Sergio Enríquez-Nistal

Cuenta ya 75 años, y bien vividos. Lúcido y divertido como siempre, Escohotado acaba de conquistar la cumbre intelectual de su vida con el tercer y último tomo de Los enemigos del comercio (Espasa). Diecisiete años le ha robado el proyecto. Esta entrega final, que llega a las librerías el 29 de noviembre, recorre el sangriento siglo XX, con el hito apoteósico de la Revolución Rusa y su muy posterior colapso. Una historia global "sin adjetivos", dice, pero que esconde la decidida intención de dinamitar el relato de los que, todavía hoy, se enfrentan a las leyes de la oferta y la demanda.

Cierto día de 1999, observando desde un avión los inmensos arrozales vietnamitas, Antonio Escohotado (Madrid, 1941) reparó en lo que ahora, diecisiete años después, se le presenta como una sencilla evidencia. "Me horrorizó recordar cómo pensaba de joven", dice el filósofo. "No me explicaba mi antigua fe en la utopía, mi total desprecio por la realidad. Llegué a la conclusión de que yo entonces no le daba valor a mi vida, así que quería arriesgarla y, lo peor de todo, también estaba dispuesto a arriesgar las vidas de los demás. Me pregunto cómo es posible que tuviera tan poco respeto por los seres humanos. No, no es una simple falta de juventud, aunque en el fondo lo hiciéramos con buenas intenciones... fíjese, ¡para redimir a la humanidad de sus males más ostensibles, de la propiedad privada y el comercio!".



Tanto le removió ese recuerdo a Escohotado que decidió estudiar a aquellos que, de Jesús al subcomandante Marcos, se enfrentaron, a veces violentamente, a las leyes que imponía el mercado. El resultado es un monumental ensayo en tres tomos, Los enemigos del comercio, "una historia moral de la propiedad" cuyo último volumen, sobre el siglo XX, se publica ahora.



Pregunta.- Dice que su historia prescinde por principio de los adjetivos. Dejando a un lado que esto es imposible, ¿cree que la historiografía sobre el comunismo peca de parcial?

Respuesta.- Lo que está claro es que los adjetivos los emplean los amigos y los enemigos del comercio, y yo no quiero ser ninguna de las dos cosas. Tampoco uso adverbios. Me ha costado mucho, porque eso requiere elegir muy bien el verbo. Cuando las frases no salen, el bisoño se busca un adverbio o un adjetivo. Pero lo que hay que hacer, y se lo dice un viejo, es seguir buscando el verbo, aunque te tires un día atascado en eso.



Terror y represión

P.- ¿Qué lugar ocupa la Revolución Rusa en esa historia de los enemigos del comercio?

R.- Es central y a la vez un punto de llegada. Son setenta años de terror: el mayor aparato de represión y propaganda imaginado jamás por el hombre. Nunca se había empleado una parte tan alta del PIB de una nación en controlar la información y aterrorizar al pueblo.



P.- Sin embargo, el comunismo cae, pero los enemigos del comercio, según usted, permanecen. ¿Por qué?

R.- La enemistad del comercio se puede datar: nació hace unos 2.100 años. Son los profetas Daniel e Isaías quienes comienzan a decir que comerciar es robar. Luego esta idea se concreta en la secta esenia y más tarde evoluciona hacia Jesús, el pobrismo cristiano...



P.- Me refería a la buena prensa de que goza el comunismo y sus líderes históricos.

R.- Es cierto. Lenin, un sanguinario, es un Dios que permanece inmaculado. Como Mao. O el Che Guevara, que era un psicópata desalmado, además de un absoluto incompetente. Y ahí está, el gran héroe. La revista Fortune hizo un sondeo en 1968 entre la juventud y Guevara era la personalidad más admirada del planeta, con gran diferencia. Acababa de morir y ya se sabía quién era perfectamente, aunque es cierto que luego supimos todos los detalles de sus canalladas, gracias sobre todo a los testimonios de quienes estuvieron con él.



"Lenin es un dios que permanece inmaculado, como el Che Guevara, que era un psicópata desalmado, además de un absoluto incompetente"

P.- ¿Es el totalitarismo la única manera de implantar un proyecto igualitarista?

