Antonio Colinas. Foto: Clara Colinas

El poeta recoge este viernes el Premio Reina Sofía, el más importante de la poesía en español, y presenta la antología Lumbres, que incluye tres poemas inéditos. Además El Cultural ofrece en exclusiva otros dos inéditos no incluidos en el libro.

Cuando supo que le concedían el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más importante de la poesía escrita en español, Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) sintió emoción y también orgullo por tantos años de trabajo, ya que este galardón no se otorga por una obra concreta sino en reconocimiento a toda una carrera. Aunque se premia al poeta, Colinas también siente reconocida su labor como narrador, ensayista y traductor, así como de "propagador de cultura", una faceta que califica de "incomprendida" por las instituciones, en alusión a la polémica reforma que desde 2013 obliga a los autores jubilados a elegir entre su pensión o el cobro de derechos de autor y otras actividades, como por ejemplo las conferencias.



Pero Colinas se siente y es considerado, ante todo, poeta. "La poesía es un medio para afrontar la vida, es un modo de ser y de estar en el mundo. La vida es una lucha continua entre contrarios, pero en el poema se deshace esa dualidad", dice el autor en alusión a una búsqueda de armonía que ha sido una constante en su obra. Para él la poesía también es una vía de conocimiento, "un medio poderoso para desarrollar nuestra psique, conocernos y conocer a los demás" y, como reconoció Heidegger al leer a Rilke, opina que "donde no llega la voz del filósofo, aparece la del poeta".



El premio se anunció en una "confluencia astral" de fechas redondas: Colinas cumplía 70 años de vida y 50 como poeta; y el galardón, concedido por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca, celebra este año su 25.ª edición. Su entrega tendrá lugar este viernes en un acto solemne en el Palacio Real de Madrid y, en su discurso de aceptación, el autor expondrá su concepción de la poesía y lo que esta ha supuesto en su vida. Colinas sintió la llamada de la poesía en la adolescencia y confirmó su vocación a los 20 años durante una estancia en Italia que duró cuatro años. Allí se vio deslumbrado por la vasta tradición cultural del país, especialmente por la literatura grecolatina, la romanización y el renacimiento. El fruto más evidente de aquel encuentro providencial fue su poemario más conocido, Sepulcro en Tarquinia.



Dotado con 42.100 euros, el galardón lleva aparejada además la edición de un libro por parte de la Universidad de Salamanca que se presenta en sociedad también este viernes. Se titula Lumbres y es una antología de poemas seleccionados por el propio autor. "Ha sido una prueba difícil porque no debía ser una antología más. Me pidieron que fuera un libro muy fundamentado y a la vez dirigido a un público muy abierto, incluyendo a personas que no conozcan mi obra". Por eso ha inclinado la balanza hacia los poemas de su etapa de madurez, más emocionales e intimistas que los de juventud, cuando su poesía era más lírica y culturalista, bañada por aquel resplandor italiano. De las 1.300 páginas que componen su obra completa, tuvo que escoger menos de 300. "He elegido mis poemas preferidos no como autor, sino como lector de mí mismo", explica.



Además, el libro incluye tres poemas inéditos que son "como tres caminos". Corresponden a ese momento en que se comienza un posible libro, con una actitud de "tanteo, sin saber muy bien hacia dónde se va". Son, por tanto, tres poemas muy variados: "Uno es una aproximación al mundo de León Felipe a través del pueblo donde nació; otro es más surreal, plenamente irracionalista; y el tercero es un testimonio de lo que la gran música ha supuesto en mi vida". En paralelo, El Cultural ofrece en exlcusiva al final de estas líneas otros dos poemas inéditos de Antonio Colinas que no figuran en este nuevo libro.



La música es crucial en la poesía de Colinas desde dos vertientes. Por una parte, ha sido, como otras formas de arte pero en mayor medida que el resto, un factor fundamental de su formación como poeta. Por otro, es un elemento constitutivo del propio poema, marcando el ritmo del verso y "el sentido órfico de la poesía". Y esto, el carácter rítmico y melódico del verso, ha sido otro criterio importante para la composición de esta antología, explica.



"Siempre he procurado mantener en mi poesía una voz emocionada, intensa y lírica, que va hacia lo metafísico y el humanismo", señala Colinas. Pero aunque esta voz no ha sufrido cambios sustanciales desde la publicación de su Obra poética completa en 2011, en el futuro libro que anuncian estos tres poemas inéditos, esta parece que quiere inclinarse más hacia su lado más "subconsciente e irracionalista", reconoce.



