Rafael Chirbes
Rafael Chirbes, autor de obras como Crematorio, La larga marcha o En la orilla, ha muerto este sábado, 15 de agosto, a los 66 años, víctima de un cáncer de pulmón. La muerte, según informaron fuentes cercanas al escritor, ha sido fulminante, ya que el cáncer, de carácter irreversible, le fue diagnosticado el pasado lunes. Nacido en Tabernes de la Valldigna (Valencia), en 1949, Chirbes estaba considerado uno de los escritores más importantes en lengua española y su última novela, En la orilla, obtuvo el pasado año el Premio Nacional de Narrativa y el de la Crítica. Con motivo de ese galardón, el escritor valenciano hizo gala, en declaraciones a El Cultural, de esa timidez y modestia que siempre lo definieron: "Tengo la mala suerte de que Crematorio y En la orilla están de actualidad -dijo-. Así que tengo que aguantar el haberme convertido, casi de la noche a la mañana, en una figura pública, expuesta a la luz del sol".Y es que Chirbes alcanzó la fama y el prestigio literarios relativamente tarde, si bien ya en 1988, con Mimoun, fue finalista del Premio Herralde; a la editorial catalana estaría ya vinculado hasta su muerte. Alguna vez ha dicho que antes de ésta, tenía otras tres novelas escritas guardadas en el cajón. Antes de convertirse en escritor, Chirbes había trabajado como crítico literario, articulista de viajes y profesor, y había vivido en distintos lugares como Marruecos, Francia, Extremadura o Barcelona, antes de regresar a su Valencia natal, geografía clave en su obra narrativa. Tras Mimoun publicó La larga marcha, con la que comenzó su trilogía sobre la sociedad española que llega hasta la Transición.
Aunque sería Crematorio, en 2007, la obra que le daría a conocer a la gran mayoría de los lectores. La novela, que describe la España de la crisis, la corrupción y la burbuja inmobiliaria, obtuvo el Premio Nacional de la Crítica y tuvo una versión para la pequeña pantalla, protagonizada por el actor Pepe Sancho. Después llegaría la que para muchos es su obra maestra, En la orilla, una crónica amarga de la especulación inmobiliaria, con la que se consolidó como uno de los autores más importantes de la narrativa española.
"Digamos que Crematorio es la primera línea de playa, y ésta [En la orilla] es el pantano -declaró a El Cultural en 2013-. Crematorio es el esplendor, y ésta es la caída. Crematorio es el fuego que arde deprisa, y en ésta es el rescoldo, porque detrás de esta falsa modernidad que hemos vivido, hay un pozo y hay un pantano que siguen estando ahí, cada vez están más podridos. Porque todos somos ahora muy modernos pero aquí siguen funcionando los mismos esquemas, los viejos tópicos franquistas".
Definida por él mismo como una "novela de voces", con un río central, que es el personaje, En la orilla es, según el crítico Ricardo Senabre, "un auténtico festín" literario. "Sin desfallecimientos, con una prosa dúctil que unas veces se extiende en prolongadas contemplaciones del paisaje y otras en monólogos y pensamientos de personajes en los que se entremezclan recuerdos y actualidad, pasado y presente, y con una variedad de registros idiomáticos suficiente para que cada personaje se distinga por el estilo y los caracteres de su habla, Chirbes ha reconstruido medio siglo de historia en el entorno cercano a la Albufera valenciana".
Chirbes llegó, con esta novela, a una plenitud artística iniciada en obras anteriores como la mencionada La larga marcha, La caída de Madrid, Los viejos amigos o El Penúltimo escalón. Si dijo de su último libro que era una caída -tras el esplendor de Crematorio-, era ésta una caída en forma de libro lento, reflexionado que le costó concluir seis años. "En la orilla -dijo Chirbes- es un libro que no tiene trama, porque cada vez me interesa menos la trama. La trama es una dictadura, lo decía Benet... yo quise desde el principio que las distintas voces tuvieran el mismo tono y formaran un coro que contara lo único que me interesa contar, que es lo que está pasando. Es un libro discursivo, un libro que se me va constantemente hacia los lados".
La novela parte del hallazgo de un cadáver en el pantano de Olba. Su protagonista, Esteban, se ha visto obligado a cerrar la carpintería de la que era dueño, dejando en el paro a los que trabajaban para él. Mientras se encarga de cuidar a su padre, enfermo en fase terminal, Esteban indaga en los motivos de una ruina que asume en su doble papel de víctima y de verdugo, y entre cuyos escombros encontramos los valores que han regido una sociedad, un mundo y un tiempo. La novela obliga a mirar hacia ese espacio fangoso que siempre estuvo ahí, aunque durante años nadie parecía estar dispuesto a asumirlo, a la vez lugar de uso y abismo donde se han ocultado delitos y se han lavado conciencias privadas y públicas.
Cuando ensalzaban sus libros, y tanto los lectores como los críticos destacaban su naturaleza de crónica incisiva, con vocación de intervenir en la realidad del presente, Chirbes se quitaba importancia. "No tengo la impresión de que haya cambiado tanto el nervio de la sociedad", dijo en una ocasión, para añadir, con su proverbial descreimiento: "Enseguida ves cómo, por debajo, los comportamientos tienen una continuidad con la España que conocí a los diez años. Esta novela, En la orilla, tiene el afán de, además de que el pantano sirva como metáfora, ser una narración en la que estén imbricados el pasado y el presente, la guerra y la posguerra, porque los mecanismos por los que unos se enriquecieron siguen funcionando y todo es como una pasta espesa y pringosa".
Amante de Galdós, el escritor se identificaba con el portugués Miguel Torga, quien decía llevar dentro un escritor tartamudo y angustiado, y afirmaba sentirse un perpetuo aprendiz de un oficio que amaba. "Lo que más me ha gustado siempre es la literatura. La literatura cuenta algo que no cuentan ni las otras artes ni el periodismo, y tiene una posibilidad de llegar al fondo de ser humano". También decía que todos sus libros los había escrito con la cabeza y el corazón en una de las grandes obras que amaba. Cuando escribía Mimoun (1988), confesó tener en mente Otra vuelta de tuerca, de Henry James; cuando La buena letra (1992), el Lazarillo, con su peculiar ingenuidad y sabiduría. Y con Crematorio (2007), Lucrecio y La Celestina. A partir de ahora, serán otros los escritores que, inevitablemente, tendrán a Chirbes en la cabeza cuando escriban.