De dcha. a izda., Elvira navarro, Alberto Olmos y Lara Moreno: ayer, hoy y mañana de Caballo de troya. Foto: Sergio Enríquez Nistal

En 2014, Caballo de Troya cambió de fórmula. El sello de Random House que durante diez años había dirigido Constantino Bértolo, pasaba, tras su jubilación, a ser comandado cada año por un editor distinto. Los escritores Elvira Navarro y Alberto Olmos ya han hecho su parte; el próximo año le tocará a Lara Moreno. Alegrías, dudas e inseguridades: así fue (y es) trabajar en el "otro lado" del sector.

El 13 de junio de 2014, Claudio López Lamadrid, director editorial de Penguin Random House, convocó a la prensa para aclarar cuál sería el futuro de Caballo de Troya. Constantino Bértolo, el fundador del sello (a cuya personalidad parecía hasta entonces irremediablemente ligado) se jubilaba. La editorial pasaba a ser "dirigida" por un "editor residente", uno cada año, y aquel iba a ser el turno de Elvira Navarro (Huelva, 1978). La escritora, ella misma autora de Caballo de Troya (todavía hoy su Ciudad en invierno está entre los tres libros más vendidos de la historia de la editorial, junto a Made in Spain, de Javier Mestre, y Escarnio, de Coradino Vega) podría publicar entre seis y ocho libros al año; ella los elegiría, los editaría y participaría en la promoción.



Tres años después, han pasado por ese puesto, además de Navarro, que terminó publicando ocho títulos, Alberto Olmos (Segovia, 1975), que editó seis, y Lara Moreno (Sevilla, 1978), si bien los de ésta última, aunque elegidos ya, no verán la luz hasta 2017. La editorial ya ha anunciado que, como los de su antecesor, serán seis libros, que se publicarán simultáneamente en versión digital. Desde sus inicios, Caballo de Troya apostó por la vertiente digital, así que sus tiradas en papel son cortas (unos 500 ejemplares, a 13 euros) y el precio del Ebook es de solo 3'90 euros. Los libros solo se pueden encontrar en contadas librerías literarias.



Caballo de Troya surgió como una singular forma de resistencia a la concentración editorial; iba a operar desde dentro, como el caballo que entró en la ciudad sitiada de los troyanos, o lo que es lo mismo, al amparo de uno de esos "monstruos" editoriales -entonces Mondadori- frente a los que pretendía ejercer un contrapeso simbólico. Desde la editorial aseguran que, pese a lo paradójico de la fórmula, el proyecto ha funcionado hasta ahora "con eficiencia y sin contradicciones".



"Me preguntaba si no estaba siendo demasiado exigente, pero al final, casi una página te sirve para desechar un manuscrito" Alberto Olmos

Los tres editores (Moreno es la única con experiencia en el oficio: desde hace diez años es editora freelance) creen que "la visibilidad" es una de las principales aportaciones de Random House a los libros de Caballo de Troya. Olmos destaca la "espectacular" asistencia a las presentaciones de los libros. Navarro, aunque valora la estrategia de prensa (más cerca de la de un gran grupo que de la de un sello independiente), desliza una queja: "El departamento de prensa mandaba los libros a no pocos medios. Aunque los ejemplares dedicados a la promoción no eran muchos, y eso a veces era un problema".



"Es lo más fácil del mundo"

Editar en Caballo de Troya tiene, parecen decir los tres, lo bueno del trabajo de edición (la parte literaria), pero no lo malo, que es la sumisión a la cuenta de resultados. Random House nunca ha pretendido ganar dinero con el sello. "Ser editor en Caballo de Troya es lo más fácil del mundo -interviene Olmos-: eliges un libro y, meses después, llega en un sobre a tu puerta. Ser editor de verdad es tener facturas acumuladas sobre la mesa de tu pequeña oficina en Malasaña y no saber si pagar primero al del gas o a Perico Pérez, autor de la casa. Esto ha sido como poner música en el bar de un amigo".



Pero no siempre es fácil encontrar un libro que valga la pena. La editorial recibe entre 300 y 400 manuscritos anuales, y aún así, dice Navarro, sus sesiones de lectura le hicieron "confirmar la sospecha de que no hay grandes obras maestras durmiendo en ningún cajón". Según Moreno, "cuando lees manuscritos sabiendo que la decisión depende solo de ti, se abre un mundo nuevo de dudas e inseguridades. Al principio crees que lo tienes muy claro y luego empieza la duda: pero ¿esto es bueno? ¿No lo es? Incluso dudas de tu propio gusto".



"Faltas de ortografía y de sintaxis, tópicos y cursilería: esos son algunos de los errores habituales de los manuscritos" Elvira Navarro


Unas preguntas que también se formulaba Olmos: "¿Estoy siendo demasiado exigente?, ¿no sé leer una novela si no me la dan ya editada? Pero al final, casi sólo la primera página te sirve, en muchos casos, para desechar un manuscrito". Tras horas de "lectura agónica" a menudo se detectan, dicen, errores recurrentes. "El primer error es enviar una novela de templarios a Caballo de Troya, el segundo es creer que el tono graciosete de Twitter sirve de inmediato para una novela, el tercero es no tener nada que contar y el cuarto es la falta de estilo", afirma Olmos.



