Enrique Vila-Matas, la semana pasada en Barcelona. Foto: Elena Blanco
¿Qué ocurre cuando se vuelve a una novela que se ha escrito treinta años antes? Que el escritor se reencuentra con su yo pasado, y reelabora el discurso desde una voz propia. Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) reflexiona en su última novela, Mac y su contratiempo, sobre el misterioso origen de los cuentos y sobre cómo se ha ido construyendo la historia de la literatura a partir de las sucesivas variaciones de un primer relato oral, cuyo contenido no conocemos.
Dejar que la ficción dirija la realidad y acabar convertido en un ‘reescribidor', porque ¿qué hace el narrador de cualquier historia sino reescribir lo que ya ha sido contado antes por otros, pero imprimiéndole su sello particular, propio?
Sonríe a medias Vila-Matas cuando recuerda dónde empezó todo. Donde empezó su nueva novela, Mac y su contratiempo (Seix Barral), novela que es a la vez una pieza, quizá clave, de ese gran tapiz que constituye su Obra, con mayúsculas, en marcha, una obra conceptual e hipnótica que, como han escrito en The New York Times, "crea adicción e hipnotiza al lector en un territorio muy singular en el que vida y literatura son lo mismo", y una reflexión sobre el lugar del que provienen todas las historias, ese lugar misterioso que en realidad no existe pero tuvo que existir en algún momento.
Una copia de la copia de otra copia
"Todas las historias son falsificaciones en cadena de un relato original que nos gustaría conocer, pero que ignoramos", sentencia Vila-Matas, sentado ante una taza de café en una cafetería barcelonesa a algunas esquinas del barrio del Coyote, el barrio en el que transcurre la historia de Mac y su contratiempo, que es la historia de un escritor principiante, Mac, decidido a reescribir una de las novelas de su vecino, un famoso escritor llamado Ander Sánchez.Ander Sánchez es el culpable, entre otras muchas cosas, de que al barrio barcelonés en el que viven se le conozca como El Coyote. La novela que Mac se propone reescribir lleva por título Walter y su contratiempo. El protagonista es un ventrílocuo angustiado por poseer una única voz, aquello que en literatura se llama voz propia y que, también en literatura, puede condenar al escritor a no hacer otra cosa que repetirse, y que en el caso del ventrílocuo, impide el ejercicio correcto de su profesión, porque, ¿llegaría lejos imitando voces un ventrílocuo que no dispusiese más que de una única voz, la suya propia? Se convertiría ese ventrílocuo, como el escritor, en un repetidor, un repetidor al que la realidad se le vuelve, como al Vila-Matas que imagina su viaje antes de poner un pie en el avión, literatura."No hago autoficción ni metaliteratura. El error está en leerme como un narrador"
Pregunta.- Mac quiere reescribir la novela que su vecino ha olvidado haber escrito y curiosamente esa novela se parece muchísimo a Una casa para siempre, una de sus primeras novelas, que es también, como la novela de Sánchez, un libro de relatos y una novela a la vez. ¿Coincidencia?
Respuesta.- No, claro. Todo el libro es una copia de la copia de otra copia, como diría Roland Barthes. Todo viene de algún lugar, y en ese caso, el lugar es una de mis primeras novelas, y el intento de reelaborarla desde un personaje que intenta, a su vez, reelaborarla. Todo empezó como un juego. Un día, me dijo Rodrigo Fresán: ‘¿Por qué no pruebas a rescatar un texto antiguo y llevarlo a otra parte?'. Y eso fue lo que hice. Me propuse jugar, a la manera en que juego a imaginarme lo que ocurrirá en mis viajes antes de hacerlos, para luego poder vivirlo todo exactamente como lo he imaginado. El juego -a veces un juego muy serio-, forma parte de la historia de la literatura.
P.- Sí, el protagonista empieza un diario en el que lo primero que se dice es que le encantaría escribir un falso libro póstumo para reírse de la muerte, como hizo Georges Perec con su 53 días.
R.- Perec está en el centro de la novela, efectivamente. Pero la historia de su libro póstumo la descubrí mientras escribía. Y eso es algo que me pasa a menudo. Que, aunque yo no lo quiera, la literatura, el relato, invade mi vida. Y es lo que le pasa a Mac, que una vez empieza la reescritura de la novela, la literatura va invadiendo su vida. Por ejemplo, se encuentra con que un capítulo de la novela lleva por título Carmen, y su mujer se llama así. Invento una organización secreta, de la que el narrador ha oído hablar porque vio una vez una película basada en algo que escribió Philip K. Dick, que se dedica a decidir la trama de su propia vida, a ajustarla a la de la novela que escribe, y eso desemboca en una discusión entre realidad y ficción que ya se daba en uno de los capítulos de la novela de Sánchez que Mac reescribe, un capítulo titulado "Dos viejos cónyuges".