Los poemas recogidos en Lumbres van precedidos de una extensa introducción y de una bibliografía elaborados por María Sánchez-Pérez y Antonio Sánchez Zamarreño, profesores de la Universidad de Salamanca. Colinas agradece el "texto generoso" de estos estudiosos de su obra, y destaca el "exhaustivo análisis" de su libro más querido, Noche más allá de la noche, compuesto por mil versos alejandrinos.



La portada de Lumbres está ilustrada con una foto realizada por el propio Colinas al volver de un paseo. En ella se ve un campo de trigo mecido por el viento y unas nubes borrascosas aproximándose desde el horizonte. Sacó la foto con su móvil sin ninguna pretensión, pero a posteriori la interpreta demostrando el alcance de esa mirada poética que se deposita sobre todas las cosas y que constituye, como siempre ha defendido, una vía de conocimiento: "Es una fotografía llena de símbolos. El trigo representa lo telúrico, también aparece lo celeste y las nubes pueden simbolizar la vida que fluye". Dentro del libro hay también una colección de fotografías que para el poeta constituyen "una geografía del alma".



Siempre ha dicho Colinas que no hay que confundir la poesía con un texto en prosa cortado en trozos. Cada lenguaje tiene su función. "El lenguaje del poema se tiene que distinguir del resto. No puede ser una foto, con un sentido exclusivamente testimonial. La poesía tiene que distinguirse por su fulgor, por su intensidad, por una gran condensación de lo bello y lo verdadero, como si fuera un diamante".



Aunque suene paradójico, la búsqueda del silencio es otro elemento fundamental en la poesía de Colinas, especialmente en la más reciente. "A veces pienso que el viaje del poeta es hacia el silencio. Avanzamos en años y nos parece que ya lo hemos dicho todo, que nos repetimos". Por eso, en Canciones para una música silente, los poemas se iban haciendo cada vez más concisos, más escuetos, hasta el poema que cierra el libro con una llamada al silencio absoluto. Pero no como desaparición o muerte, sino como "vacío fértil" o "nada plena", expresiones recurrentes en los poemas de Colinas. "Hoy parece que todo tiene que ser vertiginoso y ligero. Hay demasiadas palabras. Necesitamos momentos de silencio y palabras que tiendan a lo esencial y que valoren la cultura, combatir esta filosofía imperante del todo vale".



@FDQuijano

Dos poemas inéditos de Antonio Colinas

Una conversación a medianoche



Esta conversación que mantenemos

los dos en el jardín a medianoche

-mientras el pueblo duerme en el sueño de oro

de sus piedras-

es infinita.

Porque infinito es el firmamento

que nos respira

desde los álamos,

desde la soledad del peregrino

que pasa como un lobo

junto al heno de los establos,

hacia el aroma de los montes.



¿Y qué es la infinitud

en nosotros?

Acaso estas ansias que nos dicen

que, ya antes de nacer, pertenecimos

a una noche o a una luz eternas.

Pero ahora ¿qué va a ser

de nuestros cuerpos,

qué de las manos, qué

de los labios y los ojos,

pues desde que nacimos aprendieron

a amar la Belleza, a seguir,

las leves huellas

de lo infinito?

Tras ellas seguirán

nuestras ansias

hasta que un día cerremos los ojos.



Noche: aliéntanos, respíranos,

mantennos a la espera

de lo hondo sublime,

                     extravíanos

y que sólo seamos

música de la fuente que murmura

allá en los jardines

del firmamento:

música

de tu música.





Una ladera de Toscana



Te debía un poema, te debía

estas palabras.

Pero, ¿cómo saldar la deuda

de cuanto tú me has dado

por medio de la sencilla y clara

fotografía

que me envías?



En ella se contempla una ladera

de Toscana

con cipreses y olivos que descienden

hacia un abismo azul;

una ladera -se podría decir- del paraíso,

pero que yo viví, viví, viví,

cuando era joven

y que ahora sólo ensueño

herido;

una ladera

por la que, desde entonces, al soñarla,

he ido descendiendo

hasta lo hondo del valle de la vida,

mientras me parecía

que olivos y cipreses, los jardines,

los borraba la niebla del tiempo.



Tan sólo es una fotografía,

y me he puesto a escribir estas pocas palabras,

y se han humedecido mis ojos,

y he pensado en que acaso estas lágrimas

sean, en realidad,

las palabras, las sílabas, las letras,

con las que yo deseo pagar esa deuda:

la de que me enviaste

un símbolo,

mi memoria de entonces

como un fuego de oro,

como un oro de fuego.