiste, más bien, en que la gente pueda disfrutar leyendo las aventuras del hidalgo sin acabar mareado por las anotaciones. "Que sea un libro de paso al escrito por Cervantes", deseó Trapiello. Y Gracia: "Este trabajo guarda una gran coherencia con Cervantes y con El Quijote, un personaje que pierde la cabeza porque no entiende lo que lee. Es justamente lo que quiere hacer Trapiello con el lector contemporáneo".



Mainer se imaginó a Cervantes, cuyo aspecto, pese al célebre autorretrato, desconocemos, sentado a un lado de la mesa, con Trapiello enfrente. Los dos juegan. "Echan una partida, aunque no sé muy bien de qué". Fue Cervantes quien nos enseñó que escribir es también jugar; su idea de la literatura, recordó Gracia, no era sagrada, entre otras cosas porque entonces no existía semejante idea. "Claro que se puede jugar con los textos, y en particular con este, claro que se pueden actualizar los clásicos y hacerlos sugestivos para un lector que busque ante todo pasárselo bien". Gracia habló con entusiasmo de un libro, dijo, que es "apto para el que ha leído el Quijote, para el que no lo ha leído y para el que lo empezó y no lo terminó".



Trapiello se lo dedica a la Institución Libre de Enseñanza y a las Misiones Pedagógicas, que impulsaron la Biblioteca Literaria del Estudiante, nacida para introducir la lectura directa de los clásicos en las aulas. Desde entonces, El Quijote es más que un libro: "es una cuestión de Estado, de instrucción pública". Trapiello se mira a menudo en Francisco Giner de los Ríos y en Bartolomé de Cossío, cuyo ejemplo, dijo, le ha ayudado a no desfallecer en tan quijotesco empeño. El escritor reconoció, por último, que era inevitable dejarse cosas en el camino. Pero basta comenzar a leer para comprobar que, por lo pronto, la música cervantina sigue sonando. "Me gustaría haber escrito el Quijote de Pierre Menard, y que al final saliera lo mismo. Pero, como diría Sancho, no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos".