Image: Jorge Wagensberg: “Las historias nos hicieron despegar como hombres”

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Letras

Jorge Wagensberg: “Las historias nos hicieron despegar como hombres”

24 marzo, 2017 01:00

Jorge Wagensberg. Foto: Tusquets

¿Qué es la creatividad? ¿Dónde florece? ¿Qué o quiénes son sus enemigos? ¿Cómo surge una buena idea? El científico Jorge Wagensberg responde a estas y otras preguntas en su último libro, Teoría de la creatividad (Tusquets).

Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948) desactiva pronto la primera suspicacia que podría levantar su último libro, en el que abundan palabras en principio sospechosas, como la misma "creatividad" del título: "No, no es un libro de consejos para ser creativo", ataja el científico, a quien le gusta describir su Teoría de la creatividad como "una manera de reconocer atmósferas que reprimen o asesinan las ideas".

Pregunta.- Dice que todos podemos ser creativos, ¿pero cómo?
Respuesta.- Bueno, uno elige entre la mediocridad y la creatividad, que son contrarias. No existen personas creativas o mediocres, sino personas que deciden ser creativas y personas que deciden ser mediocres. Es una actitud.

P.- ¿Hay trabajos más propensos a la creatividad?
R.- En una ocasión, siendo muy joven, me quedé fascinado viendo trabajar a un herrero. Estaba haciendo una herradura con un amor increíble, y buscaba mejorarse en cada golpe de martillo. Había decidido hacer muy buenas herraduras. Créame, era una persona muy creativa.

P.- ¿La mediocridad se retroalimenta? Ese político mediocre que nombra a un mediocre para que no le haga sombra...
R.- Sí, aunque en cualquier colectivo humano hay un techo de mediocridad que si se supera, se corre el riesgo de colapsar.

P.- ¿Qué señales nos advierten contra la mediocridad?
R.- Un ejemplo, en el mundo empresarial, es cuando se elige a alguien más por su fidelidad que por su talento: esa es la primera señal de que la cosa va mal.

P.- ¿Y cuál sería la segunda?
R.- Cuando la conversación se dificulta, cuando es difícil conversar entre colegas.

P.- ¿La creatividad es algo que se pone mejor en práctica individual o colectivamente?
R.- Son dos caras de lo mismo. Hay una actividad que es muy importante en el ámbito del conocimiento, sobre todo del conocimiento científico, que es la conversación. Observar es conversar con la naturaleza. Reflexionar es conversar con uno mismo. Y cuando uno trabaja en equipo conversa con los colegas. En todos los momentos creativos de la historia la conversación ha sido fácil: el Renacimiento, la Viena de los años veinte, la Ilustración. Eran atmósferas a favor del intercambio de ideas.

P.- ¿Pueden favorecer los gobiernos estas atmósferas?
R.- No se pueden forzar ministerialmente, pero se pueden crear ámbitos donde conversar sea fácil. Es la idea de la universidad: que la gente se encuentre y hable. El lugar más creativo de una universidad es la cafetería. En realidad, es el sistema peripatético de Aristóteles. En una clase magistral no se aprende nada.

P.- La creatividad enfocada únicamente al dinero y los negocios, ¿es creatividad también?
R.- Si uno tiene como prioridad únicamente enriquecerse, estamos hablando de otra cosa. Piense en la literatura de diseño: novelas cuya prioridad es vender 200.000 ejemplares y no hacer algo bueno. Todas se parecen, no hay creatividad.

P.- El fomento de la creatividad en la escuela, ¿no debe acompañarse de codos?
R.- El sistema escolar, en general, más bien castra la creatividad. La comunicación va masivamente de profesor a alumno. No conozco ninguna escuela que fomente la conversación y la búsqueda de estímulos fuera del aula. Prima más la calificación conforme a una norma preestablecida; examinar es preguntar a alguien mientras lo apuntas con un revólver.

P.- ¿Y qué métodos de evaluación propone usted?
R.- Las mejores universidades del mundo, Cambrigde, Harvard, Oxford, todavía siguen el método peripatético de Aristóteles, y a menudo no hace falta examinar. Se pasan el día caminando y hablando, y así se sabe bien cuál es el grado de aprovechamiento de los alumnos.
P.- ¿Qué otros enemigos tiene la creatividad en el ámbito de la educación?
R.- Las creencias, la educación en las creencias. Debería tipificarse hasta como delito. Las creencias, como la tradición, no sirven más que para ultracongelar las ideas.

P.- Hoy se insiste con la especialización, pero ¿no va eso también contra la creatividad?
R.- ¡Otra señal! En los momentos mediocres cunde la idea de que no hay que perder tiempo con algo que no sea "lo tuyo". Pero las ideas son el único formato del conocimiento que traspasa fronteras sin pedir permiso. Por eso es muy importante que artistas y científicos tengan una conversación fluida.

P.- ¿Nuestro sistema político favorece la mediocridad?
R.- Lo evidente es qué sistema no favorece la creatividad: cualquiera que impida la libertad de expresión; es decir, la conversación.

P.- Una de las razones por las que nuestros ancestros evolucionaron fue, dice, su capacidad para contar mitos y mentiras. ¿Nos conforman las ficciones?
R.- Harari ha reparado en que lo definitivo para el Homo sapiens fue que consiguió transmitir una experiencia a alguien que no la había vivido, lo que nos diferencia del resto de animales. Un gorila tiene dos crías. La madre se va y una cría le pega a la otra, pero cuando llega la madre, nadie puede explicarle lo que ha pasado. Si uno puede contar, puede inventar historias, mitos. Ese es el éxito del Homo sapiens, lo que nos permitió despegar como hombres.