Image: Eduardo Mendoza: Todos mis personajes son extraterrestres

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Letras

Eduardo Mendoza: "Todos mis personajes son extraterrestres"

30 octubre, 2015 01:00

Eduardo Mendoza. Foto: Santi Cogolludo

Eduardo Mendoza acaba de publicar una nueva aventura de su detective sin nombre, que tanto le debe a Philip Marlowe como al Reporter Tribulete. ¿Su título? El secreto de la modelo extraviada, una excusa, en realidad, para volver a recorrer la Barcelona de los 80, aquella en la que aún no todo eran turistas

Eduardo Mendoza echa de menos el sombrero mexicano. "Antes, cuando un turista venía a Barcelona, salía de aquí con un sombrero mexicano", dice. ¿Y ahora? "Ahora, en cuanto baja del barco, se pone la camiseta del Barça, que es el uniforme de turista oficial de la ciudad", añade. No es que le preocupe en exceso el aspecto del turista medio, no, es que acaba de publicar el quinto caso de su detective sin nombre, El secreto de la modelo extraviada (Seix Barral), y ha viajado al pasado. En concreto, a los años 80, una época en la que Barcelona aún no era Barcelona (la Barcelona de hoy, "el Balcón del Mediterráneo, la ciudad de las fiestas y congresos", apostilla, con un mohín de disgusto), era una ciudad cualquiera "en la que podías cruzarte con un compañero de colegio" en un lugar hoy tan ajeno como Paseo de Gracia, y en la que edificios como el de La Pedrera no eran otra cosa que edificios más bien tirando a antiestéticos. Porque, como diría la señorita Baxter, uno de los personajes de El secreto de la modelo extraviada, "en Figueras, esto mismo, en más pequeño, lo hacen las vacas".

Viste camisa blanca y americana negra y se ríe mucho, se ríe todo el rato, pero es una risa lacónica, en cierto sentido nostálgica, aunque diga que la nostalgia no es lo suyo. "Tengo mucha memoria para los detalles, no me olvido, y por eso no soy nostálgico. La nostalgia se inventa un pasado estupendo. Yo tengo claro que el pasado no fue tan estupendo. Puede que el móvil sea una lata pero nos facilita la vida", asegura. Recuerda que la primera historia que escribió, la escribió "de parvulito", y que la encontró, muchos años después, a la muerte de su madre, entre sus cosas. "Debió guardarla, como yo he guardado cosas así de mis hijos, y apareció. No tenía mucho sentido, la debí escribir con cuatro o cinco años, pero sí que se ve que estaba tratando de construir un personaje", cuenta. Su primer personaje. Probablemente ya un extraterrestre. Alguien que no se siente como los demás y trata de encajar. Como Gurb. Como el detective sin nombre, que además está loco y vive en un sanatorio. "Todos mis personajes son extraterrestres", sentencia. "Tratan de encajar, sí, pero no lo consiguen, se equivocan, porque ni siquiera conocen los códigos de la sociedad en la que intentan encajar. De ahí que lo que hagan sea acercarse a alguien que parece que los conoce para pasar desapercibidos", confiesa.

En esta ocasión, su 'extraterrestre', el detective que saltó a la palestra con El misterio de la cripta embrujada ("nunca pensé en escribir una serie, pero cuando tuve dos libros me dije que al menos haría una trilogía", dice de ellos, y añade que "muchos años después", el personaje volvió a llamar a su puerta), tiene que vérselas con el pasado. Con un caso que debió cerrar hace más de 20 años. Un asunto "feo", dice. Habían asesinado a una modelo y le culpaban a él. Un impulso le lleva a tratar de resolverlo pero muchas cosas han cambiado desde entonces. La principal, la ciudad, Barcelona que, en aquella época "era una cochambre y hoy es la ciudad más admirada", sentencia el detective. Además de un escurridizo perrito llamado Toby, un restaurante chino (que emplea al protagonista), un puñado de políticos y empresarios corruptos y la burguesía catalana "de más rancio abolengo", en la novela campa a sus anchas el humor absurdo, marca de la casa.