"Voy siempre enmascarado"
P.- A juzgar por lo que ocurre en sus historias, es siempre la ficción quien se impone en esa discusión.R.- La novela refleja mi impresión de que la realidad la forman cientos de códigos y narrativas superpuestas. Ficciones que vienen de otras ficciones que a su vez vienen de otras.
R.- La voz de mis libros viene de una decisión estilística que tomé en su momento, en una primera hora de mi escritura: la de escribir ficción desde un espacio que suelen ocupar, más bien, los ensayistas y los poetas: un yo literario visible. No diría que hago autoficción, voy siempre enmascarado. Y tampoco hablaría de metaliteratura, que a fin de cuentas ya está en el Quijote. Creo que el error está en leerme como un narrador, porque la voz es la del ensayista. Mi voz es la de un ensayista que utiliza la narración como soporte del ensayo, y normalmente es una voz que representa a muchas voces de la literatura y que crea la impresión de que no hay autor, que el autor es siempre colectivo.
Enrique Vila-Matas. Foto: José Ayma
P.- ¿Eso es lo que esconde Mac y su contratiempo?R.- Sí, podría decirse que Mac sintetiza al máximo mi poética. Deslizo la ficción hacia un sitio en el que no pido al lector que suspenda la credulidad, porque la atracción de la lectura no viene de la historia, sino del reencuentro con el autor que especula. Por eso mi obra puede ser leída como un continuo en el que se van mezclando historias y géneros: mis libros de artículos fluyen hacia mis novelas que fluyen hacia mis ensayos que fluyen hacia los cuentos.
P.- A propósito de Mac, se dice en la novela que debe su nombre a un personaje de My Darling Clementine, de John Ford, ¿es así, o es el Mac del Ulises?
R.- Sí, es el Macintosh del Ulises, pero también podría ser el barman de esa película de John Ford. Y el Walter de la novela de Sánchez pretende rendirle un homenaje a una novela de Ana María Moix titulada Walter, ¿por qué te fuiste? Fue una de las primeras novelas que leí cuando empecé a querer dedicarme a escribir, a principios de los 70.
P.- También hay referencias a escritores "no-vila-matianos", como Philip K. Dick y David Foster Wallace...
R.- Sí, una de las cosas que te permite el hecho de volver sobre lo escrito es descubrir lo mucho que has cambiado. Era emocionante encontrarme cambiando las citas de la novela y que apareciesen, de repente, citas de Roberto Bolaño, que por cuestión de tiempo, no se encontraba en aquella novela [se refiere, claro, a Una casa para siempre]. Descubres, cuando vuelves a algo escrito hace 30 años, cómo el tiempo te ha ayudado a ser mejor.
P.- Algo que no cambia es el barrio de algunas de sus historias. Ha cambiado de nombre, pero no de lugar. ¿Es el barrio en el que creció?
R.- Sí, pero no es un barrio de Barcelona. Lo es y no lo es. Es un barrio imaginado, llamado El Coyote, en honor de los tebeos y las novelas que leía de pequeño, de José Mallorquí. Aunque, bien mirado, el barrio descrito es el lugar desde el que escribo. Porque el escritor escribe siempre desde un lugar y, al escribir, escribe (describe) al mismo tiempo ese lugar, que no es aquel en el que escribe sino el que lleva siempre consigo, vaya a donde vaya.
No juega la carta de barcelona
P.- Pero ese lugar, entonces, no es Barcelona.R.- Lo es y no lo es, como decía. Nunca he pretendido hacer literatura sobre la ciudad, no quiero ser un escritor de Barcelona que escribe sobre Barcelona, no juego a esa carta. No habrá quien se pueda reconocer en lo que cuento. Recuerdo que una vez hice un reportaje sobre Marsé en el Guinardó y que, aquí y allá, me decían: "Eh, habla conmigo, yo soy un personaje de Marsé". Recuerdo perfectamente a una carnicera que aseguraba que ella era la Teresa de Últimas tardes con Teresa. Algunos incluso me señalaban la página exacta en la que salían. Luego hablé con Marsé y me dijo que no les hiciera caso, que eso iba a desorientarme mucho.