R.- No. En la Alta Edad Media se hizo de otra manera. Fue la edad de oro del pobrismo. Eso sí, era un mundo tremendamente hipócrita. La hipocresía del cristiano en todo su esplendor, la hipocresía de quien desea ir a la otra vida, según dice, pero se aferra desesperadamente al más acá. El totalitarismo viene con el progreso técnico y la evolución. Con Darwin, la ingeniería social. Y, en concreto, con el neoimperialismo que crearon los comunistas ingleses de la Sociedad Fabiana, cuya primera expresión son las guerras Bóer: Bernard Shaw, H. G. Wells.



P.- En el libro dice que esa fue una de las grandes sorpresas que se llevó al investigar: descubrir que el exterminio en masa no lo inventaron Hitler ni Stalin, sino la Sociedad Fabiana.

R.- Es que este libro me ha hecho cambiar de idea en todo.



P.- También comprobó, dice, que las revoluciones nunca surgen en periodos de miseria, sino de relativa prosperidad.

R.- Eso es así. Hace falta un cierto grado de movilidad y de prosperidad social para que haya una revolución. El problema de la igualdad es que, fuera de la igualdad ante la ley, que cualquier alma decente defenderá siempre, la igualdad en cualquier otro sentido no solo es algo imposible, sino que es indeseable. Es como la igualdad orgánica. ¿De qué sirve tener la misma nariz o el mismo número de pie? Es una idea que además olvida que lo ideal es el mestizaje y no la pureza racial. Igual que las plantas mejoran al cruzarse, la raza humana acabará formando una sola raza mestiza. No habrá negros, blancos ni indios. Y esa raza mixta será la más desigual que uno pueda imaginar.



P.- ¿Son más decisivos en las revoluciones las masas o los líderes, esos "factores individuales"?

R.- Los líderes, claro. Miembros todos ellos de estamentos privilegiados. Blanqui, Marx, Engels, Mao, Trotsky, Pol Pot, que era el discípulo favorito de Althusser. Eran todos señoritos de provincias mantenidos por sus familias.



"No hay una crisis de la socialdemocracia. El viaje al centro de la derecha confirma todas sus tesis. La crisis la tienen los partidos socialdemócrata"


P.- ¿Es realmente global el fenómeno del populismo?

R.- Si se refiere a lo de Trump, no estoy seguro. Tenemos que ver qué hace. Se ha creado un mundo irreal alrededor de su figura, por culpa de sus partidarios y de sus detractores. Creo que hay alguna certeza, no obstante. Parece que va a frenar los flujos migratorios, que es algo que hay que hacer, también en Europa. Hay que frenarlos pero no suprimirlos. La humanidad seguirá emigrando y a más alto ritmo cada vez.



P.- ¿Cree que Trump es un enemigo del comercio? Sirve por igual a neoliberales y a proteccionistas.

R.- Es la confusión de la que le hablo. Aunque parece difícil que un millonario vaya a ser un enemigo del comercio. Es una cuestión que requiere, por nuestra parte, un saludable agnosticismo. Hoy esto es difícil, pero en vez de ser pontífices, seamos observadores.



El imperio de la mediocridad

P.- En el libro cuenta que los montoneros depositaron muchas esperanzas en Videla: creían que, como reacción, surgiría una revuelta popular. Zizek prefería a Trump por la misma razón. ¿Se repite no solo la historia, sino también las reacciones?

R.- Sí, sí. ¡Es alucinante! Yo he escrito en parte este libro para que a todos estos novedosos enemigos del comercio les dé vergüenza emplear el adjetivo "nuevo" todos los días.



P.- ¿Hay algo que no le guste de las sociedades capitalistas?

R.- Claro, la mediocridad, la cobardía, el olvido de la abnegación y de la nobleza, sustituidas por esta especie de baba de lo políticamente correcto.



P.- ¿Eso lo propicia también el capitalismo? ¿Cómo?

