Image: Matei Visniec: Europa es la única ideología superviviente

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Letras

Matei Visniec: "Europa es la única ideología superviviente"

22 marzo, 2017 01:00

Matei Visniec

El escritor y periodista franco-rumano Matei Visniec, reciente Premio Jean-Monnet de Literatura Europea 2016, visita el Instituto Francés para ofrecer una charla en la que aborda sus años en la Rumanía comunista, la situación cultural y moral de Europa y su personal visión de la literatura.

"Soy un poco como Don Quijote, adoro las palabras. La ilusión, la utopía, la libertad que nos aportan las palabras a través de la poesía, la literatura, el teatro..." De este modo comienza definiéndose el escritor y periodista franco-rumano Matei Visniec (Radauti, 1956), reciente Premio Jean-Monnet de Literatura Europea 2016, siguiendo el estilo de lo que propone en el libro premiado, Le marchand de premières phrases, novela caleidoscópica que pone en escena a un escritor cuya falta de inspiración lleva a solicitar los servicios de Guy Courtois, encargado de proponer a los autores las frases preliminares que les permiten lanzarse en la escritura. Una descripción preliminar que permite atisbar la superficie de un escritor polifacético (su obra aborda poesía, novela y especialmente teatro), una de las figuras faro de la literatura rumana actual, hasta el momento poco conocida en España.

Crecido en la Rumanía comunista de Nicolae Ceausescu, Visniec combatió el clima de represión social con un profundo y temprano amor por la literatura. "Descubrí la fuerza de las palabras en Rumanía, en la época totalitaria, aprendí de qué manera las palabras podían ser subversivas, generadoras de libertad interior y exterior. A los 16 años ya era poeta y sabía que quería ser escritor", asegura Visniec, que no obstante resta importancia a este hecho. "En los años 70 uno de cada cinco jóvenes era poeta", ironiza. "En una sociedad totalitaria como la de entonces, la literatura era un espacio de resistencia cultural, y descubrimos pronto que a través de la escritura podíamos ensanchar el espacio crítico, crear nuestra propia libertad, nuestra propia verdad", recuerda. "La metáfora, la alegoría, tenían una gran capacidad para golpear. Lo que no se podía decir directamente al poder, a la censura, podía oírse en la poesía, en la canción, en el teatro. Así descubrí mi vocación. La literatura era como la antorcha que iluminaba mi camino en la noche".

Una antorcha con más brillo del que pudiéramos pensar pues, como reconoce Visniec con cierta perplejidad, las amplias oportunidades de formación no eran acordes con la férrea disciplina social. "El régimen comunista era completamente esquizofrénico. Por una parte éramos censurados y nos educaban en el espíritu del socialismo científico, pero por otro lado teníamos acceso a toda la literatura universal. De joven descubrí a Kafka, a Dostoievski, la novela sudamericana, y pude ver así, durante la época comunista, el lenguaje crítico que aporta la literatura". Una libertad lectora que se veía completamente restringida a la hora de crear, algo que reafirma a Visniec en su opinión de que la sociedad comunista era "esquizofrénica". "Teníamos la obligación de adoptar el juego de la sumisión al poder, que nos imponía las normas de la literatura realista socialista a la hora de crear, algo que yo detestaba tan profundamente que incluso durante mucho tiempo me hizo detestar la literatura realista. Lo que me gustaba era lo absurdo, lo onírico, lo grotesco, el expresionismo, el surrealismo, todo menos el realismo".

Hoy en día es el autor rumano más representado en los escenarios de su país, pero en su día no fue así. Censurado por el régimen, la prosa, poesía y especialmente el teatro de Visniec circularon clandestinamente en Rumanía, donde su publicación fue prohibida. "Antes de salir tenía unas veinte obras que estaban prohibidas, aunque eran muy leídas en el medio teatral. Cada vez que proponía un texto a un teatro público era rechazado. Al caer el comunismo mis obras estaban en los cajones de muchos directores teatrales, por lo que fue una explosión, se montaron todas mis obras censuradas". El autor comenta que justo antes de marchar al exilio iban a representar una obra suya, Caballos en la ventana, una obra que presentaron como un alegato antibelicista, pero que a través del símbolo y de la alegoría criticaba duramente al poder, al sistema autoritario. "Conseguimos presentarla como una crítica universal, en contra de la guerra, contra la manipulación por las grandes ideas". Al abandonar Rumanía la obra no fue finalmente representada, pero se convirtió en su primer éxito en Francia en 1991.

