Mirta Roa. Foto: Casa de América
Mirta Roa, la hija de Augusto Roa Bastos (1917-2005), dice que el centenario del escritor paraguayo más importante, ganador del Premio Cervantes en 1989, empezó "suavemente, como un aleteo de mariposa, pero fue creciendo y se transformó en un enorme evento nacional que también está teniendo mucha repercusión internacional". En su país, el gobierno promulgó una ley ordenando que se celebrase el centenario, "pero se olvidó de un detalle: no nos asignó recursos", explica Mirta Roa con humor. Por suerte la complicidad de la directora del Centro Cultural de la República y los distintos entes administrativos y culturales que forman parte del comité del centenario ha permitido organizar numerosos eventos que han mostrado "un Roa holístico", poniendo el foco no solo en su narrativa sino en sus facetas como poeta, dramaturgo, ensayista, guionista de cine, letrista de canciones, periodista e incluso como deportista, ya que el autor de Hijo del hombre practicó remo durante su juventud y llegó a participar en 1942 en una travesía desde Asunción hasta Buenos Aires y Montevideo.Además la Fundación Roa Bastos, dirigida por Mirta Roa, está promoviendo la memoria del escritor en Europa con una gira que comenzó en París. No obstante, ella no pudo asistir a la mesa redonda que organizó el Instituto Cervantes en la capital francesa porque cuando iba a viajar murió su madre. Sí estuvo en el siguiente acto, convocado por la Casa América Latina de Lisboa, y estuvo también este miércoles en otra mesa redonda en la Casa de América de Madrid que se centró principalmente en la obra más conocida de Roa Bastos, Yo el Supremo. La escribió en 1974, cuando llevaba casi 30 años exiliado en Argentina. El escritor abandonó Paraguay con su familia cuando el gobierno de Higinio Morínigo empezó a perseguir a los intelectuales, y después permaneció en el exilio (Argentina, Venezuela, Francia y España) a causa de la dictadura de Alfredo Sroessner, que gobernó el país hasta 1989. Unos años más tarde, en 1996, regresó a Paraguay, donde pasó sus últimos años.
La mesa redonda en Casa de América llevaba por título Yo el Supremo, el libro que describe los pueblos. "Decía Roa que los libros que permanecen son aquellos que describen todos los factores de una sociedad. Eso es lo que él consiguió, en la obra aparece la voz tanto de los poderosos como los de abajo", opina Mirta Roa.
La hija del escritor recuerda la época en que escribió aquel libro, poco antes de tener que exiliarse nuevamente de Argentina por culpa de la dictadura de Videla. "Ya no vivía con nosotros pero venía a almorzar y nos leía sus textos. Fue un proceso bastante trabajoso para él, estudió muchísimo y leyó muchísimo. En la etapa final se enfrascó en terminar la novela y vivía intensamente esa situación".
La novela, que combina hechos históricos y ficción, está protagonizada por el líder de la independencia paraguaya y dictador José Gaspar Rodríguez Francia. Cuenta Mirta Roa que un día llegó alguien a casa del escritor y este le dijo, conmocionado aún: "Acabo de fusilar a Yegros". Se refería a Fulgencio Yegros, otro de los próceres de la independencia que fue ejecutado después de intentar derrocar a Rodríguez Francia cuando este se convirtió en dictador de la república. "Roa vivió tan intensamente la escritura de Yo el Supremo que al terminar sufrió un infarto", recuerda su hija. "Nos llamó a mi hermano, a mí y a un hijo que tuvo con otra señora y fuimos a verlo. Quería despedirse de nosotros porque se moría". Pero sobrevivió y aguantó otros treinta años.
"La novela tuvo un éxito internacional muy fuerte y se ha escrito mucho sobre ella porque -no lo digo yo, lo dicen los expertos- rompió los moldes de la novela. Hizo una novela diferente, muy cervantina según los españoles, donde hay una historia con muchas historias dentro, con ficción pero mucho de realidad, con sarcasmo y denuncia", señala Mirta.
La obra, también para muchos expertos, fue un claro antecedente de la literatura del boom latinoamericano por su innovación formal. "Su estructura es asombrosa", sostiene la directora de la fundación. A lo largo del libro se intercalan fragmentos con diferente tipografía y a dos columnas que es "algo así como el fluir de la conciencia" del narrador, aunque en España la editorial Cátedra suprimió la división en dos columnas de este recurso formal.
A Roa Bastos le pasa como a tantos autores de prestigio: "Es el escritor paraguayo más citado y el menos leído", dice su hija parafraseando al escritor paraguayo Bernardo Neri Farina. No obstante, a pesar del prolongado exilio, Roa Bastos recuperó a su regreso el tiempo perdido y ocupó un lugar prominente en la cultura interna del país. "Desde su vuelta no produjo obra escrita pero sí lo que yo llamo obra no escrita: dio conferencias, aparecía en televisión, recibía a niños en su casa y fue también a los colegios, hizo talleres de escritura con jóvenes... Todo eso lo acercó mucho a la gente. Cuando murió, su sepelio duró más de tres días. Fue impresionante, venía gente de todas partes a agradecerle, a cantarle, a recitarle, a traerle dibujos. Nunca había visto nada así", dice Mirta Roa. Ante semejante muestra de cariño y admiración, sus hermanos y ella comprendieron que no podían dejar enfriar su memoria y decidieron crear la Fundación Augusto Roa Bastos para promover su legado, reeditar sus libros ya conocidos y rescatar otras obras desconocidas. "Nuestra misión como fundación es proyectar no solo su literatura, sino la filosofía y los valores que están en su literatura y llevarla al conocimiento de las nuevas generaciones".
@FDQuijano