R.- En parte sí. También el imperio de la mediocridad surge en los regímenes totalitarios, pero es distinto. La mediocridad capitalista es la mediocridad que trae la prosperidad.



P.- ¿No cree que lo políticamente correcto puede evitar tragedias? Está el ejemplo de la Europa previa a Hitler, cuando dejó de ser políticamente incorrecto despreciar e insultar a los judíos en público.

R.- Estoy de acuerdo, pero el problema es la hipocresía. Si lo políticamente correcto fuera sincero, claro que estaría bien. Pero, tal y como impera ahora, es algo propio de la hipocresía cristiana. Tras perseguir salvajemente a los homosexuales durante mil años ahora tienen que ser iguales o mejores que los heterosexuales. Eso es una frivolidad. Como la discriminación positiva. Una mujer insulta a un hombre y es falta. Un hombre insulta a una mujer y es delito. Eso tiene que terminar.



P.- ¿Han vuelto los extremos a la vida política o nunca se fueron y se mantenían latentes?

R.- Siempre ha habido extremos y gente sensata en el centro. Y hay una extrema izquierda que, ante su desprestigio, se inventa una extrema derecha para sobrevivir. Ya no tenemos nada parecido a Hitler. La derecha europea, los verdaderos conservadores, se fueron al centro después de la Segunda Guerra Mundial. Pongo en duda que la extrema derecha sea una cosa real, definida.



Navegar el caos demócratico

P.- ¿En qué lugar deja ese viaje al centro de la derecha a la socialdemocracia? R.- La crisis no es de la socialdemocracia, sino de los partidos socialdemócratas. El viaje al centro de la derecha confirma las tesis socialdemócratas. Estamos todos ahí.



P.- Reconoce que el comunismo, como contrapeso, contribuyó a crear el estado del bienestar. ¿Es tanto como decir que sin Marx no existirían las democracias liberales?

R.- Marx ayudó a establecer las garantías democráticas metiendo el miedo en el cuerpo a los liberales falsos y a los liberales doctrinarios, tipo Cánovas del Castillo, que en el fondo lo que quieren es que solo vote parte de la población y que perdure la regla caciquil. Ahora, metidos en el caos democrático, salen muchas cosas indeseables, como el Brexit o Trump, pero es el caos de la realidad. No nos queda otra que navegar ese caos democrático o irnos al garete.



"De las sociedades capitalistas no me gustan la mediocridad, el olvido de la nobleza, la cobardía ni esa especie de baba de lo políticamente correcto"

P.- Escribe que "el peaje que los pueblos de tradición familista y caciquil pagan por estatuir sistemas democráticos ha mostrado ser la venalidad de su clase política". ¿Quiere decir que hemos de resignarnos a la cleptocracia reinante?

R.- Quiero decir que nos roban por tradición, por inercia. Pero la historia nos demuestra que no solo hay progreso técnico, también hay progreso moral. El ser humano es un animal locoide, pero a fuerza de golpes va aprendiendo. La democracia es algo impresionante, porque la hubo durante un tiempo en Grecia y se corrompió y no había vuelto a aparecer hasta la Constitución americana. El mundo va muy bien, créame. Va lo mejor que podía ir. Aunque tenemos la amenaza ecológica, ciertamente: la posibilidad real de que nos coman las basuras. Este es un terreno, por cierto, en el que hay mucho dogmatismo también.



P.- ¿En qué sentido?

R.- Bueno, mire por ejemplo el petróleo. Yo me troncho de risa. Hace 50 años decían que quedaban diez años de petróleo y ahora resulta que va a sobrar petróleo. Primero porque las energías alternativas lo van a desplazar, y segundo, porque se siguen descubriendo bolsas.



P.- Alguna vez ha expresado su deseo de tener un cara a cara con Iglesias. ¿Le ha contestado?

R.- ¡No debe de querer! Yo estaría encantado. Pero exigiría un cronómetro, el mismo tiempo para los dos. Quiero saber qué piensa de verdad.



P.- ¿Le recuerda Iglesias a usted y sus camaradas activistas cuando eran jóvenes?

R.- Nosotros nos jugábamos la vida, que es una diferencia fundamental.



@albertogordom