Incapaz de soportar el opresivo clima cultural y la férrea censura, Visniec abandona Rumanía rumbo a París en 1987. Desde el principio, su talento teatral fue reconocido en un mundillo dramático de gran pujanza que el autor recuerda con cariño. "El tejido teatral que había entonces en Francia era muy rico y de una gran generosidad. Había muchísimas pequeñas compañías que buscaban autores vivos para representarlos. En Rumanía no existía la expresión "autores vivos", no se demandaban, pero en Francia había compañías orgullosas de llevar a las tablas obras de autores vivos". Rápidamente Visniec fue traducido y representado, algo impensable en Rumanía. Cada año desde hace 25, pequeñas compañías representan sus obras en el Festival de Avignon, el más antiguo y célebre de Francia y uno de los de mayor tradición y raigambre en Europa.

Su cambio de residencia provocó en Visniec una evolución temática, de la crítica del comunismo pasó a una crítica de un capitalismo que en muchos sentidos comparte rasgos preocupantes con la ideología imperante entonces en el este de Europa. "En Francia descubrí que era mucho más fácil denunciar el lavado de cerebros en los países autoritarios que en Occidente, porque en los países totalitarios este lavado es primitivo, brutal, violento y grotesco en sí mismo, pero en los países democráticos es sutil, fino, se infiltra en el alma y transforma suavemente al ciudadano en consumidor", advierte el autor. "Un consumidor sumiso que se siente feliz, rico, y que debido a ello renuncia a pensar. Descubrí un tema gigantesco, las nuevas formas de lavado de cerebro por el consumo, la publicidad, la moda. En realidad es el mismo tema, la manipulación del individuo en un mundo y en otro".

Además de la evolución en la temática, el exilio a Francia provocó en el escritor un cambio, una reconstrucción nacida de su adopción de la lengua francesa como herramienta de escritura. "Francia ha sido en cierto sentido una especie de patria cultural en Rumanía, pero además, el francés forma parte del código genético de la lengua rumana, que tiene muchos neologismos y prestamos galos, es una lengua y una cultura muy asumida en Rumanía". Gracias a su aprendizaje de la nueva lengua, el autor asegura haber redescubierto el rumano, por lo que decidió utilizar ambos idiomas, francés para el teatro y rumano para el resto, poesía y novela. "El francés me ha disciplinado mucho para la escritura teatral, es más preciso que el rumano, que es una lengua más volcánica, más poética... En rumano es como si la lengua escribiera a través de mí, mientras que en francés tengo que calcular todo, saber lo que quiero decir exactamente".

La adopción de esta lengua emparenta más si cabe a Visniec con grandes figuras de compatriotas escritores que también hicieron suyas la lengua y la cultura francesa como Mircea Eliade, Emil Cioran y especialmente Eugène Ionesco, con quien lo une además el gusto por el teatro del absurdo. "Esos autores para los rumanos siempre han sido un modelo de éxito en Rumanía, pero también la lengua francesa durante mucho tiempo ha sido la ventana a través de la cual los rumanos se han abierto a lo universal. Por ejemplo, Tristán Tzara o Panait Istrati, o sea que la tríada es mucho más amplia. Muchos autores rumanos, de una manera o de otra, han escrito en francés y yo me considero parte de esa familia", reconoce Visniec , que asegura que hoy en día ya no es algo tan determinante la lengua de expresión como hace una décadas. "Yo me formé con un complejo cultural muy fuerte de mi propio país. Estaba seguro durante mi juventud de que nadie iría a Rumanía a buscarme como un autor importante. Tenía que salir de mi país, aprender una lengua para ser conocido. Ahora ha cambiado y hay autores rumanos que ya se traducen directamente sin pasar por otras lenguas, por ejemplo Mircea Cartarescu es un autor muy traducido en España", apunta.

