Image: Juan Pedro Aparicio: España ha sido durante siglos una teocracia de hecho

Image: Juan Pedro Aparicio: "España ha sido durante siglos una teocracia de hecho"

Letras

Juan Pedro Aparicio: "España ha sido durante siglos una teocracia de hecho"

3 junio, 2016 02:00

Juan Pedro Aparicio. Foto: Alberto Cuéllar

Un importante premio literario, el Jovellanos de Ensayo, avala el quijotesco empeño completado por Juan Pedro Aparicio en Nuestro desamor a España (Ediciones Nobel): demostrar que la historia oficial de nuestro país viene sesgada desde Fernando III el Santo, primera pica de un relato ‘castispañol', católico y apostólico, al que contribuyeron, entre otros pensadores, Ramón Menéndez Pidal, José Ortega y Gasset y Claudio Sánchez Albornoz

En Nuestro desamor a España, el libro con el que Juan Pedro Aparicio (León, 1941) ha ganado el XXIII Premio Jovellanos de Ensayo, se cuenta un chiste esclarecedor: un inglés, un francés, un italiano y un español intentan alcanzar una cucaña. Los ingleses miran a su concursante sin mover un músculo; los franceses animan al suyo a gritos; los italianos, además de gritar, empujan al suyo con todo tipo de artimañas; y los españoles agarran a su concursante por los pies, no vaya a ser que se imponga y haya que reconocerle algún talento. "El español no suele ser xenófobo -comenta Aparicio-, pero en demasiadas ocasiones parece sentir horror de sus compatriotas, de sus vecinos, de los otros españoles".

Para estudiar este vicio tan español del autoodio ha escrito Aparicio su libro, aunque no sólo: lo que podría parecer, de entrada, un ensayo más bien sociológico, termina siendo una original historia de los albores de nuestro país, allá por el cruce de los siglos XII y XIII, cuando Castilla alcanza su predominio y echa a andar el relato no de España, sino de lo que el escritor llama, con sorna, "Castispaña", y que se extiende hasta hoy.

Aparicio ha puesto las armas del narrador al servicio del ensayista. Ha utilizado su experiencia inglesa -fue durante casi cinco años director del Instituto Cervantes de Londres- para, al modo de los historiadores anglosajones, enseñar deleitando, ser, dice, sobre todo, "riguroso, sin descuidar una cierta amenidad". Otro truco de narrador es la búsqueda de un secreto oculto en la Edad Media que se desvela al final del libro. "La aspereza de un libro no está en el tema, sino en cómo se narra -explica el autor a El Cultural, con quien se da cita en Madrid, en donde vive desde que regresó de Inglaterra-. No puedo soportar esos ensayos que son casi una mera acumulación de datos eruditos".

El premio no es la primera satisfacción que le da a Aparicio el nombre de Jovellanos, por cuya figura siente verdadera admiración: hace tres años escribió la que quizá sea, dice él, su novela más querida, Nuestros hijos volarán con el siglo (Salto de Página), sobre el célebre escritor y jurista ilustrado. "Jovellanos fue un español fascinante, de un rigor y una firmeza admirables, y de una gran suavidad en las formas", afirma. Para su inmersión en la peripecia de Jovellanos, ya entonces escogió el flanco narrativo y decidió novelar un hueco de su biografía que "le pusiera al descubierto". Pero aquel libro, recuerda ahora el escritor leonés, "pasó con algo más de pena que de gloria, como suele ocurrir entre nosotros cuando se aspira a algo más que al mero entretenimiento".

Pregunta.- ¿Es que no trata bien España a sus escritores?
Respuesta.- Lo de España con sus escritores a veces parece como de broma. Eso sí, si tú eres australiano o australiana y ganas un premio en Queensland puedes ser recibido en España como un verdadero genio.

