Edouard Manet: Retrato de Émile Zola, 1868
Émile Zola (París,1840-1902) existe asociado en la mente de los lectores con el naturalismo decimonónico, un tipo de literatura tocada por la ciencia experimental. Sus textos representan la realidad, en especial las zonas oscuras de la naturaleza humana, con meticulosidad microscópica. Zola fue un intelectual genial, que noveló la vida de París posterior al 1850, de la ciudad abierta a la luz por el alcalde Haussmann.Amigo de la infancia de Cézanne, admirador y reseñador del cuadro Olympia, de Manet, retrato de una mujer que solo lleva una prenda, la gargantilla, que tanto escándalo causó. Su genialidad se manifiesta en cómo supo combinar la descripción minuciosa del estado mental de su tiempo, la sociedad ultraconservadora de Napoleón III, y ofrecer a la vez su visión personal, progresista, de aquel momento histórico. Y estos cuentos, desde los primeros escritos, tocados de romanticismo, a los últimos de los años ochenta, con fuertes críticas sociales, reflejan plenamente su talento y un testimonio matizado de su época.
El lector apreciará la variedad de registros del autor, desde el naturalista de "Un matrimonio de amor" (1886), hasta los primeros, como "Simplicio" (1863), un relato poético, sugerente, una oda moderna a la naturaleza. El primero recuerda a historias de Poe o de Maupassant. La mujer y un amigo de su marido se enamoran, y deciden matar al cónyuge para poder vivir juntos. Durante un paseo en barca, lo arrojan al Sena, donde se ahoga. Todo sale bien, y nadie sospecha nada. Esperan un tiempo prudente para casarse. Entonces comienzan los desencuentros, y la vida en común se convierte en un rosario de reproches. "Los dos asesinos daban así vueltas como animales feroces, en la vida de sufrimiento que se habían buscado, desgarrándose ellos mismos, jadeantes, obligados a callarse" (pág. 807). El final resulta escalofriante.
"Simplicio", escrito dos décadas antes, es un cuento lírico, romántico. Lo redactó cuando luchaba trabajando a destajo en la prensa para ganar algún dinero, y la literatura era un refugio ameno, el recuerdo de su natal, de Aix-en-Provence. Su belleza recuerda relatos de Heine, de Bécquer. "La ondina volvió a los claros del bosque, y Simplicio la vió de nuevo. Loco de deseo, se lanzó en su persecución. La Niña, montada sobre un rayo de luna, no oyó el ruido de sus pasos. Volaba así ligera como la pluma que arrastra el viento" (págs. 16-17).
La novela corta titulada "La señora Sourdis"(1880) muestra otra faceta de Zola, su profundidad psicológica. Recordemos que estamos en el siglo de la psicología y la psiquiatría. La historia resulta fascinante. Una mujer de provincias con algún patrimonio, sin mayores encantos, pero con talento para la pintura, se enamora de un joven y guapo pintor pobre. Le propone un pacto: si se casa con ella, la joven financiará su carrera artística e irán a vivir a París. El primer cuadro consigue un gran éxito en el salón de arte. Posteriormente, el hombre se dedica a la buena vida, que termina por ser una vida depravada, con mujeres y alcohol. Ella, paciente, lo perdona todo, tras someterle a un periodo de castigo. El pintor empieza a descuidar su obra, mientras ella poco a poco comienza a ayudarle, dibujando los trasfondos, iniciando una sutil toma de control. Él se limita a dar los toques finales, añadir vida al cuadro. Según pasa el tiempo, siguen los éxitos, el pintor cada vez dibuja menos del cuadro, y ella más.
La mayoría de los cuentos de esta estupenda colección siguen las pautas del romanticismo tardío, sensualista, o del realismo, si bien algunos recuerdan al Zola revolucionario, el autor del artículo "J' accuse". Como "El paro", el relato de las frustraciones de un obrero incapaz de conseguir alimentos para su familia.
Entonces escuchamos al Zola intelectual que se enfrentó al poder militar y político por el caso Dreyfus, acusado de traición por la cúpula militar, cuando en verdad era por ser judío.