Este cambio nace, para Visniec, de la falta actual de una cultura universal a nivel europeo, de la práctica ausencia de un diálogo fluido entre creadores de diversos países como ocurría en épocas pasadas. "Actualmente ya no hay una lengua que vehicule los valores universales, como ocurrió con el francés desde la Ilustración hasta hace algunas décadas. Ahora, el inglés es vehículo de la globalización, pero a nivel de creación hay una descentralización cultural cada vez más acusada", opina. Y también opina que el mercado editorial es una gran losa para la libertad de la literatura que se hace hoy en día. "La presión comercial, del mercado, es mucho más fuerte en los países de Occidente que en el este europeo, y eso produce que, paradójicamente, los autores de estos países escriban mucho más libremente por estar fuera de los intereses editoriales. El 90% de lo que se publica hoy es literatura ligera, de consumo rápido y políticamente correcta. Como decía Cioran, un libro que no te molesta no es un buen libro".

Una forma de ver la literatura que encuentra amplio respaldo en su obra, siempre crítica y denunciadora, aunque maleable en cuanto a temática, siempre en evolución y pegada a la actualidad. Periodista en Radio Francia Internacional, uno de los últimos trabajos de Visnbiec es Migrantes, obra que se ha interpretado en Aviñón y que pronto llegará a España traducida por la Universitat de Valencia. "Se trata de una serie de cuadros realistas sobre los inmigrantes nacidos de mis experiencias como periodista. En mi caso, lo que el periodista no consigue comprender y expresar lo hace el escritor". Asegura el autor, que "el periodista le da los temas al escritor, aunque no se entienden muy bien, porque el periodista es muy pesimista, ve que el mundo está loco y le parece que nuestra civilización va camino hacia el suicidio; pero el escritor le dice que no, que el ser humano tiene facultades extraordinarias, que es contradictorio pero que puede encontrar soluciones".

Uno de esos graves problemas pendientes de solución es el tema de los nacionalismos, que vuelve a estar muy vivo en Europa y que ha sido tratado profusamente por el autor, sensible a cuestiones de identidad nacional, en obras como La mujer como campo de batalla, una reflexión sobre el uso de la violación como arma de guerra durante los conflictos de los Balcanes. "Europa es la única casa que nos puede preservar del horror. Si se rompe Europa volveremos al periodo de las Guerras Mundiales, de la guerra en Bosnia… debemos preservarla. Para mí, Europa es lo que permanece como ideología tras la caída de todas las ideologías, una forma de vivir juntos y de poner en común la memoria de todas las culturas y las diversidades", sostiene Visniec, convencido europeísta, que aboga por cortar de raíz la corriente separatista materializada en el Brexit. "Tengo mucho miedo de la locura nacionalista y de la pérdida de la memoria. Europa es una constelación de diversidades, hay que preservarlas, pero encontrando el modo de convivir. La unión puede ser una forma de resistir contra la globalización estúpida, un modelo de sabiduría y de defensa de la personalidad social del hombre".

Asegura Visniec que, como ocurrió en su caso, un primer paso para ello puede ser la literatura, que nos invita constantemente a reflexionar y con ello a comprender mejor el mundo. "El lugar donde encuentro las respuestas más interesantes a los problemas de la humanidad y a los míos es en los libros. Ni la historia, ni la psicología, ni la filosofía ofrecen respuestas tan interesantes y complejas sobre las contradicciones del hombre como la literatura, que puede ahondar más profundamente en el hombre que cualquier ciencia social", insiste con la convicción del converso. "Ahora estoy muy interesado en Don Quijote, estoy reflexionando muchísimo porque es un personaje utópico y a la vez trágico. Es una figura profundamente actual, porque vivimos en un mundo dual, la proyección de nuestros fantasmas en la utopía por un lado, y por el otro, en la realidad.