Adela Cortina

Paidós. Barcelona, 2017. 196 páginas. 19'90€

En la obra de Adela Cortina (Valencia, 1947) la preocupación ética por la mejora de la condición humana es constante. Ya era evidente en su primer libro, Dios en la filosofía trascendental de Kant (1981) y lo sigue siendo en las páginas que ahora nos propone. Conferenciante y articulista, fue la primera mujer que entró de pleno derecho en la Real Academia de Ciencias Morales.



En esta su última y reciente entrega aborda el que en palabras de Jacques Attali es el principal problema del siglo XXI: la pobreza. En un momento en el que el crecimiento económico mundial es el más alto de la historia siguen existiendo pobres pese a que la privación material extrema puede eliminarse. Cuesta entender que el neocapitalismo no sea capaz de reducir las desigualdades, la pobreza y las exclusiones extremas.



Acierta Cortina al señalar que poner nombres a las cosas y categorizarlas es ir abriendo la senda del conocimiento. Es lo que ella hace al acuñar el término que da título a este volumen. Aporofobia, "la fobia hacia el pobre", daba título a un texto de hace ya más de dos décadas, aparecido en el ABC Cultural de entonces. Para caracterizar la pobreza, Adela Cortina se apoya en Amartya Sen y la considera desde una perspectiva no sólo económica, sino también social. Ser pobre implica con frecuencia mala salud, violencia y muchos otros problemas. Enfermedades mentales, adicción al alcohol, a las drogas o una esperanza de vida más corta que el resto de la población son algunas de las contrariedades implícitas en la falta extrema de recursos.



A mitad de este ágil, ameno e informado volumen la autora se pregunta por el desnivel que existe entre las declaraciones de igualdad y respeto hacia los desfavorecidos y el escaso empeño en la solución real del problema. Para entender esta asimetría entre las buenas intenciones verbales y la escasa realidad de los hechos acude al desarrollo de las neurociencias aplicadas al estudio del cerebro.



Sin caer en el resbaladizo terreno del biologicismo, Cortina se pregunta si está implícita en la fisiología del cerebro y en su funcionalidad la xenofobia o la aporofobia. Cierto que existen indicios pero, ojo, desde los años 50 del pasado siglo Edward O. Wilson y seguidores pretenden explicar la sociedad desde la biología. Algo que no deja de ser un reduccionismo que con el avance, entre otras, de las técnicas de neuroimagen cerebral establece osadas afirmaciones sobre el comportamiento humano.



Señala Cortina que la educación ha sido utilizada, a lo largo de la historia, como el vector destinado a mitigar patologías sociales del tipo de la xenofobia o la aporofobia. Este esfuerzo docente se ha visto desasistido, en los últimos tiempos, por una sociedad que, desencantada con la política, está girando hacia un consumismo hedonista e individualista. Se hace necesario construir instituciones capaces de empoderar a las personas discriminadas, reducir la desigualdad y acabar erradicando la aporofobia. Al mismo tiempo, los valores de una ética cívica deben extenderse a mundo empresarial. Asumir la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) no es cuestión publicitaria sino un medio capaz de impulsar una economía social y solidaria.



Se cierra el volumen con un himno a la hospitalidad. Un futuro mejor requiere la capacidad individual y colectiva de recibir al que no es como nosotros. Por un lado hay que fomentar la hospitalidad en las relaciones interpersonales y, por otro, la que corresponde al Estado. España y la UE han de atender el éxodo de refugiados. Las personas vulnerables procedentes de lugares en guerra requieren cuidado en nuestros espacios de convivencia. Hoy, concluye este interesante libro, es imprescindible construir una sociedad más justa y cosmopolita.