Pregunta.- Dígame la verdad, ¿cuánto le debe su detective al tebeo español?
Respuesta.- Mucho. Tengo mucha memoria literaria y no olvido que en mi formación fueron muy importantes Pulgarcito, el DDT y el TBO. Para mí, los personajes que poblaban esas páginas me han enseñando tanto como Anna Karenina. Mi detective le debe tanto a Philip Marlowe como al Reporter Tribulete. Es lo que me divierte. Yo sería incapaz de crear un detective clásico, que se tomase a sí mismo en serio y que tuviese problemas como los que tienen los detectives serios. Leo las historias de quienes sí saben crearlos con mucha admiración. Admiro mucho a Agatha Christie y a PD James, en general, a las grandes damas de la novela negra, y también a los americanos, y a los escandinavos. A todos. Pero yo sería incapaz de hacer algo así.

P.- ¿Y qué hay de Beckett?
R.- Por supuesto, también tiene algo de Beckett. Me considero heredero de todas las tradiciones. El absurdo de Beckett ha sido también una inspiración.

P.- ¿Lo de que no tenga nombre, por ejemplo, es 'beckettiano'?
R.- No tiene nombre porque así lo decidí. Es una de sus características. Forma parte del no tener nada. Me encanta el hecho de que consigue hacer casi todo sin dinero. Viaja, come, consigue cosas. Antes sin un duro, ahora sin un euro.

P.- ¿Y qué me dice del humor absurdo?
R.- Creo que fue Aristóteles el que dijo que la esperanza nos defiende del presente y el humor del pasado. A veces me preguntan si me divierto escribiendo y yo digo que me divierto pensando en lo que tengo que escribir. Escribir es un esfuerzo. Sobre todo, cuando pretendes hacer humor, porque el humor funciona como una máquina muy exacta. Mis libros se dirigen a gente con un sentido del humor muy diverso y deben conectar con ellos. En una novela convencional no tienes que preocuparte por el efecto concreto de cada frase, en una novela de humor, sí.

P.- ¿Por qué decidió regresar a los 80 en esta aventura?
R.- Porque una vez también tomé la decisión de que mi detective envejeciera. Hay otros que no lo hacen y no envejecen, pero el mío iba a envejecer y no me apetecía que en esta aventura tuviera la edad que tiene. Así que utilicé el truco de ambientar el caso en otra época y hacerle viajar al pasado.

P.- ¿Y lo del mundo de la moda?
R.- En esa época se vivía un momento en el que las modelos y la publicidad formaban parte del paisaje. Eran importantes. Famosos. Ahora lo son los cocineros. Pones la televisión y todo son programas de cocineros. Si hace 20 años nos hubieran dicho que algún día se pondrían de moda los cocineros, no nos lo hubiésemos creído.

P.- Inevitablemente en la novela se toca el tema de la corrupción, ¿se ha colado, por estar tan presente en nuestra vida diaria?
R.- No sé si hoy lo que está presente es la corrupción o el desenmascaramiento de la corrupción. Estamos viviendo un momento de imputaciones y procesamientos. La corrupción era lo que teníamos, ahora lo que tenemos son medidas correctivas. El mundo no va a cambiar, pero sí hay que alegrarse de que los malos reciban un castigo y los buenos reciban premios, como yo, que el otro día recibí el Premio Kafka. En cualquier caso, los novelistas vamos a rastras de la realidad. Y también es verdad que no sé si tenemos el gobierno que nos merecemos pero sí tenemos los delincuentes que nos merecemos: unos estafadores de poca monta. En vez de ingeniería financiera hacen lampistería financiera.

P.- ¿Se ve escribiendo otra aventura del detective sin nombre?
R.- Siempre pienso que no habrá más aventuras del detective, pero luego surgen, así que no sé.

P.- ¿Y está trabajando en alguna otra cosa ahora mismo?
R.- Siempre tengo cosas en la cabeza. Las empiezo y veo si funcionan. Para una que sale, he intentado recorrer cinco o seis vías muertas. Una vez dije que tal vez había llegado el momento de dejar de escribir novelas y dedicarme a escribir mis memorias. Pensaba un poco que quizá pasase lo que en el deporte, que primero haces boxeo, luego tenis y al final te dedicas al golf. Pensé que había llegado el momento de entrar en la etapa del golf. Pero qué aburrimiento sólo de pensar en escribir mis memorias, no me ha pasado nada de interés. Y además, mis memorias ya están escritas. Mis novelas están hechas de fragmentos de mis memorias. Lo que no están esos fragmentos es ordenados ni etiquetados, pero estar, están. Porque lo que digo soy yo y lo que cuento también soy yo. Todo en mis novelas es fondo de armario.