Laura Cumming. Foto: Sebastian Barfield

La crítica de arte de The Observer publica Velázquez desaparecido (Taurus), un ensayo en el que cuenta la historia de un retrato del pintor que supuestamente compró un librero inglés por ocho libras en 1845 y del que no hay pistas sobre su paradero

Quizá sean pocos los que sepan de la existencia de John Snare, un librero victoriano de la localidad inglesa de Reading. Y quizá muchos se estén preguntado cuál es el interés que suscita para invocarle ahora, más de 150 años después. Pues bien, hay que remontarse hasta el año 1845 cuando Snare leyó una nota en un periódico en la que se hablaba de una subasta de un cuadro de Van Dyck. Esta información llamó su atención, fue a ver el retrato y algo le mosqueó. Adquirió el lienzo que representa al joven príncipe Carlos I de Inglaterra por ocho libras y a partir de ese momento empieza su odisea, su caída personal y el lío para el resto de su vida. Laura Cumming, crítica de arte y periodista en The Observer, recoge en Velázquez desaparecido la obsesión y el ostracismo social del librero al que ha seguido la pista.



Vayamos por partes. ¿Por qué Snare no se creyó la autoría de Van Dyck? Su sospecha se basó en dos líneas muy unidas entre sí. El joven retratado era demasiado joven para ser rey y, por tanto, no pudo haber sido retratado por el pintor belga. ¿De quién era, por tanto, la obra? Él siempre lo tuvo claro: era una pintura perdida (de la que habla Richard Ford en sus cuadernos de viaje) de Diego Velázquez. Una vez en posesión del lienzo Snare quiso comprobar su audacia pero, vitoreado por algunos y vilipendiado por otros, este retrato arruinó su vida. Cuando Cumming conoció la historia quiso tirar del hilo todo lo que pudo y siguió el rastro del librero hasta donde el relato cesa. "Estoy muy agradecida a Snare porque me dio un misterio, una historia detectivesca que acaba en tragedia".



Un historiador español cree que el cuadro está en España y que nunca ha salido de Madrid"

Ella también ha vivido historia durante su investigación desde que encontró el panfleto en el que Snare describe el cuadro en 1847. Cuando lo leyó se preguntó dónde podría estar. "Quería encontrarlo, saber qué había pasado con él. Hay una parte de mí que sigue su historia hasta donde llega y empecé a darme cuenta de que la historia personal de esta persona era un desastre. Me involucré mucho porque el mismo pintor que me ha dado tanto gozo había arruinado la vida de este señor", explica. Sin desgranar mucho la historia, Snare, obsesionado con el cuadro, huyó de Inglaterra y de su familia a Estados Unidos únicamente acompañado de su preciada pintura.



"En 1905 - 1906 se hizo una exposición temporal en el Metropolitan de Nueva York en la que se muestra el retrato. Luego desaparece al igual que Snare y al tiempo descubrí que el cuadro no está en Estados Unidos sino en Inglaterra". El lienzo aparece y desaparece, va y viene, y "cada vez que desaparece va a parar a la caja fuerte de un pequeño banco inglés", afirma Cumming. Pero ahí no cesa el misterio de este extraño cuadro. Cuando la periodista publicó su libro en enero en el Reino Unido encontró una carta que había escrito el director de ese banco en el que pensaba que estaba la obra. En ella, "él cuenta que ha tratado de encontrarlo durante diez años pero muere sin haberlo visto".



Pregunta.- ¿Dónde está entonces el cuadro?

Respuesta.- Me equivoqué, pensé que el cuadro estaba en aquel banco. Desde que se publicó el libro me han escrito varias personas diciendo que lo tienen pero todas ellas eran pistas falsas. Los americanos creen que está allí, los ingleses que está en el Reino Unido. También he mantenido correspondencia con un historiador del arte español que cree que el cuadro está en España y que nunca ha salido de Madrid.



P.- Se trata de una historia trepidante, la trayectoria de una obsesión. Esto nos sugiere que existe una respuesta emocional hacia el arte, ¿no?