"Ortega era una luminaria, pero fue también una desgracia. Sus planteamientos, a veces, son los de un protofascista"

P.- ¿Le dan ganas alguna vez de volverse a Inglaterra?
R.- Soy ya demasiado mayor para eso... los de mi edad ya pensamos en volver a casa a morir. Dice un amigo que a partir de los setenta caminamos por un campo de minas. ¡Pum!, un día se va uno, ¡pum! otro, se va otro. Pero no, no estaría mal ser inglés aunque solo fuera por un trimestre. Lo digo en mi London Calling [Páginas de Espuma]: tú comparas a un español y a un inglés y puede que gane el español. Comparas a dos españoles y a dos ingleses y puede que también ganen los españoles. Pero si pones a diez españoles y a diez ingleses, es dificilísimo que no se impongan los ingleses. No le digo nada si hablamos de millones.

P.- ¿Son sus referentes literarios más ingleses que españoles?
R.- No lo creo. Aunque, bueno, también podemos considerar que Cervantes es muy inglés por cómo ha fecundado la literatura inglesa. Como lo sería Borges, casi por lo contrario, por cómo ha prendido en él la literatura inglesa. Es fascinante lo que ocurre con Borges, por cierto, un escritor tan rico, tan complejo, capaz de dar al lector un placer intelectual tan formidable, que se haya convertido en una especie de best seller...

Eruditos a revisión

Opina Aparicio que algunos de nuestros pensadores más notables han contribuido al relato sesgado de la historia de España. Por eso le vaticina a su ensayo una recepción difícil, controvertida, pues pone en cuestión algo aceptado como cierto desde Fernando III el Santo. De entre los intelectuales que desfilan por su libro, sobresale Ortega y Gasset. "Es una luminaria pero en algunos aspectos es también una desgracia -asegura el escritor-. Un hombre que escribe maravillosamente, de una lucidez tremenda, pero cuyos planteamientos, a veces, son los de un protofascista. Sobre todo cuando se pone a hablar de mejorar la raza en los mismos términos en que se expresaba Mussolini. Yo lo leí con diecisiete años y como el ambiente general era fascista, me lo creí. Pero mucho de lo que escribió no es de recibo. Si por alguien siento admiración, y más que eso, profunda simpatía, es por Julio Caro Baroja: un sabio sin carisma, pero que lo sabía todo y que lo único que hacía era darte los datos e invitarte a pensar. No es el caso de Menéndez Pidal ni de Sánchez Albornoz, adalides de un relato de España (el primero, según demostró Colin Smith, capaz de alguna manipulación documental) que hay que replantearse. Grandes eruditos, grandes escritores también, que gozaban de gran capacidad de persuasión, pero cuyas construcciones están hoy sometidas a revisión".

P.- Se refiere a esas construcciones de lo que usted llama ‘Castispaña': Castilla como ideal de la esencia de España.
R.- Sí. Pero de una España en la que Iglesia y Estado se han confundido peligrosamente.

El retroceso del islam

P.- Entre los mitos que revisa está también la Reconquista, y subraya que cristianos y moros convivían sin tantos problemas como nos han hecho creer...
R.- Algún problema había, desde luego, pero no como nos lo han contado. Los musulmanes españoles no tenían nada que ver con los actuales yihadistas. Alfonso VI ampara a los musulmanes contra los almohades, al proclamarse emperador de las dos religiones, lo que es todo un ejemplo de tolerancia. Ahora bien, las cruzadas fueron otra cosa. Una cosa tremenda muy parecida al yihadismo de hoy. Los españoles somos unos benditos al lado de los cruzados franceses, que iban a robar, a saquear, a conquistar tierras en nombre de Cristo. Los movía la codicia. Hay que leer el libro de Steven Runciman [Historia de las cruzadas, Alianza, 2008]. En nombre de Dios se han cometido las mayores atrocidades.

