Rosa Montero durante su clase magistral en el Máster El Cultural. Foto: F. D. Q.
Dice Rosa Montero (Madrid, 1951) que para escribir novelas es imprescindible no haber perdido la imaginación infantil. Ella la conserva intacta y por eso la asaltan continuamente escenas ficticias que se cuelan en su realidad cotidiana. Pone un ejemplo: pocas cosas hay tan aburridas como hacer cola en un banco, pero donde otros desesperan, la escritora pasa el rato imaginando que la abuela y el nieto que acaban de sumarse a la fila han venido a cometer un atraco. Como son novatos en esto del crimen, solo van armados con un bote de insecticida y hacen la cola como todo el mundo. Esta es una de las muchas anécdotas con las que la periodista y novelista ilustró sus consejos y trucos de escritura el miércoles pasado en la Casa del Lector de Madrid, durante una clase magistral impartida en el marco del Máster en Crítica y Comunicación Cultural de El Cultural y la Universidad de Alcalá y patrocinada por Iberdrola."El 998 por mil de las veces estas ideas te atraviesan como un cometa y desaparecen", señala Montero. Pero de pronto una de ellas "estalla en una imagen o en una frase que te emociona, que te turba, y sientes la necesidad de contarla a los demás". Entonces las ideas echan raíces en la cabeza de la autora y forman lo que ella llama "el huevecillo" del que eclosionará la novela, tras una metódica incubación, probablemente entre dos y tres años después según el ritmo habitual de la escritora. Casi siempre han transcurrido tres años entre novela y novela, pero desde hace unos cuantos este intervalo se ha reducido a dos. "Ya soy mayor y aún tengo muchos libros por escribir", explica la escritora, que acaba de recibir el Premio a la Trayectoria Profesional del Club Internacional de Prensa y el Premio Internacional de Periodismo Manuel Alcántara de la Universidad de Málaga.
El consejo estrella de Montero es tajante: "El peor error de un escritor es dejarlo todo para dedicarse únicamente a la literatura, porque la novela tiene que ser un territorio de libertad". Un escritor (o cualquier otro tipo de artista) ya está lo suficientemente contaminado por el "ruido" del mercado, de la crítica, de los medios de comunicación; "si además tiene que pagar la hipoteca y la comida, será menos libre",
opina la autora de La ridícula idea de no volver a verte, que ha visto truncarse muchas carreras literarias de amigos y conocidos. En 1995 ella dejó la plantilla de El País para poder dedicar más tiempo a la literatura pero continuó trabajando para el periódico como estrecha colaboradora, y a día de hoy lo sigue haciendo.El peor error de un escritor es dejarlo todo para dedicarse únicamente a la literatura"
A pesar de su proclama en favor de la libertad en la literatura, Montero no eligió libremente el tema de su primera novela, y por eso la odió durante muchos años. Todo empezó cuando la editorial Debate le ofreció 25.000 pesetas para hacer un libro de entrevistas feministas. La periodista, que saltó a la fama como miembro del equipo fundacional de El País, no paraba de hacer entrevistas a diario, así que hacer "otro montón de entrevistas y encima con un tema tan específico" se le antojó poco apetecible. El problema era que ya había aceptado la propuesta, así que convenció al editor para darle la vuelta al tema y hacer una "crónica de ficción de las mujeres de la Transición". El resultado fue Crónica del desamor, el libro favorito de muchos de sus lectores, pero ella prohibió reeditarlo hasta 2009, cuando se cumplieron 30 años de su primera publicación. Para la autora, su primera novela fue La función delta, también publicada por Debate en 1981, el mismo año que ganó el Premio Nacional de Periodismo.
La incubación del 'huevecillo'
Algunos escritores empiezan a escribir sus novelas sin saber cómo van a terminar, perpetuando el arquetipo del escritor inspirado espontáneamente por las musas. Javier Marías dice ser uno de ellos y Montero no se lo cree. Ella se siente más cercana del método de Vargas Llosa, que primero escribe "un magma", la historia contada de manera cronológica y en aluvión, sin corregir, y después toma los pedazos, los pule, los cambia de sitio. "Así escribió esa maravilla de novela que es Conversación en la catedral", recuerda la Montero lectora. "Cada escritor debe encontrar su método", y el suyo es el siguiente.Primero: el huevecillo. Aparece esa idea en forma de imagen o frase que cautiva a la autora. Por ejemplo, en el caso de Bella y oscura, fue esta frase: "Hay un momento en el que todo viaje se convierte en una pesadilla". Comienza entonces un proceso de un año y medio de anotaciones con pluma en diminutos cuadernos de papel satinado sin rayar. A medida que los va gastando, los tira después de transcribir su contenido en un cuaderno más grande. En esta etapa la historia se desarrolla "de manera muy orgánica, como un arbolito al que le van saliendo ramas".