R.- Creo que los historiadores del arte y hasta cierto punto los museos no hacen hincapié en los sentimientos que despierta una obra de arte en el observador. La respuesta emocional es, por su puesto, subjetiva, volátil, no se puede hablar de ello ni analizar. Pero evidentemente los pintores no hacen cuadros con el objetivo de únicamente ser contemplados, para despertar solo la parte visual. Sería interesante escribir sobre ello porque creo que es algo que todos compartimos.



Me gustaría que Velázquez siguiera siendo, como Shakespeare, un misterio"


P.- ¿El mayor logro del arte es, pues, conmover?

R.- En el libro comparo a Velázquez con Shakespeare. Aunque siempre ha sido Rembrandt comparado con el bardo, para mí su equivalente es el pintor sevillano. No creo que haya ningún otro cuadro que pueda englobar toda nuestra humanidad compartida, lo que todos tenemos en común del mismo modo que lo hacen Las Meninas. Personalmente siempre que lo veo lloro y hay muchos pintores que creo que sienten lo mismo. ¿Qué puede darnos un cuadro si no es eso? Las formas de Bourgeois, por ejemplo, son trágicas, no sabes de lo que habla pero lo puedes sentir.



P.- El libro es una manera de rendir tributo al pintor. ¿Qué es lo que más le gusta de Velázquez?

R.- Para mí es el más grande de los pintores por su actitud humana de profundo respeto, compasión e igualdad hacia todas las personas, desde el aguador, los servidores, los criados de palacio, los enanos incluso el rey y la reina. Velázquez expresa hacia todos ellos humanidad y respeto cuando los pinta. Y eso se nota incluso en la pincelada.



P.- Al igual que Snare, ¿Velázquez deparecer en sus retratos?

R.- Me parece que él desaparece detrás de su obra, es muy importante para él no aparecer en los lienzos. Lo importante es el retratado y él no se impone. Esa es una de las razones por las que es importante que el lienzo de Carlos I esté pintado por él y no por Van Dyck, que pintó cientos de retratos pero él siempre se impone. Pinta a todos de acuerdo a su estilo, algo que no pasa con Velázquez, él permite que los personajes sean ellos mismos.



Quizá suene fatalista pero, ¿necesitamos otro Velázquez?"

P.- ¿Cree que hay cosas que aún no sepamos de Velázquez?

R.- Sin duda. Hay historiadores españoles de arte muy cualificados que en los últimos 25 años han investigado sobre su vida y han leído todos los archivos. Hay dos grandes antologías que tienen todos los detalles, desde los libros que leía, a la cantidad de dinero que ganaba o en qué se lo gastaba. Pero nunca nos dan al hombre y a mí me gustaría que siguiera siendo, como Shakespeare, un misterio. Y que el arte sea quien muestra el misterio de Velázquez.



Como ocurre con Shakespeare, son pocos los datos de la vida del pintor de cámara más aplaudido del arte. Como Dickens dijo en su momento, dejemos que siempre sea desconocido, que quede ese vacío. "Los datos muchas veces limitan porque en ocasiones se centra la atención en direcciones que no son siempre las correctas", opina la periodista. Y añade: "Digamos que Shakespeare Y Velázquez son figuras que miran y escuchan". Cuando se le pregunta si la pintura ha dado un nuevo Velázquez se echa a reír y, tras una pausa, dice: "Quizá suene fatalista lo que voy a decir pero, ¿necesitamos otro Velázquez? Lo que quiero decir con esto es que estoy de acuerdo con lo que Manet dijo sobre él: "esto es el final de la pintura, nadie puede superar su genio". Creo que es una bendición más que suficiente haber tenido tan solo a un Velázquez. Es irrepetible y no creo que pueda haber nada comparable a él".



Entre misterio y misterio volvemos al cuadro de Carlos I de Inglaterra, a la existencia real de aquel cuadro que no se ha vuelto a ver. ¿Dónde está? ¿Quién lo tiene? ¿Quién lo encargó? ¿Por qué todas las pistas son falsas? Quizá pase mucho tiempo hasta que podamos ver el misterioso lienzo que llevó a la locura al librero Snare. Pero Laura Cumming prefiere no verlo porque, quién sabe, quizá no sea un velázquez y esto supondría ver cómo el mismo pintor que tanto gozo le ha dado arruinó la vida de este señor.



@scamarzana