Robert Walser
Doble efeméride de Robert Walser: los sesenta años de su muerte y los cien de la publicación de El Paseo, su libro más emblemático. Una ocasión, así pues, para hablar de su obra y, cómo no, de su prolongado silencio, en sí mismo un generador de literatura: veintitrés años en los que Walser, según Enrique Vila-Matas (su más célebre admirador en España: es una presencia constante en sus novelas, lo ha convertido, dice, en su "héroe moral", lo intentó "explicar" en un libro entero, Doctor Pasavento, y tomó una estructura walseriana, precisamente la de El Paseo, para escribir Kassel no invita a la lógica), "se propuso desaparecer, hacerse cada vez más pequeño hasta conseguir no ser visto. Fueron veintitrés años en que decidió no escribir para concentrarse en ser loco". No escribió ni una sola línea entre 1933, cuando lo trasladaron al hospital psiquiátrico de Herisau, y 1956, cuando apareció muerto en la nieve.Precisamente Vila-Matas presenta estos días en Madrid una edición conmemorativa de El Paseo (Siruela), con prólogo de Menchu Gutiérrez. A su lado, Reto Sorg, director del Robert Walser Zentrum de Berna, y Ofelia Grande, editora de Siruela. Los tres sugieren que Walser es un falso autor difícil, y que en esa confusión podría estar el origen de su carácter minoritario. Aunque Sorg cree que es una "buena noticia" que el autor no sea mayoritario, pues se eliminan las interferencias. "Eso permite al lector descubrirlo por sí mismo", dijo. Vila-Matas no cree que sea minoritario (en todo caso, dijo, hay una "inmensa minoría" que lee sus libros). Y mencionó los "muchísimos lectores" que le han dado las gracias por haberles dado a conocer a Robert Walser.
Que Robert Walser sea leído en España se debe en gran medida a Siruela. Es en esta editorial donde se han publicado la mayoría de sus libros; hasta ahora diecisiete, más otros dos sobre él. Sin embargo la primera edición que se publicó en España, de Jakob von Gunten en 1974, se debe a Carlos Barral. Vila-Matas lo descubrió entonces, aunque la traducción, dijo, "era muy mala". Ya notó en aquella historia los ecos de Kafka y luego se enteraría de que el autor de La metamorfosis leía a Walser en voz alta para sus amigos y se reía a carcajadas. "Pronto quedé impresionado por esa risa infinitamente seria. El libro trata de alguien que estudia para servir. Esto tiene mucho que ver con la vida de Walser y lo conecta con Kafka y con Bartleby el escribiente".
Walser, como Kafka, tuvo un trabajo monótono: clasificaba cartas que no habían llegado a su destino. También como Kafka, escribía en alemán, pero en un "alemán de la periferia", al margen del alemán en el que se escribía en Frankfurt o Berlín.
Walser es un autor escurridizo para los académicos. "Las mayores autoridades sobre Walser son siempre otros escritores", aseguró Sorg. Otra de sus características, dijo, es que "convierte a los lectores en autores y los permite adoptar una nueva perspectiva sobre el mundo. Desde ese punto de vista, Walser es un autor tremendamente político". Sobre el flanco político de Walser, Vila-Matas volvió a citar Jakob von Gunten, una historia en la que los personajes aprenden a ser modestos y disciplinados. "La lectura política es que todos servimos a alguien", comentó.
Según Sorg, Walser "no conoció el odio". "En eso me recuerda a Beckett", intervino Vila-Matas. Destacó además su sentido del humor, "que debe ser muy suizo, es un humor muy soterrado". "Es raro", continuó el autor de Dublinesca, "porque los suizos tienden a ser reservados, pero Walser solo escribió sobre sí mismo. Es, como decía Canetti, un escritor sin motivo, como una prolongada charla. En realidad toda su obra habla de la imposibilidad de la escritura. Su otro gran tema es el retiro. El silencio. Trabajó con lo ilegible, como algunos artistas contemporáneos trabajan con la invisibilidad".