Segundo: la voz narrativa y el "sonido profundo" de la novela. Llega el momento de decidir si cuenta la historia en primera o tercera persona, en presente o en pasado, si será una voz coral o individual, y también de descubrir cuál será el tempo de la narración, el estilo de puntuación, si los párrafos serán cortos o largos... "Entonces la novela empieza a emerger como un poliedro de colores y voy intuyendo la forma que tendrá".
Tercero: el final. La autora imagina cómo será la última escena del libro, de modo que "escribir consiste en llegar a ese final". Por el camino, la escritora se ve envuelta en un caos de cartulinas de colores con capítulos, acciones e historias secundarias que debe ir ordenando para que todo encaje, incluyendo los capítulos y personajes adicionales que se presentan sin avisar en cualquier momento de ese proceso.
Picando piedra en la mina de las letras
La novela más ambiciosa de Montero fue Historia del rey transparente, ambientada en el siglo XII. "Las historias te escogen a ti, y no al revés", asegura. Era una época en la que estaba leyendo mucho ensayo de historia medieval, por lo que el proceso de documentación, que califica de "muy vivo", ocurrió a priori. Leer tanto sobre el tema fue lo que estimuló a su subconsciente para tener la visión que dio origen al "huevecillo" de la novela: una familia de campesinos trabajando penosamente unaMientras que al periodista se le exige claridad, en la novela la ambigüedad es un valor"
Montero empezó escribiendo "cuentos de ratitas" con cinco años y a sus 66 es firme candidata a entrar en la Real Academia Española. Se lo propuso por primera vez Luis Mateo Díez hace más de quince años, pero entonces no le interesó. Soledad Puértolas fue quien la convenció hace tres, y el próximo jueves el pleno de la RAE decidirá entre su candidatura, avalada por Carme Riera, Margarita Salas y Pedro Álvarez de Miranda, y la del filólogo y escritor Carlos García Gual.
En estas seis décadas de dedicación a la literatura y al periodismo, Montero ha utilizado la escritura como arma para enfrentarse a la vida, una vocación irrenunciable porque que "la mayoría del tiempo consiste en picar piedra". Cuatro tornillos y una placa de titanio en la espalda atestiguan las interminables jornadas pasadas en el escritorio. Por si fuera poco, la tarea de los
"obreros de la literatura", como Montero define a los novelistas, se ve amenazada por la duda constante: "Los ingenieros hacen puentes y está claro que estos tienen una utilidad, pero ¿para qué sirve una novela? A los escritores nos invade una sensación de estupidez. "Por eso somos menesterosos, estamos necesitados de alabanzas no por vanidad sino por inseguridad".Los escritores somos menesterosos, necesitamos alabanzas no por vanidad sino por inseguridad"
La última recomendación de Montero para quienes quieran dedicarse a la literatura va estrechamente ligado al de no depender económicamente de ella. Solo si se sigue este consejo, puede aceptarse el siguiente: "Haz el libro que necesites hacer, el libro que te gustaría leer como lector. Porque todos los escritores somos ante todo lectores. Dejar de escribir sería la locura; dejar de leer, la muerte instantánea".
La autora está escribiendo ahora la tercera entrega de la saga de Bruna Husky, su detective tecnohumana del siglo XXII, tras Lágrimas en la lluvia y El peso del corazón, todas ellas en Seix Barral. En Alfaguara vio la luz el año pasado su último libro hasta el momento, La carne (Montero es de las pocas firmas españolas que alterna sus libros entre dos editoriales). En esta novela la autora reflexiona sobre el paso del tiempo y el miedo a la muerte. "Los artistas estamos más obsesionados con la muerte que el resto de la gente", opina la autora, que vive un momento de plenitud creativa que corrobora su impresión de que la novela es un género de madurez. "Cuando eres joven debes ser autocrítico, pero no demasiado para no bloquearte. Lo bueno de la madurez es que te libras hasta de eso, consigues borrar el yo y que la novela te atraviese".
@FDQuijano