Cuando el sur se hizo musulmán, siguió siendo un prodigio. Luego vino la Reconquista ‘castispañola' y hoy tenemos esa cosa pintoresca de los Rocíos"

P.- Leyendo su libro, no es difícil pensar que una parte del Islam ha vivido un sorprendente retroceso. ¿Es así?
R.- No en vano la Bética era quizá la provincia más culta del imperio, aparte de Italia. Dio magníficos escritores, senadores, emperadores. Cuando todo eso se hizo musulmán, siguió siendo un prodigio. Luego vino la Reconquista ‘castispañola' y hoy tenemos esa cosa pintoresca de los Rocíos y demás. No deja de ser una lástima.

Aparicio reivindica la importancia de la historia como configuradora del presente. "Sólo el pasado nos permite entender el presente, un presente que el discurso tradicional nos ha venido ofreciendo, sin embargo, como una acumulación de datos y hechos sin discusión posible. Entiendo que es temerario decir que algo tan remoto como lo ocurrido en la Edad Media tenga influencia sobre nuestros días. Pero lo que yo denomino ‘Castispaña', y que tan vigente está todavía, es algo igualmente remoto, pues se remonta al Cid o a Fernando III el Santo".

P.- ¿En qué sentido conviene entonces repensar la historia de España?
R.- Bueno, en el sentido de que la historia de España, el arte español, todo está impregnado de religión. Esto ha sido durante siglos una teocracia de hecho.

P.- Deja caer en alguna parte lo bien que nos habría venido una reforma...
R.- Claro, aunque las cosas son como son. El ser pioneros en algo es muy arriesgado. Alfonso IX habría podido ser un Enrique VIII, pero la época no se lo permitió y al final ganaron los Papas, la Orden de Cluny y los cruzados franceses, cuyo poder era muy fuerte. Roma, tras cambiar el rito hispano, impuso durante siglos su centralismo. La historia es la que es y no se puede cambiar; ahora bien, merece la pena saber que hubiera podido ser de otra manera. Saber que pudimos haber sido de otra manera, como esos niños argentinos secuestrados por los cómplices de la dictadura militar, y que quisieron saber, ya de mayores, quiénes eran sus verdaderos padres, eso te ayuda a recomponer un poco las cosas, a encontrar en ti cualidades ocultas y a cambiar tus referencias.

Podemos tiene mucho de Iglesia; su religión es la de los pobres, como la de los clérigos es la otra vida"

P.- Defiende el laicismo, pero ¿sigue siendo la presencia de la iglesia importante en la educación y cultura españolas?
R.- Sí que lo es. El franquismo fue una larga pesadilla nacional-católica, pero ni siquiera hoy nos hemos podido sacudir del todo ese poder que históricamente ha tenido la iglesia sobre la conciencia civil española. Por eso defiendo una educación laica, como ocurre en muchos países, que no quiere decir anticatólica ni antirreligiosa. Lo proclamó el mismo Cristo al decir que había que dar a Dios lo que era de Dios y al César lo que era del César.

Una universidad hermética

P.- Planea en su libro una crítica a la universidad, como culpable, al menos en parte, de la consolidación de esa historia oficial de España. ¿Ha de venir de la universidad también la revisión de todo el relato?
P.- El problema de la Universidad española es que es demasiado hermética. Uno es discípulo de otro y ese otro está ahí porque otro de tal escuela le hizo catedrático. Y, claro, así es muy difícil que haya versiones alternativas.

P.- El partido Podemos sale de la Universidad, es algo que reivindican. ¿Qué opina de ellos?
R.- A mí me parece, y espero que me perdonen, que tienen mucho de Iglesia; su religión es la de los pobres, como la de los clérigos es la de la otra vida. Pero vivir para servir a Dios, no es lo mismo que servirse de Dios para vivir. Y lo mismo vale decir con respecto a los pobres. A los que hemos vivido en el nacional-catolicismo algo de su discurso nos espanta. Errejón parece otra cosa, más leído, quizás, y con sentido pragmático. Pablo Iglesias parece demasiado astuto, aunque también parece demasiado soberbio, y son condiciones contradictorias. ¿Son ellos hoy la representación de nuestra universidad? ¡Uuff!

@albertogordom