P.- Mac, el protagonista, intenta escribir un diario que va transformándose en novela, ¿lleva usted también un diario?
R.- Llevo dos.
P.- ¿Dos?
R.- Sí, dos. Uno explícito; oculto, el otro. El primero es muy literario y he publicado alguna entrega ya, se llama Dietario voluble. El otro está hecho de simples anotaciones. Aparece la realidad despojada de casi todo, la vida sin más del autor del diario, la vida sin adornos, sin complementos, sin artificios; la vida tal y como es, dura, ácida, sin trama ni estilo. Es la vida sin interés, la vida sin literatura. Lo llevo desde 1985.
P.- De la misma manera que aparecen en la novela escritores "no-vila-matianos", lo hacen lugares que no habían aparecido antes en su obra, como la llamada Arabia feliz.
R.- Sí, en un momento dado hay una huida, y alguien viaja a los orígenes del cuento, que no son otros que los de su pasado oral, que suele situarse en la llamada "Arabia feliz". Pero viajar allí hoy en día es peligroso. Mac va allí porque no tiene más remedio. Huye de un equívoco, quizás del error inicial que se produjo en el primer relato de todos y que hace vivamos en una cadena de tergiversaciones. Creo que ya lo advirtió Kafka: "Hay un malentendido y éste será nuestra perdición".
P.- ¿Ocurre eso en el mundo de hoy? ¿Ha habido un malentendido y ese malentendido va a ser nuestra perdición?"Mac huye del error que se produjo en el primer relato de todos. Ya lo advirtió Kafka: 'Hay un malentendido, y este será nuestra perdición'"
R.- Hay un tipo en Indonesia que se toma la molestia de comentar -en indonesio- mis artículos cada vez que pierde el Barça, diciéndome que me joda. Comprenderá usted que esto es raro, ya sé que es la aldea global, pero hasta aquí podíamos llegar. El año pasado, en el aeropuerto de Helsinki, miré alrededor y todo lo que vi fueron personajes extrañísimos, completamente alienados, y pensé que era una película de terror, y a la vez me dio la impresión de que estaba en el futuro.
P.- Se habla, en la novela, de la idea del viaje, y de cómo ese viaje es un intento de retorno a uno mismo, ¿lo es también la literatura?
R.- En mi novela en concreto la literatura es el regreso a uno mismo, a su origen. Hace poco, a la muerte de mis padres, encontré entre sus cosas un cuaderno en el que había escrito yo un cuento cuando tenía cinco años. Siempre pensé que había empezado a escribir hacia los doce. Lo raro viene ahora: en el capítulo 50 de Mac, escrito en junio del año pasado, justo cuando acabé el libro, Mac habla de un cuento que él escribió "a los cinco años" y dice que frente a las costas de África, a ras de suelo, siente que está regresando a una sustancia pura de sí mismo, a algo que sólo le concierne a él, que es suyo por completo y que de pronto, más de medio siglo después, recobra. Es "lo familiar recobrado", dice, y habla de un cuaderno "escrito a los cinco años en casa de la abuela materna, con las primeras letras conjuntadas". Me ha impresionado bastante. Ese cuaderno lo descubrí el mes pasado. Es decir, narré la historia del cuaderno recobrado medio año antes de que eso sucediera. Después de esto, no sé si seguiré narrando por anticipado mis viajes, ¿qué quiere que le diga?
P.- Pues, por ejemplo, ¿qué libros está leyendo ahora?
R.- El espectáculo del tiempo, de un novelista argentino de gran talento, Juan José Becerra (Candaya). Y Veinte líneas por día, genial diario de Harry Mathews publicado por Mansalva. Y estoy a la espera de las nuevas novelas de Javier Cercas y de Rodrigo Fresán.
P.- ¿Y cuál es la última película que ha visto?
R.- La última película que he visto es El ciudadano ilustre, una divertida película de terror acerca del lugar que tiene la literatura en el desnortado mundo actual. Al salir del cine, toda la gente que veía en la calle me parecía tan peligrosa como los personajes que aparecen en el filme de Mariano Cohn y Gastón Duprat.
P.- Por último, ¿cómo acostumbra a trabajar? ¿Cuál es su rutina?
R.- Suelo levantarme pronto y, tras dos cafés, trabajo seguido bastantes horas. Ahora me dedico a Bastian Schneider, la conferencia que preparo para marzo en el College de France.
@laura_fernandez