"Hay cierta continuidad"

Elvira Navarro descartaba alrededor "del noventa y siete por ciento" de los manuscritos en una primera lectura; era un descarte, dice, "bastante justo". Los pecados eran capitales: "faltas de ortografía y de sintaxis, tópicos y cursiladas, o acercarse a una novela juvenil o a unas memorias de vida y confundir lo importante de ciertos acontecimientos vitales o históricos con la pertinencia literaria". Todos han recibido libros alejados de la línea de Caballo de Troya, como novelas históricas o románticas. "A mí me enviaron hasta un libro de autoayuda y un manual de la ESO", asegura la escritora.



Los tres escritores/editores nacieron en la segunda mitad de los setenta. ¿Se puede rastrear por ahí cierta coherencia en sus catálogos? Responde Moreno: "Yo creo que lo que han hecho Elvira y Alberto, y lo que también he pretendido hacer yo, es intentar tomar un relativo pulso de lo que escribe hoy la gente de un par de generaciones: de los 70 a los 90, aproximadamente. Es posible que lo que los una sea que son autores relativamente nuevos, no muy conocidos, y bastante jóvenes. En ese sentido, Caballo de Troya sigue siendo Caballo de Troya". Olmos ve similitudes entre los libros de Navarro y los suyos, "ya sea porque los autores son de la misma edad o porque hay muchas autoras, o porque Elvira y yo somos amigos o porque nuestros propios autores han acabado haciéndose amigos y leyéndose, yo creo que sí ha habido continuidad".



Del año de Elvira Navarro es probable que los lectores recuerden El comensal, de Gabriela Ybarra (que además representa una tendencia nítida en los libros que eligió Navarro: la mayoría eran autobiográficos o jugaban de alguna manera con la autoficción). El comensal es el libro que Moreno elige, junto al de relatos de Almudena Sánchez (La acústica de los iglús, 2015), de entre los publicados por quienes la precedieron en el puesto. El caso de Gabriela Ybarra no es habitual porque su historia, que exploraba un trauma familiar a partir del asesinato de su abuelo por parte de ETA, logró trascender los círculos a los que habitualmente llegan los libros de Caballo de Troya. ¿Qué circunstancias se tienen que dar para que un libro "llegue" así? Dice Navarro que depende de muchos factores, como "la pertinencia de lo que se cuenta en un contexto, que la editorial diseñe una buena promoción, que la prensa te haga caso y que haya un boca a boca de los lectores. Y cuando un autor novel tiene cierta red de contactos, el libro se ve más". Olmos habla de suerte y también, claro, en la era de las redes sociales, de la habilidad de ciertos escritores jóvenes para "promocionarse" a sí mismos.



"Las oportunidades de publicar siempre son azarosas, pero creo que los escritores noveles hoy lo tienen más fácil" Lara Moreno

Lara Moreno cree que los autores primerizos de hoy lo tienen -por todo esto- más fácil. "Las oportunidades de publicar son siempre azarosas, pero antes había que tirar de imaginación, de sobres en correos que llegaban a ninguna parte". Navarro matiza esa respuesta: "Yo no comencé hace tanto tiempo, y ya estaba difícil cuando empecé. Creo que eso no ha cambiado mucho. Sí es más difícil que un grupo grande publique a un autor novel porque ahora el mercado está peor. Prima el conservadurismo. Pero sigue habiendo sellos pequeños o medianos que de vez en cuando apuestan por autores noveles".



¿Puede que entonces la dificultad no esté en publicar, sino en conseguir no pasar desapercibido? La opinión de Olmos va por ahí: los autores noveles, dice, "pueden escribir y publicar en muchos sellos, pero difícilmente alcanzarán el estatuto social de escritor oficial de España. Ni la generación de los 60 (salvo Cercas), ni la nuestra (salvo quizá Neuman) ha conseguido asaltar siquiera la primera muralla del trono de Marías o Muñoz Molina, que son los únicos que conocen la gloria literaria".



¿El fin de la edición tradicional?

Olmos dibuja un panorama sombrío para la industria editorial, pero no por la aparición de, por ejemplo, las plataformas de autoedición, sino por el arrinconamiento de la lectura. "Yo mismo he tenido una hija y leo muy poco. Ahora me doy cuenta de que la gente normal -con familia y trabajo- no tiene tiempo para leer. No lo tienen de verdad. Estoy en un momento muy bajo en el que me repito a diario lo siguiente: leer es imposible. Así que fijaos lo que me preocupa la autoedición".



Navarro opina que el editor permanecerá, aunque sea como "garantía de que el escritor domina los rudimentos más básicos". Igual opina Moreno del editor: alguien con "olfato y capacidad para mejorar un libro". Aunque, termina, "posiblemente dentro de un tiempo la jerarquía se vea modificada, y el autor y el editor trabajen más como socios de un mismo proyecto. En el fondo siempre es así si hay buena relación, pero la estructura económica que sustenta la relación actual no permite una igualdad".



@albertogordom